La delegación del Gobierno ha concedido la autorización para que hoy mismo, a las 20:30 hs. y con comienzo en la calle Santa Isabel de Madrid, se lleve a cabo la manifestación convocada por la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) que fue prohibida el pasado Jueves Santo. Una procesión en la que, entonces, iban a sacar en procesión imágenes tan “interesantes e imaginativas” como la Virgen del Mismísimo Coño, o el paso de la Cofradía de la Santa Pedofilia.
 
            Personalmente, no tengo nada que objetar a la autorización que se hace ahora para que un grupo de ciudadanos se expresen en la calle en pos de una idea, la que sea mientras no sea ilegal. Como tampoco tengo nada que objetar a la iniciativa de las autoridades -alguna de ellas con más dificultad, dicho sea de paso- para prohibirla en su momento, por lo que de peligro representó para el orden público y por lo que de atentatoria tenía contra la libertad religiosa, y todo ello por el mero empeño de sus organizadores de hacerla coincidir en el tiempo y en el espacio con otras manifestaciones respecto de las cuales, no tenían otra pretensión que la de la ofensa y la provocación. Pero las calles lo son de todos, y la libertad de expresión la proclama la Constitución -y cuantos creemos en la libertad- para todos, para creyentes, como para ateos, como para todo aquél que tenga algo que expresar. Y si la pasada Semana Santa fueron cofrades y creyentes los que deambularon por ellas, justo es que ahora sean ateos y librepensadores los que lo hagan.
 
            Esto dicho, habría esperado un poco más de ateos y librepensadores, justamente de los librepensadores, -qué bonita palabra, por cierto-, para proponer nuevas fórmulas de expresión y de manifestación, y no una burda y malintencionada befa de las que hacen los cristianos en sus procesiones y rogativas. Una falsificación y una impostura que me llevan a temer nada bueno de la verdadera intención de esas manifestaciones, que mucho me temo, no sea otra que la de irritar, provocar y ofender a quienes piensan de distinta manera a ellos, y no, como sería lo deseable, la de hacer una propuesta y exposición de convicciones. ¿Es eso todo lo que debemos esperar de ateos y de los que se llaman a si mismos “librepensadores”?
 
            Jamás he oído en las iglesias una sola palabra de desprecio ni de ataque hacia los ateos. Lo más que he oído, y con menos frecuencia de lo que ellos mismos puedan pensar, han sido rogativas para que encuentren la fe los que nunca la han tenido, la recuperen los que un día la tuvieron, o la consoliden aquéllos a los que les tambalea. Nada más. No veo por qué razón no pueden comportarse los ateos frente a los creyentes con la misma prudencia, con la misma mesura, con la misma elegancia y con la misma exquisitez con la que los creyentes se conducen frente a ellos.
 
 
 
 
 
De lo que puede llegar a representar Dios para un ateo
Del Congreso de ateos acaecido en Mar de Plata y el Profesor Tierno Galván
Del Patio de los Gentiles, un espacio para el diálogo con los ateos