Panameña
Un mundo que ha dejado de servir a Dios (es decir, de respetar la ley divina) no puede acabar de otra manera sino sirviendo al Dinero, pues no hay ley moral que aguante cuando es desgajada de la raíz divina que le presta luz y sustento.
Resulta, en verdad, sumamente aleccionador que en los “papeles panameños” figuren gentes que, fuera de la galaxia offshore, podríamos considerar ingenuamente antípodas. En donde vuelve a demostrarse que las banderías ideológicas son engañabobos; y sólo hay dos maneras de estar en el mundo, según se estableciese en el Evangelio: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Un mundo que ha dejado de servir a Dios (es decir, de respetar la ley divina) no puede acabar de otra manera sino sirviendo al Dinero, pues no hay ley moral que aguante cuando es desgajada de la raíz divina que le presta luz y sustento. Pero el Dinero sólo se deja magrear por unos pocos (pues a la mayoría sólo les pone los dientes largos); y, al concentrarse en pocas manos, acaba generando lo que Pío XI llamó el “imperialismo internacional del Dinero”, que “allá donde halla su beneficio, asienta su patria”. En Panamá, pongamos por caso.
Entre los tipos pillados los hay que, a la vez que se lo montan en Panamá, sacan pecho patriótico o se erigen en conciencia colectiva y solidaria, poniendo el énfasis en el negociado progre (así, el cineasta oscarizado) o en el negociado liberaloide (así, el escritor nobelesco). En donde vuelve a demostrarse que uno y otro negociado sirven, a la postre, al mismo amo, que es el Dinero, que los funde en su abrazo paternal; y todas las divisiones que se escenifican no son sino aspavientos para mantener a las masas enzarzadas como monos que se disputan en una jaula una damajuana de aguardiente, según el chispeante símil de Castellani. Y, mientras los monos se disputan la damajuana, el Dinero se dedica a hacer de las suyas, pues la obsesión por los derechos y libertades sirvió maravillosamente al poder del Dinero, que andaba con la obsesión de que lo dejasen retozar en Panamá. He aquí el quid de la cuestión: todas las libertades que los ilusos saborean como si fuesen un caramelito de fresa no son sino cebos (y hasta placebos) que el Dinero les arroja para mantenerlos entretenidos, mientras él se dedica tan pichi a tomar el sol en una playa de Panamá. Así, por ejemplo, las cuitadas que repiten como papagayos las consignas antinatalistas que les enseña la Fundación Rockefeller son las que permiten que los sueldos sean cada vez más bajos, pues ya no hay por qué pagar sueldos dignos con los que alimentar a una prole inexistente. Los incautos que se desgañitan en interné son los que, mientras de desahogan, permiten que Gates o Zuckerberg se forren a costa de sus vociferaciones inútiles. Y en este plan.
Todavía hay, increíblemente, gentes que no advierten que todas las libertades que les han concedido a modo de limosnas, todos los derechos de bragueta y demogrescas que los mantienen excitados y entretenidos, son las migajas del banquete que otros se pegan a su costa. Pero los expoliados nada podrán hacer mientras no entiendan que deben cambiar de amo y renegar del Dinero que sus ídolos progres o liberales se llevan crudo. Entretanto, filtraciones como esta de los “papeles panameños” sólo sirven para que quien tiene los dientes largos por no poder magrear al Dinero en una playa de Panamá rabie por Twitter o se cambie de sexo, para ver si así se le pasa el cabreo. Y, si no le pasare, el Dinero ya se sacará de la manga cualquier otra damajuana que lo mantenga excitado y entretenido, por ejemplo un paraíso fiscal para pobres, al modo de las casas de apuestas que triunfan en interné, donde la cuitada y el incauto de turno, después de soltar lastre en el abortorio y retuitear la última frase memorable del cineasta oscarizado o del escritor nobelesco, puedan apostar sus ahorrillos, a ver si algún prestidigitador panameño los multiplica por dos.
Publicado en ABC.
Entre los tipos pillados los hay que, a la vez que se lo montan en Panamá, sacan pecho patriótico o se erigen en conciencia colectiva y solidaria, poniendo el énfasis en el negociado progre (así, el cineasta oscarizado) o en el negociado liberaloide (así, el escritor nobelesco). En donde vuelve a demostrarse que uno y otro negociado sirven, a la postre, al mismo amo, que es el Dinero, que los funde en su abrazo paternal; y todas las divisiones que se escenifican no son sino aspavientos para mantener a las masas enzarzadas como monos que se disputan en una jaula una damajuana de aguardiente, según el chispeante símil de Castellani. Y, mientras los monos se disputan la damajuana, el Dinero se dedica a hacer de las suyas, pues la obsesión por los derechos y libertades sirvió maravillosamente al poder del Dinero, que andaba con la obsesión de que lo dejasen retozar en Panamá. He aquí el quid de la cuestión: todas las libertades que los ilusos saborean como si fuesen un caramelito de fresa no son sino cebos (y hasta placebos) que el Dinero les arroja para mantenerlos entretenidos, mientras él se dedica tan pichi a tomar el sol en una playa de Panamá. Así, por ejemplo, las cuitadas que repiten como papagayos las consignas antinatalistas que les enseña la Fundación Rockefeller son las que permiten que los sueldos sean cada vez más bajos, pues ya no hay por qué pagar sueldos dignos con los que alimentar a una prole inexistente. Los incautos que se desgañitan en interné son los que, mientras de desahogan, permiten que Gates o Zuckerberg se forren a costa de sus vociferaciones inútiles. Y en este plan.
Todavía hay, increíblemente, gentes que no advierten que todas las libertades que les han concedido a modo de limosnas, todos los derechos de bragueta y demogrescas que los mantienen excitados y entretenidos, son las migajas del banquete que otros se pegan a su costa. Pero los expoliados nada podrán hacer mientras no entiendan que deben cambiar de amo y renegar del Dinero que sus ídolos progres o liberales se llevan crudo. Entretanto, filtraciones como esta de los “papeles panameños” sólo sirven para que quien tiene los dientes largos por no poder magrear al Dinero en una playa de Panamá rabie por Twitter o se cambie de sexo, para ver si así se le pasa el cabreo. Y, si no le pasare, el Dinero ya se sacará de la manga cualquier otra damajuana que lo mantenga excitado y entretenido, por ejemplo un paraíso fiscal para pobres, al modo de las casas de apuestas que triunfan en interné, donde la cuitada y el incauto de turno, después de soltar lastre en el abortorio y retuitear la última frase memorable del cineasta oscarizado o del escritor nobelesco, puedan apostar sus ahorrillos, a ver si algún prestidigitador panameño los multiplica por dos.
Publicado en ABC.
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