Juzgando el tema de la renuncia papal en los diversos medios, se concluye con el aforismo: “ Tot cápita, tot sententiae”, semejante al dicho : “En este mundo traidor, nada es verdad, ni mentira. Todo es del color, del cristal con que se mira”. El mismo evento, comentado con distinta sensibilidad, con fe o sin ella, induce, frívolamente a la confusión e inanidad. Por la libre expresión democrática, unos ven la renuncia, como un mero acto humano, criticable como los de cualquiera. Hay quienes, por la óptica de la fe, lo han visto y aceptan como un acto ejemplar- cristiano. Pocos hay que asuman la verdad, toda la verdad y solo la verdad de la íntima y pública “confesión” –¡en latín¡ – del Papa, ante el colegio de cardenales reunidos.

Dada la variedad y diversidad de opiniones e interpretaciones, la polémica está servida. Lo que se echa de menos es que nadie en público, se haya preguntado, desde la óptica divina, qué querrá Dios. Él siempre, fiel a su Palabra, respeta el libre albedrío, pero nadie podrá arrogarse, con vana pretensión, cuál sea la finalidad del designio divino. Seguro que el futuro sorprenderá a la entera humanidad. Bueno será, permanecer atentos a lo que en breve se nos viene encima. Para eso están los signos de los tiempos.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN