Pablo H. Breijo

- Los amantes del falso amor, de la tontería, de la mentirosa paz, de la pertenencia a la ciudadanía del mundo y demás cuestiones, suelen indicar que decir ‘Arriba España’ trae a la mente a Francisco Franco. Sin duda tienen razón porque el régimen tomó este grito como lema oficial, pero son tan mediocres que suelen quedarse ahí, en la estampa del caudillo.



En 1939, acertadamente, el gran José María Pemán escribía lo siguiente en referencia a esta expresión:

“No servimos para cosas bajas, pequeñas o menudas. No servimos más que para las cosas altas y grandes. Por eso cuando decimos ‘Arriba España’, en esas dos palabras, a un tiempo, resumimos nuestra Historia y ciframos nuestra esperanza. Porque lo que queremos es que España vuelva a ‘su sitio’: al sitio que la Historia le señala. Y el sitio es ese: ‘Arriba’. Es decir, cerca del espíritu, del ideal, de la fe… Cerca, sobre todo, de Dios“.

Por supuesto, no añadiré ni una letra ni una coma al párrafo anterior. Pero sí diré que este lema tan fantástico no fue inventado en época de aquel que dio apellido al Ferrol del Caudillo.

Aunque algunos se lo atribuyen a Rafael Sánchez Mazas, el primero que lo acuñó fue Ricardo Macías Picavea, fallecido en 1899 cuando Franco tenía siete años de edad. Picavea, mientras gritaba ‘¡Sursum Corda! ¡Arriba España!’ , en su obra ‘El Problema Nacional’ proponía la eliminación de los partidos políticos y la supresión de las Cortes. Se preguntaba “¿cuál es el nido de aquella borra, el avispero de ese pus, el foco de semejante gangrena? ¡Las Cortes al uso! Caigan, pues, las tales Cortes al impulso de la misma sentencia. ¡Siquiera para no injuriar más al nombre con la cosa!”.

Hoy 6 de diciembre, en España se celebra el día de la Constitución. Una carta magna que siempre estuvo, está y estará por debajo de España. ¡Arriba España!


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