Sigo compartiendo reflexiones de tan rico retiro.

El Padre Jacques Philippe nos explicó que la fidelidad a la oración permite un trabajo en profundidad. Cuando oramos, algo pasa en nosotros en lo más profundo.

De esta fidelidad, se desprenden dos frutos:

1. El conocimiento de Dios: esto lo podíamos intuir, ¿verdad? Pero vale la pena tomar conciencia de que tener la oportunidad de conocer a Dios no es algo a despreciar...

2. El conocimiento de uno mismo:

A través de la oración descubrimos más profundamente quiénes somos, mi auténtica identidad: Hijo de Dios. Y entonces podemos orar de este modo: "Te doy gracias por la maravilla que soy, por el hijo de Dios que soy". Descubro, en la oración, que en el fondo de mí hay una belleza extraordinaria.

Uno de los frutos de la oración es que puedo descubrir el amor único que Dios tiene por mí. Me ama con un amor único, y todos necesitamos sentirnos amados con un amor único; y lo hermoso es que al sentirme amado descubro también la forma única en que puedo amar y ser fecundo. No necesariamente de forma grandilocuente, sino las más de las veces sencilla y humildemente.

Toda persona, dijo, busca identidades, y al final nos agotamos de ser la madre perfecta, la mujer moderna y dinámica. Nos agotamos fabricando ese personaje. Puede que hayas hecho todos los esfuerzos por cumplir bien tu papel en la familia, en la sociedad, pero interiormente llega un momento en que dices: "Ya no sé quién soy".

(...continuará...)