Es imposible quedarse indiferente ante el cruel asesinato de 39 cristianos que celebraban la Navidad en Nigeria. Más de uno debe haber pensado lo mismo que un centurión romano dijo ante Cristo crucificado: 

«¡Vaya! ¡Tú que destruyes el Templo y lo levantas de nuevo en tres días! Si eres el Hijo de Dios, líbrate del suplicio y baja de la cruz.» (Mt 27,40) 

¿Cómo reaccionamos ante esta tentación del maligno? Porque es una clarísima tentación que se refleja como una tentación que planteamos a Dios. ¿Sentimos desesperación? ¿Nos encogemos de hombros? ¿decimos como Pedro: “no le conozco”? 

Ante al dureza de la situación es lógico que nos preguntemos ¿Qué sentido tiene el martirio para Dios? ¿No debería de protegernos ante este tipo de atrocidades? ¿Por qué ser cristiano y no sacar nada a cambio? Somos humanos y nos duele el sufrimiento propio y ajeno. Pero Cristo nos previno de este tipo de actitudes: 

«Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? » (Mt 16,25) 

Nosotros, por si mismos, no somos capaces de dar nada a cambio de nuestra vida. Aún así, Cristo nos pide que la ofrezcamos a Dios sin pestañear. Hacerse como ofrenda viva a Dios conlleva sufrimiento, pero el mismo sufrimiento nos llena de sentido y felicidad. En una palabra, sacrificio (Sacrum facere, hacer sagrado) ¿Puede haber algo más contradictorio y al mismo tiempo, más bello? 

Pero, ¿Por qué nos llevan al martirio? Por una evidencia insoslayable: estorbamos. Nuestra presencia es un factor de transformación de la sociedad que resulta insoportable para muchas personas. Utilizando el lenguaje evangélico diríamos que “el mundo nos odia”:

 

«… os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de Mi Nombre. » (Mt 24,9) 

¿Por qué nos odian? Porque transformamos la masa de trigo en pan y lo hacemos donándonos a nosotros mismos. 

«El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» (Mt 13,33)

 

¿Nos da miedo ser levadura? La sociedad occidental nos predispone a separar la levadura de la masa, ya que la levadura  “estropea” la masa. ¿Cómo actúa la levadura cuando se separa de la masa? Buscando no ser vista ni considerada. El cripto-cristianismo es una opción humanamente comprensible, pero que a Cristo le repugna. Leamos lo que el Ángel del Señor dice a la Iglesia de Laodicea y démonos cuenta el tremendo parecido que guarda con la cómoda Iglesia occidental: 

«Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. 

Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.     

 Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. 

Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.     Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. » (Ap 3, 14-22) 

¿Qué nos recomienda el Ángel que compremos al Señor: 

Nuestros hermanos de Nigeria han andado el camino de la gran tribulación. Han donado sus vidas por Cristo y lo han hecho dando testimonio a todo el mundo. Quienes no han muerto en la masacre también están lavando sus vestiduras, ya que seguir siendo cristiano después de lo vivido, requiere valentía al límite. 

Miremos de nuevo hacia occidente. Desafección, lejanía, desdén. Hasta hemos creado hasta una teología que rechaza que Dios nos diga: “Yo a los que amo, los reprendo y corrijo.”. De esta forma la levadura no siente que actúa mal cuando se aleja de la masa de trigo. 

Podríamos preguntarnos si los cripto-cristianos occidentales, cómodos, desafectados, indolentes, estamos andando el camino señalado por Cristo. ¿Realmente tenemos Fe en El? ¿Nos cuesta salir de nuestro confortable escondite? Hermano, seamos valientes, no nos dejemos arrastrar por el mundo. 

“El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”