Renovación de la moral
por Pedro Trevijano
Indudablemente, uno de los grandes problemas de la Iglesia hoy, especialmente tras el éxito de las ideas relativistas y de género, es si hay que modificar nuestra moral, la moral católica, o no.
El problema no es nuevo. Cuando yo decidí estudiar Moral, en los años anteriores al Concilio, la insatisfacción por cómo se explicaba la Teología Moral era casi general. En efecto, la Teología Moral era excesivamente dependiente del Derecho Canónico, no habiendo sido bueno para la Iglesia el que fuesen los canonistas quienes en los últimos siglos hicieran la Teología Moral, por el exceso de legalismo que ello llevó consigo.
No nos extrañe por ello que en el decreto sobre la formación sacerdotal del Concilio se diga: “Renuévense igualmente las demás disciplinas teológicas por un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la salvación. Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad” (Optatam Totius, nº 16).
Aunque hoy muchos se sienten también muy insatisfechos con la actual teología moral, el problema no es precisamente el mismo. Ante el Concilio hay tres actitudes: los que rechazan el Concilio y cualquier innovación, como si fuese posible que el Espíritu Santo y más de dos mil quinientos obispos se reuniesen durante cuatro sesiones para perder descaradamente el tiempo; los que se tomaron en serio los documentos conciliares y procuraron llevarlos a la práctica, lo que es por supuesto la postura católica; y finalmente, los que ven en el Concilio un punto de llegada y por tanto hay que ir más allá con una adaptación a los tiempos actuales que obliga a revisar toda la moral y muy especialmente en lo referente a la vida y a la moral sexual, de acuerdo con lo que enseña la ideología de género.
Está claro que los que toman esta postura no sólo están fuera de lo que dice el Concilio, sino que su postura se opone frontalmente a lo que dice la Iglesia e incluso a lo que dice la Revelación, con una oposición directa a lo que enseñan el quinto y el sexto mandamiento.
San Juan Pablo II nos dice sobre el respeto a la vida humana: "La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral (como sucede en la eutanasia) y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante" (Evangelium Vitae, nº 57).
También la Sagrada Escritura nos habla con frecuencia de los pecados contra el sexto mandamiento y así tenemos la condena del adulterio (Ex 20,14), de la fornicación en múltiples ocasiones y de las relaciones homosexuales (Rom 1,18-32).
Pero fijémonos en el texto conciliar. En él se nos pide que renovemos la moral, insistiendo para ello en “la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad”. Y es que una verdadera renovación de la moral tiene que fijarse mucho más en los aspectos positivos, en especial un mayor conocimiento de las Escrituras y de la Doctrina de la Iglesia. Personalmente hay tres textos de San Mateo que considero claves en esta renovación: el mandamiento del amor (Mt 22, 34-40); ”Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8); y “Buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33).
Y es que como dice Mateo en 15,1-20, de un corazón sucio y manchado sólo pueden salir malas acciones, mientras que en un corazón limpio Cristo está presente y tendrá ideas correctas, y esto vale especialmente en Teología Moral: sus obras le llevarán a la vida eterna feliz. Más concretamente, hemos de actuar siempre, incluso en las elecciones, en conciencia y como cristianos.
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