Hay un hecho que se me ha quedado grabado. Estaba visitando un templo católico en Portugal y de pronto un niño español dirigió su mirada hacia el fondo del lugar y le preguntó a su mamá: ¿quién es el señor (una imagen de Cristo) que está en el altar? La madre un tanto sonrojada pues el chico ya tenía la edad suficiente como para saberlo, le respondió: “hijo, es Jesús”. Me llamó mucho la atención. Desde ese día tengo muy claro que vale la pena trabajar por la evangelización de la niñez y de la juventud. Lo anterior, en clave de proposición y nunca de imposición. El problema descrito no es exclusivo de España, pues en México lo he visto varias veces. Por lo tanto, ¡manos a la obra!