DOS MARES CERRADOS

Quienes hacen el bien
hacen bien.
Sir John Templeton—

          Hay dos mares (lagos) cerrados en Tierra Santa, el mar de Galilea y el mar Muerto. En el mar de Galilea entra y sale agua de continuo y esta corriente genera vida fluvial; fertiliza las tierras circundantes y alimenta las multitudes humanas que dependen de él para alimentarse y beber.

          El agua del mar Muerto es salobre y carece de vida. Está estancada porque no tiene salida. El mar Muerto solo recibe, no da nada; no puede florecer. Las tierras circundantes son estériles y desoladas.

          Parece un juego de palabras, pero es así: dar nos capacita para recibir, porque el verdadero dar es dar sin condiciones, y, cuando damos así, crecemos en comprensión, ya que al ayudar a otros, nos ayudamos a nosotros mismos y el estado de ánimo que irradiamos completa el ciclo, y regresa a nosotros aumentando nuestra capacidad de amar, de dar, de darnos.

          En el Talmud se dice: «Hay diez cosas fuertes. Lo es el hierro, pero el fuego lo derrite. El fuego es fuerte, mas el agua lo apaga. Esta tiene fuerza, pero las nubes la evaporan. Las nubes son poderosas, pero el viento las dispersa. El hombre es recio, pero los temores lo agobian. El temor es formidable, pero el sueño lo vence. El sueño es arrollador, pero más lo es la muerte. El amor bondadoso, sin embargo, sobrevive».

          Se pueden distinguir tres áreas de dar: la caridad, la filantropía y el voluntariado. La caridad consiste en dar una parte de lo que se tiene en beneficio de otros. La filantropía implica donar parte de la fortuna propia a proyectos o individuos. Y el voluntariado es dar tiempo a causas nobles.

          El verdadero dar es dar sin condiciones, es la manifestación más diáfana del amor. A través del verdadero dar expresamos nuestro amor a los demás y, cuando damos de este modo, crecemos en comprensión.

          Dar y recibir tienen que ver con todas las áreas de la vida, no solo con el dinero y otros bienes materiales. En un sentido amplio, el dar tiene que ver con la salud, la felicidad y el bienestar general. ¿No lo experimentamos, por ejemplo, cuando ayudamos a otra persona desinteresadamente, solo por el mero placer de ayudar?

 Este ayudar es netamente humano, porque responde a motivaciones espirituales que nos empujan y fortalecen para actuar de modo anónimo, sin buscar ningún reconocimiento.

          Dar sin pedir, justo todo lo contrario de recibir y no dar. Lo primero es como el lago abierto de aguas vivas; lo segundo es lago cerrado, sin vida, estéril y desolado. Exactamente todo lo contrario de lo que debemos ser: mar abierto, fértil y productivo.