Vivimos en un mundo marcado por los recursos multimedia y es importante aprovecharlos al máximo, sobre todo, en el marco del Annus Fidei (Año de la Fe). Lo anterior, con el objetivo de comunicar el Evangelio en pleno siglo XXI. Cada vez más órdenes, congregaciones y movimientos buscan la asesoría tanto de los ingenieros en sistemas informáticos como de los diseñadores gráficos, pues es un hecho que son necesarios al momento de hacer presente a la fe en el ciberespacio, sin embargo, conviene aclarar algunos puntos para evitar que el cristianismo se convierta en un nuevo producto del mercado.

Cuando se va a solicitar la asesoría de un ingeniero y, a su vez, de un diseñador, se les debe confiar aquellas responsabilidades que les correspondan en base a sus conocimientos teóricos y técnicos, sin que esto signifique otorgarles -salvo que se trate de personas con experiencia y formación apostólica- la facultad o potestad de decidir sobre los contenidos que se mostrarán en la página de Internet, ya que se han dado casos en los que se omiten elementos importantes, siguiendo criterios que funcionan muy bien en el campo de la mercadotecnia, pero que no tienen nada que ver con la tarea de la Iglesia. Por ejemplo, quitar la cruz (tema que ya fue tratado aquí) o negar la divinidad de Cristo por tratarse de dos asuntos con bajo rating. Es ahí cuando hace falta contar con un equipo en el que haya un encargado de pastoral, evitando aplicar puntos de vista que puedan relativizar el sentido y alcance del Evangelio. Se debe actualizar el lenguaje, renovarlo, pero sin tocar la esencia de la fe que nos ha enseñado Jesús. Recordemos que no se está ofreciendo un paquete de viaje o una bebida, sino un estilo de vida marcado y definido por Cristo.

Se trata de trabajar en clave de fidelidad creativa, buscando incorporar las nuevas tecnologías y respetar el depositum fidei (depósito de la fe). Hay que mantener siempre la identidad de lo que se propone, pues de otra manera se cae en la ambigüedad y es justo lo que tenemos que evitar.