PRESENTACION

‘Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’

(Mateo 28:20)

Esta promesa la hizo Jesús a sus discípulos después que resucitó y antes de su ascensión al Cielo. Es una frase salida del corazón de Jesús para todos y cada uno de nosotros. La compañía de Dios, la presencia del Señor y la obra del Espíritu Santo, es un compromiso inquebrantable de acompañarnos a través de cualquier situación por la que tengamos que pasar.

Quizás en algún momento de nuestra vida tengamos incertidumbres o alguna carga pesada; quizás estemos pasando por alguna tribulación o alguna prueba familiar que hasta nos haga dudar de Dios, pero el Señor quiere afirmar nuestra confianza en Él diciéndonos: ‘Yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo’.

LA PROMESA

La siguiente historia es la promesa de un padre a su hijo, tal como nuestro Padre nos hizo a cada uno de nosotros, sus hijos.

A las 11:41 de la mañana del 7 de diciembre de 1088 un terremoto de 7.2 grados asoló gran parte de Armenia y murieron más de 50,000 personas en menos de cuatro minutos. La República de Armenia había sido una antigua república soviética y, geográficamente, está situada al sur del Cáucaso y al oeste de Turquía y al norte de Irán. Diversos exégetas bíblicos han identificado a Armenia como el sitio del jardín del Edén, y se ha interpretado que el monte Ararat es la montaña sobre la cual se posó el Arca de Noé después del Diluvio universal

En medio de la devastación y de un caos total, un padre de familia dejó en su casa y en completa seguridad a su esposa y salió con gran prisa y preocupación hacia la escuela donde estudiaba su hijo Hovik, sólo para descubrir que el edificio de la escuela estaba completamente en ruinas. Después del trauma inicial, el padre recordó la promesa que un día le había hecho a su hijo: ‘Pase lo que pase, nunca te dejaré; siempre estaré contigo’.

Mientras miraba el montón de escombros de lo que una vez había sido la escuela, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Parecía no haber esperanza alguna de encontrar a alguien con vida, pero no podía dejar de pensar en la promesa que le había hecho a su hijo.

Comenzó concentrándose en recordar el lugar de la escuela en donde estuvo el salón de clases de su hijo. Se precipitó hacia allá y comenzó a excavar entre los escombros. Él necesitaba saber si su hijo estaba vivo; le había prometido que nunca le dejaría.

Muchos desconsolados padres de familia le decían: ‘¡Es demasiado tarde, están todos muertos! No puedes ayudar, vete a tu casa y afronta la realidad, no hay nada que puedas hacer y no empeores más las cosas’. Pero él, a cada una de las personas allí presentes les respondía con la misma frase: ‘¡Se lo prometí! ¡Se lo prometí!’ Y seguía excavando, piedra por piedra, en busca de su hijo.

De repente se presentaron los bomberos y trataron de retirarlo de los escombros de la escuela diciendo: ‘¡Están estallando incendios; hay explosiones por todas partes. Usted está en peligro. Nosotros nos encargaremos de esto; váyase a su casa. Pero el padre respondió: ‘¡Se lo prometí! ¡Se lo prometí! Necesito saber si mi hijo está con vida o muerto’. Y valientemente siguió trabajando él solo por la promesa que le había hecho a su hijo.

Excavó durante muchas horas sin recibir ayuda alguna, y casi a las 38 horas de excavar sin parar, al extraer una piedra oyó la voz de su hijo y él gritó so nombre: ¡Hovik!’. Y le llegó la respuesta: ‘¿Papá? ¡Soy yo, papá! Les dije a los otros niños que no se preocuparan porque si tú estabas vivo me salvarías y a ellos también. Tú me prometiste que pasara lo que pasara, nunca me dejarías y siempre estarías conmigo. ¡Lo hiciste, papá!’.

El papá le preguntó cómo se encontraban allá adentro y Hovik le respondió: ‘Quedamos 14 niños de 33 que éramos, papá. Tenemos miedo, hambre y sed, pero estamos agradecidos de que tú estés aquí’.

¡Sal, hijo!, respondió su padre, pero Hovik le respondió: ‘No, papá. Deja que los otros niños salgan primero, porque sé que tú me sacarás. Pase lo que pase me has demostrado que siempre estarás conmigo’.

CONCLUSION

Nunca debemos permitir que la ansiedad se asiente en nuestra vida, sino que por encima de todo esté una total confianza en Dios y en que Él desea lo mejor para nosotros. Dios siempre estará de nuestro lado como lo estuvo en esta historia de Hovik, llenando de confianza al padre del niño, y confirmando así su promesa de que estará siempre con nosotros tal como el padre de Hovik prometió a su hijo.

¿Quieres o necesitas consuelo, fortaleza o alguna gracia en especial? Sólo pídelo con fe y no tengas miedo de pedir incluso milagros, porque todo es posible para el que cree.

‘Y en ti confíen los que saben tu Nombre, pues tú, Yahvé, no abandonas a los que te buscan’

(Salmo 9:11)