A todo el mundo con quien he hablado del Papa le emocionó el que iniciara su contacto con el pueblo rezando un Padre Nuestro. Es  decir, puso a todo el mundo a dirigirse a Dios Padre rogando por todos, con la riqueza de peticiones que encierra esta oración compuesta por Jesucristo. Y después, un silencio sepulcral de la cristiandad para orar por el nuevo pontificado. Inclinado, casi de rodillas, rogó al pueblo que pidiera a Dios una bendición para el. Extraordinario.

            Hace unos días publicaba yo una “Carta a Dios” pidiendo por el Papa adecuado al momento presente. Hoy la he repasado, y me ha alegrado el comprobar que en verdad el Papa Francisco reúne todos los requisitos para ser el hombre de Dios para su Iglesia. Una Iglesia que no es, recordaba ayer en su homilía, una ONG, sino una empresa divina que pasa por la cruz de Cristo.

            Y volviendo al Padrenuestro inicial, recuerdo aquel comentario que sobre esta sublime oración, hizo una vez Charles Péguy:

             Yo soy su Padre, dice Dios, el del Padre nuestro que estás en los cielos.

            Mi hijo ya se lo ha dicho a los hombres, que Yo soy su Padre.

            Soy también su juez ( y esto también se la dicho mi Hijo), pero sobre todo soy Padre.

            El que es padre es padre ante todo, y el que una vez ha sido padre ya no puede ser nunca más que padre.

            De modo que los hombres  son los hermanos de mi Hijo, son mis hijos y yo soy su Padre.

            Y mi Hijo les ha enseñado la oración del Pare nuestro...

            Bien sabía mi Hijo Jesús lo que hacía enseñándoles a rezar así, bien sabía lo que El hacía, que les amó tanto que vivió con ellos, como uno de ellos, que andaba como ellos, y hablaba como ellos, y sufría como ellos, y murió como ellos, y se trajo del cielo un cierto sabor a hombre, un cierto sabor a tierra...

 

Tres Papas juntos           


Estas mismas palabras podemos aplicar al que es el Vicario de Cristo. Y sabemos por su biografía que así ha sido, y es, su modo de pensar y estilo de vida. Uno con todos, a la altura de todos, sembrando la paz que cantara San Francisco. Como dije en el post anterior, en verdad estamos iniciando un tiempo nuevo en la Iglesia, que va a suponer una revolución silenciosa, la revolución del amor. Ya se está notando en el deseo que ha suscitado de vivir desde dentro la fe, y una caridad y esperanza nacidas del corazón.


Caminando con todos como uno más




Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com