Una red criminal
A principios de julio, en los Estados Unidos, se estrenó con gran éxito la película Sound of Freedom [Sonido de Libertad], dirigida por Alejandro Monteverde (Bella, Little Boy), producida por Eduardo Verástegui y protagonizada por el reconocido actor Jim Caviezel (La Pasión de Cristo).
Dicha película, que se prevé se presente en México y otros países hispanos a finales de agosto, está basada en la historia real de Tim Ballard, un ex agente del gobierno que renuncia a su trabajo con el fin de embarcarse en la peligrosa misión de rescatar a incontables niños del horrible submundo del tráfico sexual de menores. La película tiene la gran cualidad de que, sin recurrir a escenas gráficas o a detalles escabrosos, logra sumergir al espectador en el horror de la trata de niños alrededor de los cuales giran tres mercados: el comercio sexual, la mano de obra esclava y la venta de órganos.
Desafortunadamente, el grave problema de la trata de personas, de acuerdo con la misma ONU, se ha incrementado a nivel mundial debido a la tibia (cuando no fría) respuesta de los gobiernos. En el 2020, las tasas de detección cayeron un 11% y las condenas se desplomaron un 27%, lo que ilustra una desaceleración mundial en la respuesta de la justicia penal contra la trata de personas. Esto, a pesar de que cada año, miles de hombres y mujeres, pero sobre todo niños, caen en manos de traficantes.
Además, a pesar de la extendida creencia de que dicho problema es mayor en los países en desarrollo, la realidad es que Estados Unidos es el mayor consumidor de sexo infantil en el mundo. Debido a ello, son innumerables los niños estadounidenses que desaparecen cada año para ser utilizados, junto con otros miles secuestrados en diversos países, en el tráfico sexual infantil. Ante esta dramática realidad, la película Sonido de Libertad busca crear conciencia en la población y presionar a los gobiernos a fin de acabar con la perversa esclavitud sexual infantil que crece gracias a la ignorancia de la mayoría, el silencio de varios y la complicidad de muchos.
De hecho, aunque la película ha recibido grandes elogios del público, varios medios de comunicación se han centrado en la “tendencia conservadora” de productores y actores, insinuando que este hecho resta credibilidad a la película, por lo que desaconsejan verla. Así, la nada confiable cadena de información CNN invitó al periodista Mike Rothschild para hablar sobre dicha película. Aunque el autor afirmó que el tráfico de niños es un problema real, rebajó su gravedad al acusar a la película de haber sido creada a partir de “estadísticas falsas y teorías de conspiración" a fin de provocar un generalizado "pánico moral". Al parecer, para muchos grandes medios de comunicación, la pedofilia y el tráfico de niños es un problema menor.
Esto, a pesar de que, de acuerdo con los productores de la película, la industria del sexo infantil genera 150.000 millones de dólares cada año y es la red criminal internacional de más rápido crecimiento que el mundo jamás haya visto; al grado que, actualmente, hay más personas esclavizadas sexualmente que cuando la esclavitud era legal, y cada dos minutos un niño es explotado en la industria del sexo.
Por desgracia, la industria del entretenimiento sigue promocionando, y cada vez más abiertamente, la sexualización de los niños. Como escribió el actor Kevin Sorbo en Twitter: “Los medios elogiaron a Cuties [Guapis] pero criticaron a Sound Of Freedom. Esto debería decirte todo lo que debes saber.”
Evidentemente el progresismo que, en nombre de unos falsos “derechos de los niños”, promueve la corrupción de la niñez, no ve con buenos ojos el crear conciencia sobre el tráfico sexual infantil. Ya que no se puede negar que la agenda de muchos políticos actuales, al promover la desintegración familiar, el aborto, el mal llamado matrimonio homosexual o la ideología de género (que sexualiza y pervierte a los niños) ha contribuido a aumentar, exponencialmente, la fragilidad y vulnerabilidad de los menores. Ni que decir del papel de varios políticos y organismos internacionales que, alegando que los niños tienen el derecho de “amar a quien o quienes decidan” buscan normalizar y empujar la legalización de la pedofilia.
Mientras tanto, incontables niños están siendo secuestrados y destrozados por la perversa industria de la trata sexual infantil. Pero también, muchos otros, sin necesidad de ser secuestrados, son esclavizados por un sistema que, al profesar un odio feroz a todo lo que es puro y sagrado, incluso la familia, promueve, tras una falsa “libertad y progreso”, las conductas más obscenas e inmorales mancillando la inocencia de los niños.
No es casual que, al tiempo que se cuestiona cada vez más el derecho natural a la patria potestad, en algunos lugares los niños están siendo arrebatados a los padres que se niegan a que sus hijos se deformen, hormonen y mutilen a fin de aparentar tener un sexo diferente a su sexo biológico. Al parecer, son muchos los que han olvidado la justa sentencia de Cristo, quien declaró: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Mas le valdría que le ataran al cuello una piedra y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños” (Lc 17, 1-2).
La película Sonido de Libertad nos presenta el infierno al cual toda sociedad que rechaza a Dios se encamina. Afortunadamente, hay esperanza. Hay, como lo muestra la película, varias personas que están dispuestas a arriesgar su vida a fin de acabar con la trata de niños.
Unámonos a ellos, en la medida de nuestras posibilidades, defendiendo la inocencia y pureza de los niños contra todo tipo de abusos, perversiones y esclavitud. Y esperemos confiados la promesa de Cristo: “En verdad os digo que todo cuanto hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).