Hace unos días, en contra de mi costumbre, hice un poco zapping y, milagrosamente, esta vez encontré algo de interés.

En un programa de actualidad preguntaron a una monja de clausura si tenían algún contacto con el exterior, si sabían lo que pasaba fuera. Su sonriente respuesta fue: “Sabemos lo necesario para rezar por las personas”. En el mismo programa preguntaron a un seminarista por qué había decidido hacerse cura. Su sonriente respuesta, y en este caso con la lógica estupefacción de la entrevistadora, fue: “Por ti. Porque necesitas a Dios y yo quiero ser quién te lo acerque”.

Podemos dar gracias a Dios por gente así, por personas que renuncian a todo -familia, hijos, casa, dinero, profesión, viajes…- por mí. Unas para tener más tiempo para rezar por mí y otras para ser signo sensible y visible de la divinidad de Cristo, incluso trayéndonoslo en la Eucaristía.

Qué mejor forma de corresponder a tanta generosidad que:

-    Primero: Devolviéndoles las oraciones, pidiendo por ellos,

- Segundo: Sirviéndoles de sustento material (dado que nosotros no hemos renunciado al dinero),

-  Y tercero: correspondiendo a su esfuerzo haciendo nosotros el nuestro, es decir, trabajando en el Mundo utilizando todo, para convertirlo en lo que Dios quiere: un Mundo Perfecto.

Aramis