Enseñanza dada a Casa de Nazaret sobre el capítulo 11 de San Juan.

Primero. Versículo 3. “Señor, el que Tú amas está enfermo”.

Estamos en tiempos de plegaria. Plegaria confiada como las hermanas de Lázaro. Plegaria por los enfermos del virus, por los voluntarios, por personal de enfermería, por los militares, por los investigadores que trabajan con ellos. Plegaria por las familias que tienen enfermos o ancianos con peligro de contraer el virus. Plegaria fraterna de unos con otros en este momento difícil.

Algunas personas están agobiadas por las personas que mueren sin poder recibir los Sacramentos. Siempre el acto de contrición nos pone en amistad con el Señor. Y, en todo caso, aun a la persona más pervertida, Jesucristo le dará una última ocasión de salvación. “Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2, 14-15).

Segundo. Versículos 4 y 14. “Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado en ella”. “Para que creáis”. Fue el momento clave para los discípulos; la situación que vivimos también nos pide una purificación de la fe. La respuesta de Tomás nos remueve, pero es la correcta. “Vamos también nosotros y muramos con Él” (Jn 11,16).

Tercero. Versículo 28. “El Maestro está ahí y te llama”. Los signos de los tiempos son una llamada al cambio. Debemos leerlos en clave personal. Las situaciones económicas en que vivíamos nos estaban conduciendo, también a los católicos, a un buen vivir. Teníamos olvidado el proyecto amoroso de Jesús sobre cada uno de nosotros. No me sirve el de mi madre o el mi hermano o el del Cura que conozco que es un santo. Tu respuesta a la santidad solo la puedes dar tú en libertad. San Agustín decía: "Temo a Jesús cuando pasa". No lo dudes, Jesús está pasando en medio de nosotros.

Cuarto. Versículos 33-35. “Jesús se echó a llorar”. Cuánto dolor en estos momentos. Personas entrañables que se nos acercan entre lágrimas. Ni siquiera pueden estar a su lado en los últimos momentos de sus seres queridos. Mirad a Jesucristo. Sabe muy bien lo que significa perder a un ser amado.

Quinto. Versículos 49-52. “Vosotros no entendéis ni palabra”. Volver la vida a Lázaro era un signo clamoroso de quién era Jesús. A unos los acerca y a otros los endurece. Siempre signo de contradicción. El Señor nos ha hecho un signo potente con el virus. Podemos encerrarnos más en nosotros como Caifás o abrirnos de verdad a su amor.

Que ella, Virgen y Madre, acogedora de los signos, muchas veces con Corazón dolorido, nos ayude a descubrir la verdad del actual acontecimiento.

Sexto. Versículo 25. “Yo soy la Resurrección y la Vida”. Es la cumbre de todo el relato. “¿Crees esto?” ¿Creemos esto? “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y el que está vio y cree en mí, no morirá para siempre”. La respuesta de Marta es definitiva para los creyentes, pero también purificadora: Ella le contestó: “Sí, Señor: Yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

No sirven creencias de que tiene que haber algo después de esta vida o llenarnos de devociones que suplan al Hijo de Dios. La fe cristiana es fe en Jesucristo Muerto y Resucitado. Desde Él, existen realidades valiosas. Pero solo él digno de toda bendición y de toda gloria. Amén.