A veces, da la impresión de que la Navidad es el único cumpleaños del mundo en el que se les olvida invitar al festejado. Pues bien, como cristianos, no se nos puede pasar darle un lugar importante a Jesús, aquel niño que nació en un pequeño portal de Belén, rodeado del cariño de María y de José. 

No es malo disfrutar de las cenas, las fiestas y los regalos que son parte de esta época del año, siempre y cuando, tengamos en cuenta a las personas que la están pasando mal. Por ejemplo, si sabemos que alguien estará solo el 24 de diciembre en la noche, estaría muy bien invitarlo a cenar con nosotros. Lo anterior, con el objetivo de vivirlo todo desde Jesús, quien es el centro de la Navidad. Compartir lo que somos y tenemos, es la clave para hacer realidad el proyecto de Dios en la historia.

 Pongámonos, a ejemplo de los pastores y de los santos reyes, guiados por la estrella de la fe, en camino hacia el encuentro con el Emmanuel, el Dios con nosotros (Mt. 1, 23). Que el árbol, el nacimiento (Belén), las luces y, sobre todo, la convivencia de los unos con los otros, nos ayuden a vivir el sentido de la Navidad que ya está por llegar.