Este sábado 17 de diciembre el Vaticano informó de que el Papa Francisco reconoció el carácter milagroso de una curación que experimentó una niña en 1936, en Uruguay, muy documentada, y que se atribuye a la intercesión celestial de Jacinto Vera, el primer obispo de Montevideo, quien falleció en 1881. Este milagro permite la beatificación del obispo Vera, lo que ha sido recibido con alegría por los obispos de Uruguay.

Alegría en Uruguay

En un comunicado, los obispos uruguayos declaran que la beatificación será "un motivo de júbilo y gratitud para todo el Uruguay". Alaban la figura de Jacinto Vera, que fue "misionero y apóstol de la ciudad y la campaña, recorrió tres veces todo el país. Socorrió a los heridos de las guerras civiles y encabezó misiones de paz".

Fue además, señalan, "padre de los pobres, amigo de sus sacerdotes", "promotor del compromiso de los cristianos laicos", "promovió la educación y la prensa católica", "fundó el seminario para la formación de los sacerdotes. Promovió la llegada de numerosas congregaciones religiosas a nuestras tierras, para servir a nuestra gente (vascos, salesianos, salesianas, dominicas, vicentinas, capuchinos, jesuitas, entre otros)”.

"Al final de sus días, Don Jacinto cosechó una admiración unánime de la sociedad de su época, aún de sus mismos adversarios, como quedó plasmado en los homenajes tributados a su muerte”, añade la nota de los obispos uruguayos.

Nació en el mar, vio multiplicarse su país

Jacinto Vera nació entre dos mundos, literalmente. Hijo de emigrantes canarios, su madre dio a luz en julio de 1813 en el barco que le llevaba de Canarias a Uruguay, a la altura de las costas brasileñas.

De muchacho, trabajó en el campo. Cuando tenía 12 años, se declaró la independencia de España de la provincia que hoy es Uruguay.

A los 19 años se sintió llamado al sacerdocio. Se formó en Buenos Aires, fue ordenado en 1841, nombrado vicario de Uruguay en 1859, consagrado obispo en 1865, participó en el Concilio Vaticano I en 1870 y se convirtió en el primer obispo de Montevideo en 1878.

Con tristeza vio el país desangrarse en guerras civiles. Aunque las ciudades del país se llenaban de inmigrantes, él recorrió también el campo y las zonas remotas a caballo de forma incansable. Falleció en 1881 cuando visitaba la diócesis en misiones. Sus restos descansan en la catedral de Montevideo.

Monumento al obispo Jacinto Vera en la catedral de Montevideo.

Durante su vida, vio multiplicarse la población del país: cuando tenía 17 años, Uruguay tenía 70.000 habitantes. Cuando le hicieron obispo, con 65 años, tenía unos 500.000. Llegaban muchísimos inmigrantes de Europa, y organizar esa nueva realidad creciente fue todo un reto pastoral.

El milagro... en casa de un médico famoso

El milagro que la Iglesia ha reconocido ahora, revelan los obispos uruguayos, sucedió el 8 de octubre de 1936, pero no es una historia remota ni conocida de oídas, sino que lo vivió una muchacha de 14 años, María del Carmen Artagaveytia Usher, hija del doctor y cirujano Mario Artagaveytia, muy popular en su época. Fundador del Círculo Católico de Montevideo, una gran calle de Montevideo lleva su nombre. 

Tras una operación de apendicitis, María del Carmen "sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada". Siendo su padre un médico importante, contó con la ayuda de los mejores médicos del momento, pero aún no existía la penicilina y una infección así podía ser mortal.

El tío de la niña, Rafael Algorta Camusso, le llevó “una estampa con una reliquia del siervo de Dios Jacinto Vera y le pide a la niña que se la aplique a la herida y que tanto ella como su familia recen con toda confianza por la intercesión del siervo de Dios”.

Esa misma noche cesan los dolores, se acaba la fiebre y a la mañana siguiente la niña se sentía completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía, el Dr. García Lagos”, explica la nota de los obispos. La muchachita “vivió hasta los 89 años, falleciendo en 2010”, indicó el Episcopado.

En los años 30, al curarse la niña, se documentó y presentó el milagro para la causa del Siervo de Dios, pero se aplazó el asunto durante décadas. En 2015 la Iglesia proclamó las virtudes heroicas del obispo vera y en 2017 pasó a analizar de nuevo el milagro de 1936 desde el conocimiento médico del siglo XXI. Los médicos de la Junta de la Causa de los Santos no encontraron explicación científica para su curación.

En el proceso de beatificación, los hijos de María del Carmen declararon “que conocían el hecho desde siempre, por el testimonio de su madre” y “aportaron diversos elementos y recuerdos, entre otros, que su madre tuvo toda la vida en su mesita de luz la estampa con la reliquia de Mons. Jacinto Vera que había colocado en su herida”.

Laura Álvarez Goyoaga, biógrafa del obispo, hablaba de su relevancia y personalidad en este breve reportaje.