EVANGELIO

Los que lo tocaban se curaban
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.
Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas.
En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.

Palabra del Señor.

Avisos:

(De los siguientes retiros no se han abierto las inscripciones. Informaremos más adelante)

(Adoración en Pamplona por los matrimonios: 3os jueves de mes en Santa Maria la Esperanza de Doniantzu)

La “epidemia” del Espíritu.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es un trabajo de Jesús, personal… Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con ternura, con caricias, nos salva con su vida, por nosotros”. (S.S. Francisco, 22-10-13).

Jesús se hizo hombre para tener manos y poder tocarnos, pero hoy Jesús me deja Su Espíritu porque quiere utilizar mis manos, mis ojos, mis gestos para poder llegar a ti. Quizás no pueda curarte una enfermedad física, pero seguro que sí puedo sonreírte, acariciarte con ternura, tener un gesto de cariño contigo, un detalle que sé que te gusta... Cosas sencillas, que parecen inútiles, pero que a los ojos de Dios, tienen un valor inmenso y curan muchas enfermedades del alma, curan las heridas del desamor.

El bien se contagia, el amor de Cristo se contagia: La alegría, la generosidad, el servicio... Tenemos que transmitir el “virus” de Su amor a nuestro esposo para así contagiar al resto de la familia. Esposos, comencemos la “epidemia” del Espíritu de Dios, contagiémoslo en casa para que llegue al cole, al trabajo, al vecindario…

¿Seremos Sus manos?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Últimamente estoy muy sorprendido, porque cuando estoy nervioso, y cuando a lo mejor te estoy dando una mala contestación, me respondes con una sonrisa. Pero además, veo que no es una sonrisa forzada. Veo alegría en tus ojos. Y esto me deja descolocado, me gustaría saber qué estás haciendo para poder responder con amor a mis embates.
Cristina (esposa de Carlos): Carlos, me siento tan amada por Cristo, y soy tan consciente de lo que Dios te ama, que me lo contagia, y te amo profundamente. Ya no veo tu negatividad, veo tu necesidad, veo que me necesitas, que necesitas que te sane en Su nombre. Para mí ahora es una oportunidad de colaborar con Él y ayudarte a ti. Y cuando te veo salir de tu oscuridad, me produce una tremenda alegría.
Carlos: Muchas gracias. Me ayudas muchísimo en esos momento. Gloria a Dios!
Cristina: Gloria a Dios! Él sana a todo el que se le acerca con fe.

Madre,

Que con mis manos, mis gestos, mi mirada... cure a mi esposo y le de todo el cariño que Jesús le quiere dar. Que transmita también Su cariño a mis hijos y Su misericordia a todos los que Él quiera transmitírsela.