Ruge. Se nota su odio. Se palpa, se sufre, se escucha. El encono de Satanás. Las noticias se suceden. Guerras, mentiras, persecución, saña. Muchos lo niegan, pero Satanás está a la que salta, quiere perder al hombre definitivamente. Brama contra la Iglesia a través de compinches y secuaces. Fragua ardides y campañas y titulares. No para. Hay que dinamitar la Cruz, hay que sodomizar y asesinar en el vientre de las madres. Más, más. Hermano contra hermano. Es preciso ese regusto por la violencia y por la vesania. Satanás quiere acabar de una vez. Susurra su nefando aliento en almas desgraciadas. Tiene prisa por condenar al hombre al infierno; en vida y para toda la eternidad. Se ocupa por llenar el mundo de embustes y tentaciones. Se repite lo del Génesis: “(…) se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y el mal”. Y el estrépito de los pecados hace que el mundo se estremezca. Y todo se vuelve del revés. Un pus fétido mana de muchas almas. Poder, posesión, impudor. Satanás enajena voluntades, modas y leyes. Y el hombre se vuelve a quedar en pelota, como los primeros padres. Algunos buscan hojas de higuera con las que tapar sus vergüenzas, otros prefieren el nudismo y la soberbia, o una filosofía o ideología que justifique lo que sea. Incluso cuando nos deshacemos de los viejos o de ciertos enfermos terminales (dignificar la muerte, dicen). Pero, eso sí, pobres animales. E igual que Caín el personal se aleja de la presencia del Señor. Y cada uno a su orgasmo y a su obsesión y a su filfa y a su logia. El mundo erre que erre. Nada de someterse a Dios y al embolado de los curas. ¡El hombre es Dios! Se precisa poco: un buen coche y una tía -o tío- despampanante. Y un nutrido vestuario. Y trabajar poco. Bueno, y una televisión enorme para no hacerse preguntas inoportunas. También puede servir el ser diputado o académico o preboste de la infamia. Y a trepar, que son dos días. Satanás revuelve, insiste. ¿Que no existe? Esa sí que es buena. Ved la pornografía subvencionada como ejemplo para nuestros vástagos, y la extorsión a la verdad en cualquier rincón del foro. A todo eso los más descarados lo llaman progreso. Y desde luego que progresamos: hacia abajo, hacia lo necio, hacia el infierno en vida; hacia la anomalía como sistema. Satanás ha dejado de ser discreto. El mal se muestra en un exhibicionismo sinvergüenza y vacilón. Todo vale con tal de denigrar a Dios, todo vale con tal de que el hombre deje de pensar y de actuar en cristiano. La argucia mayor de Satanás es conseguir que el pecado deje de ser pecado en las conciencias. Aún más: que el pecado sea promovido desde las instituciones públicas y acabe siendo considerado como una especie de “ética laicista” de lo más in. Hay que joderse. Por ello los cristianos debemos despertar de la modorra celestial y poner por obra de una vez el Evangelio, y defender la Cruz prietas las filas, con virtud y osadía. Y volver a poner en su sitio los confesionarios, y arrodillarnos de nuevo ante Dios con amor y gallardía. Por más desaforado que ande Satanás por calles y gobiernos, masonerías, usuras o ciertos medios de comunicación, sólo la Verdad de Cristo nos hará realmente libres.