El Papa Francisco llegó a Ecuador a las 14:35 (hora local) tras un vuelo de 13 horas a Ecuador, unos 20 minutos antes de lo previsto. Le acompañaban 77 periodistas en el vuelo de Alitalia.

Tras una ceremonia de bienvenida con honores protocolares se trasladó en un jeep adaptado y abierto que se parecía a un papamóvil hasta la Nunciatura Apostólica, acompañado del entusiamos de los ecuatorianos.

Como una multitud se juntó ante la Nunciatura el Papa volvió a salir para saludar a la gente -fuera de programa y protocolo-, bendijo a los presentes para que "dejen dormir a los vecinos" y los hizo rezar un Ave María antes de enviarlos a casa. Después del saludo del Papa, un grupo de fieles permaneció en el lugar y se dedicaron a entonar cantos religiosos.


La mayoría de los ecuatorianos siguieron la llegada del Papa desde la TV y la radio


En la ceremonia de recepción al bajar del avión, flanqueado por el presidente Rafael Correa y su esposa Anne Malherbe, Francisco escuchó por varios minutos una orquesta sinfónica. El fuerte viento que soplaba le arrancó el solideo cuando apareció por la puerta del avión.

El Papa argentino avanzó entre saludos por una calle de honor formado por niños indígenas en atuendos tradicionales que le dieron artesanías locales. El Papa les dio la mano al primer grupo y la bendición a algunos más. Al final de la ceremonia saludó a los demás y a varios miembros de la prensa.



Correa usó muchas frases del Papa Francisco en su discurso de bienvenida de más de diez minutos, y aseguró que le exaspera la injusticia y la exclusión. "El gran pecado social de nuestra América es la injusticia", proclamó el gobernante ecuatoriano. Y añadió, citando a Francisco: "La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada".

En un comentario humorístico, el mandatario dijo que el Papa es argentino, Dios es brasileño y el paraíso es ecuatoriano, por su belleza y su enorme riqueza cultural y ambiental.



El Papa Francisco respondió en un discurso de 5 minutos. "Le agradezco su consonancia con mi pensamiento. Me ha citado demasiado. Gracias", le ha dicho al tiempo que regresaba a mirar a Rafael Correa, y enseguida ha agregado que le corresponde con sus mejores deseos para el ejercicio de su misión, "que pueda lograr lo que quiere para el bien de su pueblo".

Francisco expresó su agradecimiento a Dios por volver a América Latina como testigo de la misericordia de Dios y fe en Jesucristo. "En el presente, nosotros también podemos encontrar en el evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros y todo este progreso en desarrollo que se está consiguiendo se consolide y se garantice un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables que son la deuda que todavía toda América Latina tiene. Para esto, señor presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad".


Parte del recorrido no lo hizo en jeep-paal sino en un utilitario sencillo


Miles de personas recibieron al Pontífice en las calles de Quito. En los 13 kilómetros de recorrido entre el aeropuerto Mariscal Sucre y la Nunciatura, un auténtico mar humano dio la bienvenida al Papa en su segundo viaje pastoral a América Latina. En varios puntos del recorrido, los ecuatorianos lanzaron pétalos de flores al Papa. En algunas zonas del recorrido de oyeron gritos contra el presidente Correa, que en las últimas semanas sufre un gran descontento popular por unas leyes tributarias que está revisando.


El Parque Samanes en Guayaquil con 80.000 personas que pasan la noche al raso esperando al Papa

Cuando el Papa haya descansado se dirigirá a la ciudad de Guayaquil donde realizará una breve visita al santuario de la Divina Misericordia, celebrará una Misa en el Parque Samanes y visitará a su amigo, el Padre Paquito, en el Colegio Javier, donde tendrá un almuerzo privado con los jesuitas.

Señor Presidente,
Distinguidas autoridades del Gobierno,
Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores, amigos todos

Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar hoy aquí con ustedes, en esta hermosa tierra del Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver esta calurosa bienvenida: es una muestra más del carácter acogedor que tan bien define a las gentes de esta noble Nación.

Le agradezco, Señor Presidente, sus palabras —le agradezco su consonancia con mi pensamiento: me ha citado demasiado, ¡gracias!—, a las que correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión: que pueda lograr lo que quiere para el bien de su pueblo. Saludo cordialmente a las distinguidas Autoridades del Gobierno, a mis hermanos Obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a todos aquellos que me abren hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su Patria. A todos ustedes mi afecto y sincero reconocimiento.

Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante siglos ha modelado la identidad de este pueblo y ha dado tan buenos frutos, entre los que se destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa san Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo.

En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía toda América Latina tiene. Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad.

Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso el lugar “más cercano al sol”, a la luna y las estrellas. Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la iglesia; y la luna no tiene luz propia, y si la luna se esconde del sol se vuelve oscura. El sol es Jesucristo y si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía «del sol que nace de lo alto», y que seamos reflejo de su luz y de su amor.

Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y de sus ancianos, que son la memoria de su pueblo, de confiar en la juventud, y de maravillarse por la nobleza de su gente y la belleza singular de su País —que según el Señor Presidente es el paraíso.

Que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias.