El pasado domingo los New York Giants derrotaron a los New England Patriots, 2117, conquistando su cuarta Super Bowl. El conjunto neoyorquino, muy renqueante durante del mes de noviembre, supo reponerse cuando más contaba y acabó la temporada fuertemente para conquistar su división e irrumpir en unos playoffs en que volvió a protagonizar varias sorpresas, como lo hiciera en 2008: dejó en el camino a los Green Bay Packers, campeones en 2011, y venció en la gran final, por segunda vez en cinco años, a los Patriots del mítico Tom Brady.

A los que siguen este blog asiduamente, les diré que Tim Tebow y sus jóvenes Denver Broncos cayeron en cuartos de final, a manos de los Patriots. A pesar de la derrota, la cadena de televisión ESPN realizó un reportaje, el mismo día de la Super Bowl, titulado El Año de Tebow. Lo que este joven jugador hizo, tomando un equipo que estaba en las últimas posiciones de la NFL y llevándolo hasta los playoffs ha tenido un mérito enorme. La forma en que Tebow lo consiguió, ganando casi cada partido en el último suspiro, fue increíble y el testimonio religioso que dio en el proceso marcó a todo un país. Veremos qué pasa la temporada siguiente. El debate, sobre si Tebow debe o no dirigir el destino de los Broncos, ya está abierto.

Pero volvamos a la Super Bowl. La historia humana más impactante de este magno acontecimiento que puede ser perfectamente clasificado como el evento deportivo de un día más grande del mundo la protagonizó Justin Tuck, una verdadera bestia que mide más de 1,95 metros y pesa 120 kilos. Además de perseguir a los quarterbacks rivales para intentar arrancarles la cabeza, Justin se dedica a anunciar los deliciosos bocadillos del Subway.

Hace dos años, Tuck tuvo la dicha de conocer a Evan Sullivano, un chico muy joven al que le encantaba el fútbol americano. Evan practicaba este deporte esforzándose al máximo  y jamás se rendía. Vamos que era un cabezota al que sus compañeros le apodaron Brick (ladrillo). Habiendo crecido en New Jersey, Evan era, por supuesto, un gran fan de los Giants.

A Evan le diagnosticaron una leucemia enormemente agresiva. Como uno de sus sueños era conocer a su jugador favorito, Justin Tuck, la Fundación Ashley Lauren propició el encuentro. Ambos se entendieron a las mil maravillas: hablando, por supuesto, de fútbol americano, pero también de vídeo juegos, de la preparación necesario para jugar este deporte… De todo, menos de cáncer. Se intercambiaron teléfonos y comenzaron una gran amistad.

Evan solía enviar mensajes de texto a Justin después de los partidos del gigantón, destacando sus jugadas buenas pero también comentándole sus fallos. Justin enviaba una limousine a recoger a Evan y su familia para que asistieran a los partidos de los Giants o a eventos organizados por el jugador.

En uno de estos eventos, Justin se fijó que Evan llevaba un brazalete verde, con letras negras que ponían Brick Strong (ladrillo fuerte), una frase que sus amigos habían escrito para animarle. Justin llevaba un brazalete rosa que la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano) desarrolló para apoyar la lucha contra el cáncer de mama. Ambos intercambiaron brazaletes y Justin prometió a Evan llevarlo en su próximo partido, contra los Detroit Lions.

Evan murió el 26 de octubre de 2010, a la edad de catorce años. Desde entonces, Justin ha utilizado el brazalete verde en todos sus partidos.

En la Super Bowl, una de las principales razones del triunfo de los Giants fue el excelente partido de Justin Tuck, quien realizó dos sacks (placajes) sobre el quarterback de los Patriots. Después de lograr el segundo, que prácticamente sentenció el encuentro a favor del conjunto neoyorquino, Justin besó el brazalete verde de las letras negras y después levantó sus dos manazas y señaló el cielo.