Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Coronavirus: la perspectiva de un médico cristiano


por José María Simón Castellví

Opinión

Hace unos días fui invitado junto con otros colegas a participar en una tertulia sobre el coronavirus en una radio católica de mi ciudad. Como los tiempos en los medios pueden ser limitados, en un momento determinado resumí mi opinión con un ora et labora. Esto es, hay que hacer buena Medicina preventiva a la vez que continuar pidiendo ayuda al Cielo.

Para el cristiano, la vida en el mundo debería ser Cristocéntrica, nunca centrada en una enfermedad, en la crisis económica, en el ocio o en el estajanovismo. Quien nos ha creado, salvado y nos mantiene en el ser no es la física ni la economía. Así pues, al afrontar los retos cotidianos no podemos olvidar esta verdad.

La higiene frecuente de manos (mejor con productos que dejen un residuo activo), el uso de mascarillas de alta filtración si son preceptivas, el porte de gafas, ventilar, evitar aglomeraciones o hacer caso a los profesionales sanitarios son medidas prudentes en unos seres que tenemos inteligencia y habilidades que debemos desarrollar. En el caso de confinación de ancianos, deberían recomendarse algunos ejercicios para que se mantuvieran en forma…

La presente epidemia/pandemia nos puede hacer replantear el porqué y el para qué vivimos. No estamos sobre este mundo indefinidamente sino que disponemos de un tiempo limitado de prueba y de adquisición de méritos. Vivimos el plan B de la Creación, ya que la enfermedad y la muerte entraron en nuestro mundo por la caída libre de nuestros primeros padres y no fueron al principio planeadas por Dios. Ahora la vida es más costosa, más frágil y en un cierto punto, más humillante. Dios delega en la enfermedad y en la vejez para que pasemos de este mundo al otro. Sin embargo, disponemos de ayudas espirituales para rendir mejor y soportar todas y cada una de las pruebas que se nos vienen encima. Y para ganar méritos.

Es esencial para nosotros la santa misa y la eucaristía. Prescindir de ellas sería extremo y lo viviríamos con gran dolor. En todo caso, las misas que pueda celebrar un sacerdote, aunque no cuenten con pueblo fiel, benefician a toda la Iglesia y nos deberían hacer valorar más los sacramentos, la Palabra de Dios y la Liturgia. Nunca debería pasar un día sin que hablemos a Dios de tú a Tú.

La mayor parte de enfermos son víctimas de la enfermedad y no culpables de la misma. Es por ello que existen dos sacramentos claramente diferenciados para ellos: el de la confesión (todos pecamos) y el de la unción de enfermos (está para dar fortaleza al enfermo o al anciano; eventualmente puede perdonar también los pecados). La eucaristía es un alimento sublime para todos y debería ser lo último que tomáramos en este mundo que pasa.

En estos momentos, las distintas autoridades, los profesionales sanitarios y la sociedad en general estamos tratando de contener la epidemia, evitar más contagios, buscar tratamientos eficaces y ganar tiempo hasta que tengamos vacunas para todos. Aunque muchos morirán. Este virus se está comportando también como un gran experimento social (querido o no) y pone a prueba nuestro sistema de vida, el teletrabajo, la conciliación laboral-familiar, el ocio on line, el empleo y la producción. Debemos considerar asimismo posibles abusos y controles excesivos por parte de los poderes públicos de algunos países ya que tienen una buena excusa para socavar la democracia o perseverar en la dictadura.

No desearía terminar sin decir claramente que, a pesar de las leyes naturales y la fragilidad del hombre, Dios gobierna también. En nuestro país existen numerosas ermitas de santos intercesores queridos expresamente por Él (de San Roque, por ejemplo) y advocaciones marianas (Virgen de la Salud, etc.) que construyeron nuestros antepasados para pedir ayuda en epidemias tan duras como las de la peste. Lo dicho, “ora et labora”.

Publicado en el portal de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas.

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