Damián Bruyel Pérez, misionero comboniano español, que en los últimos años ha estado colaborando con la diócesis de Lugo, ha vuelto a Guatemala, donde ya fue misionero hace veinte años. Un mes después de llegar y observar la situación del país anota, con cierto asombro, en una crónica que publica OMPress, que la fe de los guatemaltecos se mantiene más fuerte que nunca.


"Yo pensaba que, después de 20 años, la fe de este pueblo hubiera aflojado bastante; todo lo contrario: los fines de semana las parroquias y los grandes centros de los movimientos apostólicos se ponen en acción. Desde que he llegado a Guatemala, los compromisos de animación misionera no cesan de multiplicárseme; casi son diarios. Sólo en la Ciudad de Guatemala existen 53 asociaciones y movimientos apostólicos registrados en el arzobispado, con una actividad laical impresionante", escribe el padre Bruyel.  

"Cerca de nuestra casa se encuentra un anfiteatro de la Renovación Carismática Católica, con capacidad para 13.000 personas. Pues bien, algunos fines de semana no podemos dormir, porque varios grupos de adultos o de jóvenes –de la Renovación o no– hacen vigilias de oración delante del Santísimo durante toda la noche, y esto ya parece una gran discoteca al aire libre, pero los perdonamos y los aguantamos, porque sus ruidosos escándalos no son otros que gritos de alabanzas al Señor Eucaristía –oraciones y cantos–, no gritos de jóvenes alocados por una música ensordecedora, los bailes eróticos, el alcohol y las drogas", explica el misionero, que conoce la Renovación desde hace años.


 Adoración nocturna en las instalaciones de la Renovación Carismática de Guatemala


"Llama mucho la atención cómo en Guatemala, igual pobres que ricos, tienen la costumbre de reservar cada mes parte de su dinero para poder asistir a encuentros y retiros espirituales (desplazamientos, alojamiento, alimentos y gastos varios que ello supone); algunos, incluso, pagan el diezmo de lo que ganan para ayudar a Cáritas, misiones, sus parroquias o para sus propios movimientos y asociaciones", prosigue el misionero. 



"Además, no les importa gastar en libros. Los que nosotros publicamos en la Casa Comboni –alguno con 15.000 ejemplares editados, como el de ‘Llamados a la Misión’–, se venden con facilidad. Todos estos movimientos tienen sus propios espacios para reunir a varios miles de fieles, como por ejemplo los Cursillos de Cristiandad, los Focolares o la mencionada Renovación Carismática. Los mismos integrantes de estos grupos sostienen estos centros. Los párrocos, sacerdotes, religiosos y misioneros acudimos a estos centros masivos para dar enseñanzas, predicar retiros, celebrar la Eucaristía, que normalmente éstas pasan de la hora y media (como en España, ¿no?)".