Desde hace 30 años la diócesis andaluza de Málaga apoya la misión de Caicara del Orinoco, en la selva de Venezuela. Allí hay tres sacerdotes de Málaga que atienden un territorio del tamaño de media Andalucía. Acuden a impartir los sacramentos en moto, todoterreno, canoa o avioneta, como se pueda, para llegar a poblaciones mal comunicadas. 

Los sacerdotes Manuel Lozano, Juan Manuel Barreiro y Antonio Collado (que cumple ya su tercera estancia en Caicara) tienen claro que su parroquia es plena frontera, con la selva y el río, y que ni la vida ni la evangelziación han sido nunca fáciles aquí. Pero en los últimos tiempos la situación ha empeorado: la crisis venezolana ha llegado también a la selva. 

Antonio Collado, que vuelve al Orinoco después de un tiempo en España, explica: «Ya llevaba mucho tiempo soñando con volver y casi un año preparándolo. Hay que acostumbrarse al calor y al ambiente pero el cambio ha sido muy bueno. Se han alegrado muchísimo de verme. Se valora mucho la presencia de los malagueños aquí porque conocen el esfuerzo personal que hacemos y el esfuerzo que hace la Diócesis de Málaga para mantener aquí tres sacerdotes porque ellos saben que también allí (en Málaga) tenemos escasez de vocaciones». 


Muchas cosas han cambiado desde la última vez que estuvo en Venezuela: «El país está muy deprimido a nivel económico y a nivel social. Me sorprendió que muchas carreteras están completamente vacías. En Caicara, por la inseguridad que hay, se han tenido que adelantar las misas de la tarde y se nota la disminución del número de fieles porque muchos no se atreven a salir a la calle». 

En cuanto a la carestía económica, Collado resalta el optimismo de este pueblo: «Esta crisis les ha hecho ser más solidarios todavía. Le preguntaba el otro día a una familia de cinco hermanas: «¿cómo os apañáis?»; y decían: «no pasa nada. Cada uno aporta lo que tiene y todos en la familia –que son muchísimos– comemos juntos». Es un testimonio de cómo las familias se ayudan, se apoyan...». 

La subida de precios en Venezuela es inmanejable: según el FMI, los precios subirán un 17.700% en dos años. Los misioneros andaluces cuentan con la colecta que se hace una vez al año en la diócesis de Málaga para apoyar a las misiones, y sus parroquianos. La web y los medios de comunicación de la diócesis apoyan la colecta y difunden el trabajo en la misión.


Juan de Jesús Báez, en Caicara, radiaba la misa que celebraba, para hacer llegar la Palabra y la Liturgia a comunidades a veces muy aisladas 


El sacerdote diocesano Juan de Jesús Báez fue a la misión por cuatro años y se quedó allí cerca de 10, de 2006 a 2016. Hace unos meses regresó a Málaga y el obispo le encomendó la comunidad parroquial de Álora. 

Cuestionado sobre la persecución religiosa en Venezuela, Juan de Jesús Báez ha señalado en El Espejo de la Cope que «Hay órdenes estrictas en muchos municipios de que, a la Iglesia, nada. Hace unas semanas han aparecido pintadas de muerte a los curas. Ha habido constantes ataques. Ya lo hacía Chaves directamente a los obispos. Siempre ha habido un ataque contra la Iglesia. Una Iglesia que no está a favor de la dictadura siempre va a ser un estorbo para los corruptos».

Asimismo, ha destacado la inseguridad que se vive: «Por experiencia propia, sí, se pasa miedo. Se han acrecentado los riesgos al vivir allí». 

«Aunque mis queridos “perotes” me están ayudando mucho – afirma–, lo que está sufriendo ahora el pueblo venezolano no me dejó ni me deja indiferente; algo de mí se quedó allá. Sin quejarme, no ha sido nada fácil la adaptación». 

Ante la pregunta sobre qué es lo que más echa de menos, Juan de Jesús no tiene dudas: «¡Aunque usted no lo crea, la comunidad sacerdotal! Manolo, Juan Manuel, Antonio y Gonzalo (este último de la diócesis de Bilbao que lleva más de 50 años en la zona atendiendo a los indígenas), se convirtieron en referente para mi vida sacerdotal: seguridad, fraternidad, confianza y apoyo. Lo cierto es que los extraño. Son mis héroes. Luego también mi comunidad parroquial de Santa Rosalía, jóvenes, niños, mayores, comunidades rurales e indígenas; el clima y el paisaje de sabana y selva». 

La experiencia misionera ha sido, para Juan de Jesús, muy enriquecedora: Yo he aprendido de ellos a amar a Dios en la sencillez y pobreza. Nosotros deberíamos aprender a gozar de lo que tenemos y no conformarnos ante la corrupción y los populismos; amar en verdad la justicia y la vida; y no caer en la indiferencia. Yo doy gracias a Dios por esos diez años, si no los mejores, seguro los que me han hecho amar y entender mejor el Evangelio y experimentar a Jesús en medio de los más pobres».