Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Santo Tomás de Aquino, «Doctor Humanitatis»

Zurbarán Apoteosis de Santo Tomás de Aquino
Francisco de Zurbarán, «Apoteosis de Santo Tomás de Aquino» (detalle, 1631). Museo de Bellas Artes de Sevilla.

por Ernesto Alonso

Opinión

Antes de que este extraño año llegue a su término, no quisiera dejar de recordar un oportuno aniversario para la Iglesia Romana, para la cultura católica y también para gloria del benéfico patrocinio de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) de la orden de frailes predicadores.

Tomás de Aquino, maestro del Humanismo Cristiano

El pasado mes de septiembre se cumplieron los cuarenta años del VIII Congreso Tomista Internacional, celebrado en la ciudad de Roma, al cierre del cual el Papa Juan Pablo II declaró a Santo Tomás de Aquino Doctor Humanitatis, Doctor de las Humanidades.  

El Aquinate ostentaba ya dignísimos títulos tales como el de Doctor Angélico, Doctor Communis Ecclesiae [Doctor Común de la Iglesia], conferido por el Pontífice Pablo VI en la Lumen Ecclesiae, y ahora este nuevo, un poco paradójico, tal vez, si se tiene en cuenta el de Doctor Angélico.

No obstante, con el nuevo nombre se busca que el magisterio de Tomás pueda alcanzar una mayor extensión. Hasta ahora su magisterio tenía vigencia en el horizonte de la Iglesia y era conocido como Doctor Communis Ecclesiae. Los valores de su doctrina lo hacen digno de ampliar el radio de acción a toda la humanidad, porque se abre a todas las culturas y puede entrar en diálogo con todos los que buscan la verdad, ha comentado el padre Abelardo Lobato, OP acerca del significado y del sentido de este nuevo título para nuestro maestro, fray Tomás.  

Santo Tomás de Aquino, Doctor Humanitatis, esto es, Doctor de las Humanidades o de las ciencias humanas; Doctor de un nuevo humanismo, que algunos prefirieron denominar "humanismo tomista" y otros, con más precisión, "humanismo cristiano". Nuevo humanismo cristiano. ¿Qué significa todo esto y cuánto nos compromete a nosotros, aspirantes al discipulado del más eminente doctor de la Iglesia católica?

Veamos  concisamente las razones por las que Juan Pablo II confiere este título a fray Tomás de Aquino, celebrando entonces los cuarenta años (1980-2020) de esta efeméride.

Fue hábito consumado del santo Doctor de Aquino la respetuosa escucha de todos los autores, fuesen pre-cristianos o no cristianos (árabes comentadores de los filósofos griegos; los mismos filósofos griegos), aun cuando no compartiera sus opiniones. De los griegos, Tomás intentaba superar sus dificultades expresivas, rudimentarias por cierto, para conocer sus intenciones profundas y su espíritu.

En esto se muestra Santo Tomás un "doctor humano" capaz de escuchar toda opinión, toda doctrina, acogiendo con benevolencia, distinguiendo y separando, no temiendo recibir alguna verdad de aquellos con quienes discrepa, pues “la verdad, quienquiera que la diga, proviene siempre del Espíritu Santo” (Super Ioannem, c. 1, lectio 3, et alibi). Aquí está presente la confianza en la Verdad Increada, esparcida como semina verbi en el género humano.

Santo Tomás de Aquino es doctor humano por su concepción de la verdad, comprensivo para con todos, sin abandonar la crítica cada vez que advertía el deber de hacerlo, pues la misión de sostener la verdad lo exigía y porque la verdad es el bien del entendimiento. Y en lo que atañe a su propia misión como doctor de la verdad católica, agrega fray Tomás que “así como propio del sabio es contemplar, principalmente, la verdad del primer principio y juzgar de las otras verdades, así también le es propio impugnar la falsedad contraria” (Contra Gentes, I, 1). Es el doble oficio del sabio que nuestro doctor explica glosando el libro de la Sabiduría, esto es, exponer la verdad divina e impugnar el error contrario a la verdad.

Cristo, modelo de hombre perfecto

Por otra parte, conviene tener presente el comienzo del otro discurso de Juan Pablo II, el conclusivo del IX Congreso Tomista Internacional –celebrado en Roma entre el 24 y 29 de septiembre de 1990– organizado por la Pontificia Academia Santo Tomás de Aquino y cuyo tema central fuera precisamente Santo Tomás, Doctor Humanitatis. Guía perenne de los estudios, “tal como yo mismo lo definí en el discurso de clausura del precedente Congreso de 1980”.

En  el número 1 de este discurso de 1990, con meridiana claridad y precisión, Juan Pablo II expresa que Santo Tomás merece este título por múltiples razones, que se pueden colegir del amplio y articulado programa del Congreso. Y ellas son, en particular, la afirmación de la dignidad de la naturaleza humana, tan neta en el Doctor Angélico; su conceptuación de la restauración y elevación del hombre a un nivel superior de plenitud en virtud de la Encarnación del Verbo; la exacta formulación del carácter perfectivo de la gracia como principio clave de la visión del mundo y de la ética de los valores humanos, tan bien desarrollada en la Summa; la importancia concedida por parte del Angélico a la razón humana en el conocimiento de la verdad y en el tratamiento de las cuestiones morales y ético-sociales.

Juan Pablo II, desde el comienzo mismo de su Pontificado, y en especial desde la encíclica Redemptor Hominis (1979), documento programático del gobierno pastoral de la Iglesia, no dejó pasar ocasión propicia para evocar la excelsa figura de Santo Tomás de Aquino.

Se trataba de un "nuevo humanismo" puesto que “el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre” y porque “el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 41 y 22, respectivamente).

Luego, entonces, la Humanidad de Cristo, es decir la Cristología, es el fundamento de la antropología de Santo Tomás. El Hombre Cristo es la clave de interpretación del hombre. El humanismo de Tomás de Aquino tiene un indisimulable sello cristológico, católico, y lejos está de representar las variadas trazas de innovadores humanismos que, desalojando a la Piedra Angular del Edificio, desamparan al hombre y lo abandonan a vientos y lluvias desoladoras.

Ernesto Alonso ha sido director de la sección argentina de la SITA (Sociedad Internacional Tomás de Aquino).

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