Su relación con el hoy Papa Francisco -como la de su marido que llegó a compararlo con el diablo- ha sido complicada. Los escenarios del enfrentamiento han sido muchos, ya que, lamentablemente, de la mano de “Cristina” se dispone la Argentina a recorrer a pasos agigantados todos los escenarios marcados por la progresía internacional para el “desarrollo” de los pueblos: matrimonio entre personas del mismo sexo, adopción de niños por homosexuales, aborto libre, etc. etc. etc.. Escenarios a los que aún se han de añadir los propios y muy específicos de las realidades iberoamericanas: caudillismo, clientelismo, corrupción extrema y tantos otros…
 
 
            En la Argentina es la comedieta estos días. Se trata de uno más de los discursos de “Cristina”. Cristina “sin más”, como “Evita” en su día.

            No está muy claro, en honor a la verdad, lo que quiso decir. Ocurrió el 15 de febrero, cuando ya se había anunciado la renuncia de Benedicto XVI, en el Calafate, en plena Patagonia, al sur, provincia de Santa Cruz de donde, por cierto, proceden los Kirchner. Amén de inaugurar una ampliación del aeropuerto y también lo que se da en llamar la Fiesta del Lago, se ve que agasajaba la presidenta a un cura de nombre Lito con el que, a lo que parece, le unía y une alguna relación personal. Esta vez a Cristina Sin Más le dio por la teología, brindándonos unas hermosas lecciones de lo que es la iglesia y lo que no, de lo qué es el bien y lo qué es el mal, y tantas cosas… Una extraña afición a la que se adhieren con facilidad inusitada estos gobernantes iluminados que se creen tocados por la mano de Dios. Y de repente soltó la pavada (pavada por no llamarla de otra manera que, si Vd. es argentino, sabe perfectamente cuál es):
 
            “Decí que no hay papisa…” (“¡que si no!…”  le faltó añadir a la buena mujer).
 
            Para seguir con que no había que “confundir jerarquías con Iglesia”, con que “la Iglesia está en cada uno de nosotros”, con que “aquéllos que tienen tantas cosas, que tienen todo, no tienen tiempo de mirar ni de escuchar a Dios”, con que los que viven más alejados de la ciudad “tienen más tiempo de escuchar a Dios”, etc. etc. etc..
 
            En fin, un poupourrí patagónico-teológico difícil de conjugar y más aún de comprender. (Vea y oiga el discurso )
 
            Tiene fama entre los argentinos, la pobre presidenta, de decir pavadas -pavadas por no llamarlas de otra manera que, si Vd. es argentino, sabe perfectamente cuál es- sin tasa, con una frecuencia muy desaconsejable en una persona que ejerce tan alta magistratura. Bien recientemente soltó esta perlita digna de figurar en los anales de las pavadas (pavadas por no decir otra cosa que…), esta vez en el campo de la “endocrinología sociológica”, una especialidad que contará con la presidenta entre sus grandes pioneras:
 
            “La diabetes es una enfermedad de personas con alto poder adquisitivo… si es así, porque son muy sedentarios y consumen mucha glucosa” ().
 
            A lo que por cierto, le respondía José en un tuit con mucha gracia:
 
            “Ahora entendí, CFK no nos deja progresar para evitarnos la diabetes. Gracias CFK”.
 
            Haría bien la presidenta en procurarse alguien de un cierto nivel que le escriba los discursos -eso tiene que haberlo hasta en el partido peronista- y contentarse ella con leerlos y punto, en lugar de abusar de la improvisación en un arte, la oratoria, que no se halla precisamente entre las habilidades de la buena mujer. Hasta tanto eso ocurre, por el momento debería ser suficiente con que nos explicara qué quiso decir cuando nos contaba que hemos tenido suerte de que no hubiera “papisas”… ¿Acaso que ella…podría... ejem... quizás... tal vez...?
 
            No teman Vds.. Afortunadamente ha sido Francisco
 
          
             Dedicado a mi prima Espi
            
 
            ©L.A.
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