Una mano única busca un sínodo «gay-friendly»
Hoy vemos que dicha estrategia se está llevando a cabo de manera asombrosa, después de un discreto pero sistemático trabajo de infiltración que llega hasta los más alto niveles de la Santa Sede, pero también de las Iglesias nacionales, con Italia a la cabeza.
Quien pensase que el caso de monseñor Krzysztof Charamsa, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ha revelado su homosexualidad presentando a su compañero, es un simple episodio estaría cometiendo un grave error: sería el caso extremo de un teólogo de Curia frustrado que aprovecha la ocasión del Sínodo para liberarse del peso de su doble vida e intenta influir, en propio beneficio, sobre el Sínodo para la familia que acaba de comenzar; además, ¿qué pasa si uno se hace algo de publicidad en vista de la anunciada salida de un libro por él escrito en el que relata su historia? El caso sería, sí, un hecho grave, pero en el fondo un hecho aislado de limitadas consecuencias.
Por el contrario, demasiados elementos llevan a considerar que se trata sólo del último episodio de una estrategia que viene de lejos y cuyo objetivo es utilizar el Sínodo para la familia con el fin de que el lobby gay existente dentro de la Iglesia dé un paso adelante decisivo, algo que llevamos denunciado desde hace años. El objetivo, en realidad, ya había sido desenmascarado en un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe hace exactamente 29 años, la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (números 8 y 9) en la que se afirma que hay un lobby dentro de la Iglesia vinculado al más amplio lobby gay en el mundo y cuyo objetivo es subvertir la enseñanza de la Iglesia, llevándola in primis "a aceptar la condición homosexual como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales". Firmado: cardenal Joseph Ratzinger.
Entonces podría parecer ciencia ficción; hoy vemos que dicha estrategia se está llevando a cabo de manera asombrosa, después de un discreto pero sistemático trabajo de infiltración que llega hasta los más alto niveles de la Santa Sede, pero también de las Iglesias nacionales, con Italia a la cabeza.
El doble Sínodo sobre la familia ha sido la ocasión para salir cada vez más al descubierto. Muchos padres sinodales, por ejemplo, se quejaron de que en la relación final del Sínodo de octubre de 2014 se añadiese un párrafo sobre las uniones homosexuales, tema que no se había discutido para nada en el aula (por otra parte es un Sínodo sobre la familia, por consiguiente ¿por qué se debería hablar de las personas con tendencias homosexuales?): algo claramente forzado y de lo que se acusó a la secretaría del Sínodo.
En estos meses, la cuestión gay dentro de la Iglesia -con el apoyo de los periódicos laicistas- se ha vuelto a proponer en varias ocasiones, pero alcanzó su punto álgido la semana pasada. Primero la entrevista del cardenal Walter Kasper al Corriere della Sera, en la que hizo la increíble afirmación de que "gay se nace"; después el conocido activista gay [Mo Rocca] llamado a ejercer de lector en la misa del Papa en Nueva York; por último, el gran misterio del encuentro del Papa en Washington con Kim Davis y Yayo Grassi.
Este último hecho merece una particular atención: efectivamente, durante dos días los medios de comunicación han contado indiscreciones y detalles sobre el encuentro en la nunciatura de Washington entre el Papa y Kim Davis, la funcionaria pública que fue arrestada (y después liberada) por negarse a firmar licencias para matrimonios gay. Pero el viernes pasado el portavoz de la Sala de Prensa vaticana, el padre Lombardi, disminuyó el valor del encuentro, distanciándose de las posiciones de la mujer. Una reconstrucción extraña, porque el Papa Francisco, en su viaje a los Estados Unidos, había tocado varias veces el tema de la libertad religiosa y en la rueda de prensa en el vuelo de vuelta a Roma había reivindicado con mucha claridad el derecho a la objeción de conciencia en estos temas por parte de los funcionarios del gobierno. El propio padre Lombardi se apresuraba a hacer saber que la única audiencia privada concedida por el Papa en Washington concernía a un ex alumno suyo. Pasan pocas horas y he aquí que mágicamente emergen detalles de esta reunión privada: el ex alumno es un homosexual que se ha presentado al encuentro con el Papa con su familia y su compañero sentimental.
Es una obra maestra mediática: se desactiva un "peligroso" acontecimiento en el que el Papa aparece claramente contrario a las uniones gay hasta el punto de animar a quien se opone a ellas con la objeción de conciencia y se difunden imágenes con las que se quiere dar a entender que el Papa Francisco bendice a las parejas gay. No importa en absoluto que las cosas hayan sido de otra manera; el efecto sobre los medios de comunicación en todo el mundo es el deseado, con la complicidad de la Sala de Prensa vaticana. Sería verdaderamente paradójico que la reforma de la Curia, que ha llevado a centralizar toda la comunicación del Vaticano en una única secretaría, tuviera como resultado el coordinar mejor la dirección de estas operaciones ideológicas "gay-friendly".
Como si esto no bastara, he aquí el día después la salida del armario de monseñor Charamsa, que ahora centralizará toda la atención mediática desplazándola desde el Sínodo para la familia hacia las uniones gay. De todas formas, sabiendo cómo funcionan los medios de comunicación, sin duda se deslizará la idea de una apertura en lo que atañe las relaciones homosexuales. Y es inevitable que la presión se sienta también dentro del aula, sobre todo porque no faltan -como hace un año- quienes desde dentro llevan adelante el mismo objetivo.
En estos días varios comentaristas han intentado sugerir que el temerario gesto de monseñor Charamsa comprometerá una posible apertura de los padres sinodales, dando fuerza a los conservadores, que se oponen a los cambios en la doctrina.
Totalmente erróneo: en realidad el lobby gay está ya recogiendo los resultados deseados. En el lenguaje de los obispos y teólogos ya está pasando la idea de que la homosexualidad no es un problema en sí, ni siquiera para los sacerdotes. Basta pensar en el editorial de Avvenire (sobre el papel que el periódico de la conferencia episcopal italiana ha tenido en los últimos 25 años en la promoción de la agenda gay volveremos en los próximos días): "El sacerdote homosexual no es un problema", dice el teólogo moralista don Mauro Cozzoli. Pues bien, la revolución ya se ha llevado a cabo. También el conciso comunicado de padre Lombardi censura modos y tiempos de la salida del armario de monseñor Charamsa, pero no dice nada acerca de la sustancia.
Podemos estar seguros de que esto no ha acabado aquí.
Publicado en La Nouva Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
Por el contrario, demasiados elementos llevan a considerar que se trata sólo del último episodio de una estrategia que viene de lejos y cuyo objetivo es utilizar el Sínodo para la familia con el fin de que el lobby gay existente dentro de la Iglesia dé un paso adelante decisivo, algo que llevamos denunciado desde hace años. El objetivo, en realidad, ya había sido desenmascarado en un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe hace exactamente 29 años, la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (números 8 y 9) en la que se afirma que hay un lobby dentro de la Iglesia vinculado al más amplio lobby gay en el mundo y cuyo objetivo es subvertir la enseñanza de la Iglesia, llevándola in primis "a aceptar la condición homosexual como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales". Firmado: cardenal Joseph Ratzinger.
Entonces podría parecer ciencia ficción; hoy vemos que dicha estrategia se está llevando a cabo de manera asombrosa, después de un discreto pero sistemático trabajo de infiltración que llega hasta los más alto niveles de la Santa Sede, pero también de las Iglesias nacionales, con Italia a la cabeza.
El doble Sínodo sobre la familia ha sido la ocasión para salir cada vez más al descubierto. Muchos padres sinodales, por ejemplo, se quejaron de que en la relación final del Sínodo de octubre de 2014 se añadiese un párrafo sobre las uniones homosexuales, tema que no se había discutido para nada en el aula (por otra parte es un Sínodo sobre la familia, por consiguiente ¿por qué se debería hablar de las personas con tendencias homosexuales?): algo claramente forzado y de lo que se acusó a la secretaría del Sínodo.
En estos meses, la cuestión gay dentro de la Iglesia -con el apoyo de los periódicos laicistas- se ha vuelto a proponer en varias ocasiones, pero alcanzó su punto álgido la semana pasada. Primero la entrevista del cardenal Walter Kasper al Corriere della Sera, en la que hizo la increíble afirmación de que "gay se nace"; después el conocido activista gay [Mo Rocca] llamado a ejercer de lector en la misa del Papa en Nueva York; por último, el gran misterio del encuentro del Papa en Washington con Kim Davis y Yayo Grassi.
Este último hecho merece una particular atención: efectivamente, durante dos días los medios de comunicación han contado indiscreciones y detalles sobre el encuentro en la nunciatura de Washington entre el Papa y Kim Davis, la funcionaria pública que fue arrestada (y después liberada) por negarse a firmar licencias para matrimonios gay. Pero el viernes pasado el portavoz de la Sala de Prensa vaticana, el padre Lombardi, disminuyó el valor del encuentro, distanciándose de las posiciones de la mujer. Una reconstrucción extraña, porque el Papa Francisco, en su viaje a los Estados Unidos, había tocado varias veces el tema de la libertad religiosa y en la rueda de prensa en el vuelo de vuelta a Roma había reivindicado con mucha claridad el derecho a la objeción de conciencia en estos temas por parte de los funcionarios del gobierno. El propio padre Lombardi se apresuraba a hacer saber que la única audiencia privada concedida por el Papa en Washington concernía a un ex alumno suyo. Pasan pocas horas y he aquí que mágicamente emergen detalles de esta reunión privada: el ex alumno es un homosexual que se ha presentado al encuentro con el Papa con su familia y su compañero sentimental.
Es una obra maestra mediática: se desactiva un "peligroso" acontecimiento en el que el Papa aparece claramente contrario a las uniones gay hasta el punto de animar a quien se opone a ellas con la objeción de conciencia y se difunden imágenes con las que se quiere dar a entender que el Papa Francisco bendice a las parejas gay. No importa en absoluto que las cosas hayan sido de otra manera; el efecto sobre los medios de comunicación en todo el mundo es el deseado, con la complicidad de la Sala de Prensa vaticana. Sería verdaderamente paradójico que la reforma de la Curia, que ha llevado a centralizar toda la comunicación del Vaticano en una única secretaría, tuviera como resultado el coordinar mejor la dirección de estas operaciones ideológicas "gay-friendly".
Como si esto no bastara, he aquí el día después la salida del armario de monseñor Charamsa, que ahora centralizará toda la atención mediática desplazándola desde el Sínodo para la familia hacia las uniones gay. De todas formas, sabiendo cómo funcionan los medios de comunicación, sin duda se deslizará la idea de una apertura en lo que atañe las relaciones homosexuales. Y es inevitable que la presión se sienta también dentro del aula, sobre todo porque no faltan -como hace un año- quienes desde dentro llevan adelante el mismo objetivo.
En estos días varios comentaristas han intentado sugerir que el temerario gesto de monseñor Charamsa comprometerá una posible apertura de los padres sinodales, dando fuerza a los conservadores, que se oponen a los cambios en la doctrina.
Totalmente erróneo: en realidad el lobby gay está ya recogiendo los resultados deseados. En el lenguaje de los obispos y teólogos ya está pasando la idea de que la homosexualidad no es un problema en sí, ni siquiera para los sacerdotes. Basta pensar en el editorial de Avvenire (sobre el papel que el periódico de la conferencia episcopal italiana ha tenido en los últimos 25 años en la promoción de la agenda gay volveremos en los próximos días): "El sacerdote homosexual no es un problema", dice el teólogo moralista don Mauro Cozzoli. Pues bien, la revolución ya se ha llevado a cabo. También el conciso comunicado de padre Lombardi censura modos y tiempos de la salida del armario de monseñor Charamsa, pero no dice nada acerca de la sustancia.
Podemos estar seguros de que esto no ha acabado aquí.
Publicado en La Nouva Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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