Cardenal Robert Sarah
El jueves pasado, la Universidad Católica de Valencia reconocía públicamente y con toda justicia los méritos tan preclaros del cardenal Robert Sarah, acumulados en la trayectoria de su vida y su obra, y le otorgaba el título de Doctor Honoris Causa por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
El cardenal, de Guinea-Conakry, nacido en 1945, fue nombrado arzobispo de Conakry por San Juan Pablo II cuando sólo contaba 34 años, siendo entonces el más joven del mundo. Sus años como arzobispo de la capital guineana, marcados por la persecución –ya padecida en sus años de preparación al sacerdocio– del gobierno dictatorial marxista de Sékou Touré, fueron una búsqueda constante de la libertad de la Iglesia para evangelizar y del bien común que llevara a la construcción y cimentación humana y libre del país.
Fue presidente de la Conferencia Episcopal Guineana desde 1985 hasta 2001, año en el que el Papa San Juan Pablo II lo llamó a Roma para trabajar al servicio de la Santa Sede, como arzobispo secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (las Misiones). Tras nueve años de intenso y arduo trabajo en el dicasterio vaticano encargado de la propagación de la fe en los países de misión, el Papa Benedicto XVI, en octubre de 2010, lo nombra presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, donde, con el Papa, despliega una copiosa acción en favor de los más pobres y lleva a cabo la reforma de Caritas Internacional, de la Caritas Nacionales, diocesanas y parroquiales en todo el mundo, quitándoles toda apariencia de ONG y dándoles su verdadero sentido, procedente del Evangelio y de la identidad de la Iglesia, edificada sobre la verdad de la caridad que procede de Dios -no una obra meramente humana y filantrópica-, que expresa la fe auténtica en Dios revelado en Jesucristo, que actúa y es obra de Dios y de la caridad que viene de Dios. Ese mismo año de 2010 el mismo Benedicto lo nombra cardenal. En 2014, el Papa Francisco lo nombra prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Numerosas son las publicaciones y las conferencias que el cardenal Sarah ha ofrecido en diversos lugares del mundo. Entre ellas quisiera destacar algunos de sus libros, que han tenido tan grande difusión y han sido traducidos a más de diez lenguas. Destaco alguno de sus libros, como, por ejemplo, la trilogía Dios o nada (2015), La fuerza del silencio (2016) y Se hace tarde y anochece (2019). Habría que añadir el escrito con la colaboración de Benedicto XVI, Desde lo más hondo de nuestros corazones (2020). Y esperamos ver pronto la versión española de su última obra Al servicio de la verdad (2021), sobre los sacerdotes.
Si tuviera que elegir una palabra que definiera al cardenal Sarah sería la palabra "silencio". Él mismo, en Dios o nada, nos propone el camino para el personal e íntimo encuentro con la presencia silenciosa, pero viva e interior, de Dios en nosotros. Por eso, con su ejemplo silencioso de vida de oración y acción, quiere, por un lado, denunciar la dictadura del ruido del mundo actual y, por otro, quiere anunciar la virginidad espiritual, el silencio interior y la soledad, fundamentos necesarios para una vida con Dios, del que viene todo amor a los últimos, a los descartados y a los más pobres, y el defender sus verdaderos derechos.
Esta denuncia del ruido, que en el fondo es una denuncia de cómo el mundo quiere apartar a Dios, olvidar y silenciar a Dios, le ha llevado a pronunciar estas bellísimas palabras en el libro Se hace tarde y anochece, que por su valor cito textualmente: "Yo no estoy aquí para ser popular, ni para mejorar nuestras cifras en las iglesias o en las redes sociales. El profundo amor a todos mis hermanos en la humanidad que anima mi alma me impide callar (…). Nunca me haré cómplice con mi silencio de esta nueva ideología del odio al hombre y a la naturaleza humana".
En este retorno a Dios, insiste en la necesidad que el mundo de hoy tiene del testimonio de la vida de fe y religiosa, ya que ésta recuerda a un mundo impregnado del hedonismo que el camino de la salvación está marcado por la radicalidad del Evangelio que viven los consagrados a Dios a través de los consejos evangélicos. Ya sea en la vida activa como en la contemplativa, propone la oración como fuerza y cimiento de la vida consagrada y de sus apostolados. ¿Quién no encuentra tras esto a Santa Teresa de Jesús y a Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones?
Su disertación para el doctorado versó sobre La fe que opera por la caridad (Gal, 5,6), que bien pudiera resumirse en estas palabras suyas de su obra Dios o nada: "Si sabemos practicar la caridad, sabremos rendir culto a Dios y tomar el camino de la eternidad. Por la caridad nos abandonamos totalmente en Dios. Y es quien obra en nosotros, y nosotros obramos en Él y con Él".
Este es el hombre sencillo, el cardenal Sarah. El hombre de fe y oración, testigo de la verdad, el que ha llevado al máximo la renovación e intensificación de las Caritas, que no son una ONG, sino la presencia de la Iglesia de Dios, de la fe de la Iglesia que obra por la caridad. Caritas es aceptada mientras se la considere como la ONG de la Iglesia, pero no la obra de Dios y de la Iglesia que opera su fe por la caridad. Esto es lo importante y lo reconocido por una Universidad. El cardenal, doctor honoris causa por la Universidad Católica de Valencia, tan incomprendido e incluso mal tratado por algunos medios y poderes, tal vez anónimos, que quieren dominar y dividir la Iglesia, como otros poderes con nombres propios y cercanos que también quiere dividirla... Pero la Palabra no está encadenada y la verdad nos hace libres.
Publicado en La Razón.
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