Domingo, 13 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Los escándalos de Hollywood, ¿un problema de machismo?


La sociedad progresista que durante tanto tiempo ha corrompido a los hombres busca ahora destruir los últimos restos de lo que se denomina "patriarcado".

por John Horvat II

Opinión

La espectacular caída de Harvey Weinstein supone algo más que un rechazo al abominable comportamiento de un magnate de Hollywood. Más bien es la poco sorprendente confirmación de que Hollywood está podrido. El comportamiento de los productores y actores de Hollywood refleja simplemente las películas que hacen, con su violencia, inmoralidad y obscenidad.
 
A medida que el caso Weinstein se amplía y abarca otros ámbitos aparte de Hollywood, los nuevos escándalos sirven como una punzante acusación contra todo el establishment progresista que ha tolerado durante tanto tiempo la más desvergonzada promiscuidad. Detrás de la brillante apariencia de la celebridad, la sombra oscura y horrible de la perversidad sale ahora a la luz. Los escándalos no pueden dejar de causar indignación y repugnancia.
 
Sin embargo, con su habitual astucia, los progresistas están utilizando los escándalos para impulsar su causa. Todo el asunto se está presentando como una cuestión de machismo. Ahora hay que cuestionar e investigar los actos de todos los hombres. Aún más fraudulento resulta ver cómo los progresistas, que durante tanto tiempo condenaban a los conservadores por sus juicios morales, de pronto se han convertido ellos mismos en celosos jueces morales.
 
Destruyendo las barreras morales que mantienen el orden
Los progresistas no consiguen ver que esto es un caso de podredumbre moral. Como hacen las termitas en una casa, finalmente las estructuras morales han sido socavadas y todo se derrumba. Es lo que está pasando ahora en el caso de los escándalos. Todo está podrido. Todo y todos pueden caer. 
 
Nada pudre más a una sociedad que quitar las barreras morales que mantienen el orden. Cuando no se define lo que está bien y lo que está mal, cualquier acto es posible. Cuando la relaciones entre los sexos ya no están protegidas por el matrimonio, la modestia y el honor, se impone el descontrol. La promiscuidad dominará en una sociedad que proclama que los hechos no tienen consecuencias. Todo está permitido, y está prohibido prohibir.
 
Cuando no hay límites, es solo cuestión de tiempo que se vengan abajo las barreras del consentimiento. Por eso el caso Weinstein está desnudando a una sociedad llena de violencia y perversidad. Se quitaron los mecanismos de defensa. Y ahora las víctimas dan un paso al frente.
 
No se abordan las causas
Normalmente, exponer un mal es un paso previo a abordar las causas del problema. Por desgracia, no es el caso de los nuevos escándalos.
 
La denuncia contra los depredadores sexuales no solo está esquivando la causa real del problema, sino que pone las cosas peor. Los autoerigidos en jueces, especialmente en los medios de comunicación, no harán nada para reconstruir las barreras morales que son la única forma de proteger a la sociedad contra los depredadores sexuales. Estos jueces no tienen ningún deseo de volver a un orden moral. En la mayoría de los casos, continuarán promoviendo un clima de promiscuidad, que se refleja en su forma de vida y su hostilidad a la moral.
 
En vez de clamar contra las pasiones desbocadas que no respetan límites, claman contra las estructuras e instituciones sociales que todavía quedan en pie. Nunca aceptarán las barreras morales, que no solo protegen a las víctimas, sino que también previenen que los abusadores abusen.
 
“Weinsteinizar” todo lo que está podrido
Este proceso de decadencia ha avanzado hoy en Estados Unidos hasta el punto de que todo lo que está podrido puede ser “weinsteinizado”. Los medios de comunicación pueden convertir en objetivo cualquier institución, grupo o persona resaltando sus podredumbres.
 
Una vez desmantelados los fundamentos del orden cristiano, incluso sus mismos mecanismos de defensa se han convertido en objetivo. Las estructuras de la familia han decaído tanto que ya no hay ninguna relación sagrada. Los estándares morales de las comunidades están tan deteriorados que se han convertido en agentes de decadencia. Las modas que debían proteger la modestia se han hipersexualizado y lo convierten todo en algo sensual y erótico. Ni siquiera se respeta la inocencia de niños y jóvenes, reclutados como vanguardia de la revolución cultural. Ya apenas queda nada salvo el odio salvaje de los progresistas bramando contra la crisis que ellos han creado.
 
Una cultura podrida que lleva tanto tiempo educando a los hombres en que “todo vale” se vuelve ahora contra quienes impusieron esa norma con tanto empeño. La sociedad progresista que durante tanto tiempo ha corrompido a los hombres busca ahora destruir los últimos restos de lo que se denomina “patriarcado”.
 
Con esa denuncia selectiva de lo que está podrido, todo puede ser cuestionado, puesto en duda o convertido en indefendible. Cualquier signo de podredumbre puede ser explotado para destruir instituciones y estándares morales. Peor aún, nada sustituye a las estructuras destruidas. El resultado es una sociedad fragmentada donde todo queda librado a sus propias fuerzas. En nada se puede confiar y todo se desmorona.
 
Contra la “weinsteinización”
La única forma de combatir este proceso de “weinsteinización” es rechazar el falso relato que impulsa el proceso. El hecho de que la sociedad esté corrompida debe ser reconocido como la causa de los escándalos. Mientras no se admita esta realidad, no habrá soluciones reales.
 
Quienes defienden el orden deben oponerse a este proceso selectivo y seguir defendiendo lo que queda de moralidad, que es la única solución auténtica. Deben tener la valentía de proponer un regreso al orden cristiano. Y por encima de todo, deben confiar en Dios, que no abandona a quienes defienden Su causa.

Publicado en The Imaginative Conservative.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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