República Dominicana está siendo uno de los países que mayor resistencia está poniendo a la llamada “colonización ideológica” que pretende imponer la teoría de género en la isla con todo tipo de presiones, especialmente de la diplomacia de Estados Unidos.

Siguiendo esta línea de oposición, la Conferencia Episcopal Dominicana ha publicado una carta pastoral titulada “La mujer en la sociedad dominicana” en la que alertan precisamente del peligro de la ideología de género, inventada por “las élites de ciertos países ricos” que tienen como objetivo destruir la familia.

Aprovechando la fiesta de Nuestra Señora de Altagracia, patrona del país, los obispos han querido advertir que “las élites de ciertos países ricos, dueños de los grandes laboratorios y fábricas de armas mortales, bajo el pretexto de la superpoblación y con el apoyo de organismos internacionales de prestigio, se han inventado la ideología de género, cuyo propósito principal es destruir la familia y arrasar con todos los principios éticos y morales”.

Y definen esta ideología como la “promotora del libertinaje sexual en adolescentes y jóvenes, del homosexualismo, del lesbianismo y del aborto”.

En la carta, los obispos también hablan del aborto del que aseguran que “a ningún católico le quepa la menor duda de que éste es uno de los peores crímenes de la humanidad como bien lo enfatiza el Papa Francisco: “El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”.

Además, la Conferencia Episcopal afirma que “lo ‘masculino’ y lo ‘femenino’ diferencian a dos individuos de igual dignidad, que no poseen una igualdad estática, porque lo específicamente femenino es diverso a lo específicamente masculino. Ambos se complementan, no sólo desde el punto de vista físico, sino psíquico y ontológico. A esta unidad Dios le confía no sólo la procreación, sino la construcción de la historia. Ahora bien, cada persona no es, en tanto que hombre o mujer, únicamente la mitad de la imagen divina porque es, al mismo tiempo, indivisible. No se trata de un antagonismo o rivalidad entre ambos. “Humanidad” significa llamada a la comunión interpersonal”.

En la solemne fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano, como pastores, esta vez hemos puesto nuestra mirada en un tema crucial, en una realidad vital para nuestro país: la mujer en la sociedad dominicana. No pretendemos abordar de modo exhaustivo este tema, sino compartir con ustedes aspectos importantes y urgentes desafíos, sobre todo en aquellas situaciones que laceran no sólo la dignidad de la mujer, sino la misma condición de todo ser humano.


La mujer dominicana es casi la mitad de la población nacional: 50.2% es masculina, y el 49.8% es femenina. El deterioro familiar ha incrementado el liderazgo exclusivamente femenino en los hogares. Ella asume tareas de proveer y cuidar, realidad que exige trabajos informales para garantizar flexibilidad de horario; las estadísticas muestran mejorías en las viviendas que estas mujeres lideran.

Es de alabar el hecho de que la mujer dominicana cada vez más se preocupa por su propia formación y desarrollo, como lo testimonian las matrículas y graduaciones universitarias (62.8% mujeres, 37.2% hombres) Es deseable que sus esfuerzos y sacrificios sean bien valorados.

Es importante destacar que también en el campo de la política se está tomando conciencia del aporte que la mujer, con su especial sensibilidad humana, puede dar a la sociedad. Así lo muestran los datos de la recién pasada contienda electoral del 2016. El 44.32% de las candidaturas para todos los cargos fueron mujeres, y el 55.68% hombres. Hemos de reconocer también el aporte que dan a nuestra economía nacional. El 54% de las remesas recibidas en el país, a través de canales formales, provienen de mujeres migrantes.

Son heroínas nuestras mujeres más pobres, madres del campo y de los barrios de nuestras ciudades, que poseyendo menos estudios y, consecuentemente, con menos posibilidades de trabajo formal, viven una vida de muchos sacrificios, trabajando duramente en medio de precariedades para sostener sus hogares.

No obstante lo anterior, la pobreza y el analfabetismo generan grandes problemas que afectan también significativamente a nuestras mujeres, como es el embarazo en edad temprana, cuyas causas principales son la desintegración familiar, la falta de educación en valores, la mentalidad subjetivista, relativista y de consumo de nuestra sociedad actual.

Por otro lado, notamos que una espiral de violencia invade los espacios de la sociedad dominicana. Dicha violencia alcanza diversos escenarios, entre ellos: el intrafamiliar; el laboral; el vinculado a un contexto social y cultural, donde se somete a la mujer por el hecho de serlo; de conflictos de relaciones de parejas y ex parejas. Sentimos profundo dolor con el drama de tantos niños y niñas huérfanos que ven morir a su madre por manos de su pareja, con el agravante suicidio de su padre, dejándolos en total abandono por la ausencia de una respuesta del Estado.

Otro mal poderoso y “silencioso” es la trata de personas. El país ha sido identificado como proveedor de mujeres para el negocio ilícito de la industria del “entretenimiento mundial”. En este orden, esperamos que se hagan mayores esfuerzos en la aplicación de ley 137-03 que condena la trata ilícita de personas.

Hemos de señalar que en el viacrucis de sus vidas, muchas mujeres dominicanas transitan por la calle de la amargura y el sufrimiento, cargando con los pecados y errores de una sociedad que no las valora ni respeta; condenadas a grandes sacrificios de pago de impuestos para mantener la vida de confort de muchos políticos sin escrúpulos. Las garras de la corrupción impenitente las despojan a ella y a su familia de las vestiduras, de la comida, de la medicina… y las condenan a tener que vivir debajo de los puentes o a orillas de ríos y cañadas, mientras desde su pobreza observan cómo algunos políticos disfrutan sin consecuencias e impunidad de riquezas mal habidas. Mujeres que, como Jesús camino al calvario, caen al suelo una, dos, y más veces, por el peso insoportable de una canasta familiar inalcanzable y el drama de sus hijos pasando hambre. Falta la conciencia de un Estado que como el Cirineo esté dispuesto a hacer sacrificios reduciendo el gasto de la burocracia y el clientelismo político para ayudar al desarrollo de la familia dominicana.

Las élites de ciertos países ricos, dueños de los grandes laboratorios y fábricas de armas mortales, bajo el pretexto de la “superpoblación con el apoyo de organismos internacionales de prestigio, se han inventado la ideología de género, cuyo propósito principal encubierto es destruir la familia y arrasar con todos los principios éticos y morales. Es esa corriente ideológica la promotora del libertinaje sexual en adolescentes y jóvenes, del homosexualismo, del lesbianismo y del aborto.

El Papa Francisco nos pone en alerta sobre esta corriente ideológica: «Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer.

Y en lo que tiene que ver con el aborto que a ningún católico le quepa la menor duda de que éste es uno de los peores crímenes de la humanidad, como bien lo enfatiza el Papa Francisco: “El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”. Y agrega: “Es necesario reiterar la oposición más firme a cualquier atentado directo a la vida, especialmente inocente e indefensa, y el nonato en el seno materno es el inocente por antonomasia.

No obstante lo anterior, a pesar de todas estas dificultades, nuestras mujeres, generosas y trabajadoras están llenas de esperanza, con la conciencia de que todo su sufrimiento no será en vano y que llegará el día en que se encenderá la luz de la resurrección en nuestro pueblo, y habrá respeto a la dignidad humana, oportunidad de educación y de trabajo para todos, y donde florecerán la unidad, el amor, la paz y la felicidad para todas nuestras familias dominicanas.


Lo “masculino” y lo “femenino” diferencian a dos individuos de igual dignidad, que no poseen una igualdad estática, porque lo específicamente femenino es diverso a lo específicamente masculino. Ambos se complementan, no sólo desde el punto de vista físico, sino psíquico y ontológico. A esta unidad Dios le confía no sólo la procreación, sino la construcción de la historia. Ahora bien, cada persona no es, en tanto que hombre o mujer, únicamente la mitad de la imagen divina porque es, al mismo tiempo, indivisible. No se trata de un antagonismo o rivalidad entre ambos. “Humanidad” significa llamada a la comunión interpersonal. Se logra cuando la persona no se busca a sí misma, sino que se dona. Con todo, existe un conflicto entre el ser y el deber ser, llamado “pecado original”.

Cuando el hombre ofende la dignidad de la mujer actúa no sólo contra él mismo, sino contra Dios. Si en vez de entregarse, el hombre intenta dominar a la mujer surge opresión que humilla al “co-sujeto”, imponiéndose la posesión. Superar el pecado es superar dicha perversión, restableciendo el orden creacional, donde el “humano engendrar”[1] es común al hombre y a la mujer, pero donde ella, como especial “guardiana del ser humano”, vive una realidad innegablemente más profunda, pues en su asumir, integra las energías de su cuerpo y de su alma.


Para intervenir en la historia, Dios también se ha dirigido a algunas mujeres. El Santo Padre Francisco ilumina este pronunciamiento cuando afirma que “la mujer tiene especial sensibilidad por las cosas de Dios”. Existen evidencias femeninas en defensa de la vida frágil: cuando el contexto hegemónico demanda muertes infantiles, ella “envuelve la vida entre juncos”, depositándola en área de rescate (Ex 2,3.6). Cuando el poder opresor llama a asesinar inocentes, ella inventa alternativas para protegerlos, porque reverencia la divinidad palpitando entre sus manos

En los nuevos tiempos, como la sabiduría, también María de Nazaret estuvo allí: en un sí fecundo, donde faltaba el vino, a los pies de la cruz… junto a él. La mujer se encuentra en el mismo corazón del acontecimiento salvífico. Si para sellar su Alianza, Dios había elegido hombres, en los nuevos tiempos se fijó en María. Ella abrió las puertas de la dignidad a las mujeres de todos los tiempos.


En nuestro territorio nacional, el 48% de las mujeres, en edad de 15 a 49 años, se declaran miembros de la Iglesia católica. Un 20%, de la comunidad protestante, y un 28% se identifica sin religión.

Con el Pontificado del Santo Padre Francisco se ha impulsado la directriz más carente, la participación de la mujer. Él considera que ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar. Para él son inseparables Cristo, su Madre y la Iglesia. No entiende la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. No entiende una Iglesia sin mujeres. El pensamiento del Santo Padre es para esta Iglesia peregrina en República Dominicana, horizonte y desafío. Lamenta que se confunda el “servicio” con la “servidumbre” en lo que toca a la función que desempeña. Las quiere en perspectivas de decisiones arriesgadas. Celebra su presencia en comisiones de producción de pensamiento, pero asegura “hacen falta otras”. Para él, la Iglesia es mujer, es “la Iglesia”, no “el Iglesia”.

Actualmente, nuestro país cuenta con más de 100 congregaciones femeninas. Este fermento del Reino de Dios posee la dirección, en diversos puntos del país, de numerosos centros: educativos, asistenciales,  de sanidad, espiritualidad, comunicación y otros.

La Iglesia dominicana ha tenido, en los últimos años, la formación de laicos y laicas, como prioridad pastoral. Ellas, ministras extraordinarias de la Comunión, animadoras de asamblea y comunidad, acólitas, servidora del altar, sacristanas, misioneras, catequistas, predicadoras, etc., se integran a las Escuelas de Teología Pastoral para Laicos, en diversos centros diocesanos. Esta capacitación, generadora de una nueva visión eclesial y teológica, las hace madurar en su fe y cuestionamientos.


Invitamos a todos a respetar su dignidad y, especialmente, a educar a niños, adolescentes y jóvenes para que hagan lo mismo. ¡Nada de violencia contra la mujer, que no seamos capaces de dañar tan hermosa obra del Creador!

Pedimos a las autoridades mantenerse vigilantes, para que la eficaz aplicación de la ley impida a los violentos hacer más daño a una parte tan vital de nuestra sociedad.

Confiamos en la toma de conciencia de nuestras autoridades y de toda la sociedad, a fin de que se detenga ya la perversa pretensión a favor del crimen de niños y niñas inocentes que claman con piedad desde el vientre de su madre que les dejen nacer; niños y niñas entre los que se podrían encontrar futuros presidentes, futuros hombres y mujeres de ciencia, héroes y heroínas del pueblo dominicano.

Santo Domingo, 21 de enero del 2017, fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia.