Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

Dos salesianos cuentan su experiencia siberiana en Yakutsk y Aldán, a 50 bajo cero

Misioneros en la ciudad más fría del mundo: atienden una parroquia de 3 millones de kilómetros

El padre Jozef Toth habla con un periodista yakuto en Yakutsk...
El padre Jozef Toth habla con un periodista yakuto en Yakutsk... superado un cáncer, vuelve a Siberia

P.J.Ginés

A unos 500 kilómetros al sur de Yakutsk, que es considerada la ciudad más fría del mundo, está Aldán, una población de 20.000 habitantes en Siberia, en la república de Sajá, dentro de la Federación de Repúblicas rusas. (Hay lugares más fríos, pero no son ciudades, sino aldeas o bases polares).

La temperatura media en Aldán en diciembre y enero es de -21ºC bajo cero (con una temperatura mínima media de -30ºC). A veces alcanza los -50 bajo cero.

Aldán acaba de cumplir 100 años. Nació en 1923 con la minería del oro. Además de ferrocarril y un pequeño aeropuerto, tiene algo que escasea en muchos cientos de kilómetros a la redonda: un cura católico.

Se trata del sacerdote misionero salesiano Jozef Tóth, natural de Eslovaquia. De joven pensaba ir al cálido Ecuador, pero lo mandaron a la gélida Yakutia en cuanto se hundió la Unión Soviética, en 1991. Yakutia, llamada más recientemente república de Sajá, tiene 3 millones de kilómetros cuadrados, es la mayor entidad regional del mundo. Y para evangelizarla en 2023 cuenta con 2 curas, y algunos hermanos salesianos, en Aldán y en Yakutsk. En Aldán le acompaña un hermano coreano. Ha tenido hace poco ayuda de dos religiosos de lugares cálidos, de Burundi y de la India.

Parroquia Cristo Sol de Verdad con nieve en Yakutsk, la ciudad más fría del mundo

Parroquia Cristo Sol de Verdad con nieve en Yakutsk, la ciudad grande más fría del mundo.

La parroquia católica de Yakutsk está dedicada a Cristo Sol de Verdad. La de Aldán, a San Nicolás. En la de Yakutks hay un curioso viacrucis pintado por el artista Sergey Avelev que muestra a Cristo y otros personajes con apariencia asiática. En Yakutia24.ru, el padre Jozef calculaba que un 40% de sus feligreses eran nativos de Yakutia. Abundan los feligreses filipinos y vietnamitas. Antes había parroquianos polacos y lituanos, pero casi todos se han trasladado más recientemente a la Unión Europea.

Via Crucis en la parroquia católica de Yakutsk, con rasgos orientales

Via Crucis en la parroquia católica de Yakutsk, con rasgos orientales.

Los primeros misioneros al caer la URSS

Tóth llegó tras la perestroika con otros dos salesianos, incluyendo un párroco veterano que hablaba bien ruso. Eran los primeros sacerdotes en llegar a Aldán en muchas décadas, incluso dos años antes que los curas ortodoxos. "La gente sabía muy poco sobre el mundo espiritual y la vida espiritual. Fuimos aceptados desde el lado humano. Había hambre de espiritualidad", recuerda, hablando con el diario católico eslovaco Svet krestanstva.

Los recién llegados pusieron anuncios en TV, radio y periódicos, explicando que ahora había curas católicos. Poco a poco, como es propio de salesianos, con actividades educativas, juveniles e infantiles, trabaron contacto con la gente. Organizaron obras de teatro, y también oratorios. Algunos estudiantes de esos años de final del siglo se hicieron católicos, pero casi todos emigraron después.

Confesándose con el párroco ortodoxo

Los curas católicos en la zona se llevan bien con el arzobispado ortodoxo (eparquía) que ocupa todo el territorio de Yakutia. "Tenemos buenas relaciones con el obispo, su vicario y los sacerdotes; nos reunimos, hablamos, y nos bendice", explica Tóth. También es muy amigo de su vecino el Padre Pavel, un sacerdote ortodoxo casado y con 6 hijos.

Durante un tiempo, Tóth estuvo solo en Yakutsk sin otro sacerdote a mano. Consultó al obispo ortodoxo y éste dio permiso a un sacerdote ortodoxo para confesarle durante unos meses. Hay algunos entornos ortodoxos muy anticatólicos, pero en este caso "tanto el obispo como el sacerdote eran altamente educados, tenían experiencia con países como Israel e Italia" y uno había sido misionero en Georgia, así que entendía la situación.

"El cristianismo llegó a Yakutia hace 400 años a través de sacerdotes ortodoxos. Pero la catequización y la evangelización no fueron profundas", explica. Los 70 años de comunismo y el materialismo ligado a la minería del oro generaron una cultura muy alejada de Dios.

Tras 30 años, unos 500 parroquianos muy dispersos

Parece que el primer cura católico que pasó por la zona fue un polaco en la segunda mitad del s.XIX atravesó Yakutia desde el Pacífico hacia Irkutsk. Había pioneros lituanos y polacos en su ruta, cazadores o mineros, a los que casó y cuyos hijos bautizó. Es casi seguro que no volvieron a ver ningún otro cura católico. Llegó el comunismo en 1917 y la iglesia católica en Siberia, que era pequeña, quedó oficialmente desmantelada.

El padre Tóth dice que en la actualidad hay personas de 30 y 40 años que tienen preguntas espirituales y se abren a preguntar por la fe católica. Quieren saber más de la Iglesia, de la oración, o simplemente sobre cómo afrontar mejor sus problemas.

Los católicos evangelizan con actividades sociales, oratorios y catequesis. Hacen conciertos de órgano, que atraen a un público. Y actividades de verano para niños. Tras 30 años de evangelización, cuentan con unos 500 parroquianos.

Los misioneros en los años 90 recorrían circuitos de hasta 700 kilómetros, por lo general por el río, visitando sobre todo 7 u 8 pueblos lejanos. Ahora la pastoral ha cambiado: la misión tiene menos voluntarios y se centra más en la pastoral de la ciudad.

Imágenes de enero de 2023 en Yakutsk, un invierno especialmente duro.

Parroquianos del Círculo Polar que vienen cada dos años

Con todo, hay católicos muy dispersos. "En Yakutsk, encontramos tres o cuatro familias ucranianas [católicas] que no conocíamos antes, ya veces conducimos para verlas. También hay parroquianos más allá del Círculo Polar Ártico. Vienen a Yakutsk una vez, cada dos o tres años, durante un mes más o menos".

"Una vez una mujer vino a mí desde más allá del Círculo Polar para ser bautizada. Le pregunté cuántos días más estaría en Yakutsk. Dijo que tres. Llamé al obispo esa tarde y le pregunté. El obispo me preguntó si la mujer creía y vivía correctamente. Le dije que sí. El obispo se lo pensó y me dijo que le enseñara lo básico y la podría bautizar. Pero esos son casos excepcionales. Hasta hoy ella reza, lee la palabra de Dios y viene a Yakutsk una vez cada dos o tres años".

Los peligros del frío extremo

Sobre el frío extremos en invierno, detalla que hay que evitar apresurarse porque es peligroso sudar o quedarse sin aliento: es importante, dice, inhalar por la nariz y proteger manos, pies, garganta y cabeza. Alguna vez que ha sentido que los pies se le enfriaban, enseguida ha buscado un radiador y los ha calentado. "Es importante no correr riesgos, no arriesgarse", detalla. Conoce personas que cayeron de una motonieve, se mojaron y perdieron tiempo intentando rescatar la moto. Aunque llegaron a un refugio después, ya era demasiado tarde, no tenían ni capacidad de encender cerillas y sufrieron congelación.

Él ha comprobado que en Yakutia siempre hay una semana que se alcanzan los -55 grados bajo cero. "El resto del invierno es alrededor de menos 40 a menos 45 grados. Es normal allí. Personalmente tolero bastante bien la temperatura hasta este valor. Por debajo de menos 40 ya lo siento más".

El misionero confirma que de día mantienen los motores de los coches encendidos para evitar que se congele el aceite, o bien se apagan solo media hora y luego se encienden de nuevo, para proteger la batería.

Es peligroso con ese frío que un automóvil viaje solo, por si se estropea. "La gente trata de recorrer largas distancias en invierno con dos o tres autos juntos. Muy pocos coches circulan por la taiga en invierno", detalla.

San Juan Bosco, icono en Yakutsk

San Juan Bosco, icono en Yakutsk, con los ríos, la parroquia y los mamuts que a veces se encuentran en el permafrost helado.

Pepitas de oro y carne cruda helada

También le consta que algunos vecinos pueden tener pepitas de oro, pero no las quieren vender porque temen que eso les meta en líos, que acudan autoridades y registren sus casas.

Sobre la comida, a él le gusta la "stroganina", que es "carne cruda de potro o pescado; rallan la carne congelada, la salan y listo. Para mí es un manjar. La gente de Yakutsk ni siquiera cocina completamente la carne, la comen semicruda, pensando que así ahorran algunas vitaminas". Pero hay voluntarios que han ido con los salesianos y no soportan esa comida.

Los efectos de la guerra de Ucrania

Sobre la guerra en Ucrania, constata que la lucha ha matado a jóvenes que conocía, enviados al frente. "Un chico que bauticé a los 4 años fue alcanzado por una mina. Le dañó los brazos y las piernas, estuvo en el hospital casi medio año. Veremos que pasa. Su mamá lo considera un héroe. Hay un voluntario que no regresó al pueblo, era hijo de una señora que conozco de hace 30 años. No regresó y dejó tres niños pequeños", explica.

También hay un feligrés que es marinero, sirvió al inicio de la guerra, volvió a casa en verano y se las arregló para no regresar al frente y quedarse con la familia. "Las madres, hermanas y esposas nos piden que oremos por estos muchachos, para que regresen con vida. Nuestra posición es de oración, de reconciliación y de tratar de animar a la gente", añade. Por el momento, ser extranjero, eslovaco, no le ha traído problemas.

Otra consecuencia de la guerra es que ya no hay vuelos directos a Europa. "Antes desayunábamos en Yakutia y cenábamos en Eslovaquia. Se podía hacer el viaje muy cómodamente en 13 a 15 horas. Ahora no se puede viajar en menos de dos días y es mucho más caro", detalla. Requiere dar un rodeo. De Yakutsk vuela a Moscú, de allí a Belgrado, en Serbia, país afín a Rusia, y de Serbia, a Viena, en Austria.

Tras el cáncer, de vuelta a la misión

Por edad, Jozef Tóth podría ya jubilarse, y además acaba de superar una enfermedad oncológica grave. Pero se  vuelve a Siberia.

Dice que al saber de su enfermedad "no me estremeció tanto como cuando escucho que otros han enfermado. Yo no sé por qué". Da gracias a Dios, a las oraciones de los demás, y a los médicos. "Después de dos años y medio los oncomarcadores son muy pequeños, casi insignificantes en comparación con lo que eran". "

"Pensé: si hay esta señal de la gracia y la providencia de Dios, ¿por qué no continuar trabajando? No tengo dolor ni ninguna dificultad, simplemente no puedo saltar sin romperme los huesos. Internamente, la enfermedad me liberó y me unió, cambió mi jerarquía de valores. A veces me arrepiento de que haya tenido que pasar tanto tiempo para darme un empujón espiritual", comenta. "Soy más libre, más alegre, más plantado en la viña de Dios. Sé que cada día es del Señor y de los demás, es un regalo".

De los gitanos a la Siberia profunda

Otro sacerdote salesiano, Marosh Peciar, daba más datos sobre la misión en Yakutia en otra entrevista en 2019 en el periódico católico eslovaco.

Él empezó trabajando 7 años con niños gitanos en Eslovaquia. Luego, en Pascua de 2013, llegó a Siberia. Vio que la misión salesiana estaba muy volcada en la pastoral ordinaria para intentar cosas nuevas. "Descubrimos que teníamos que trabajar con líderes a los que pudiéramos dejar la iglesia incluso si tuviéramos que irnos", detalló Peciar. "No fue fácil al principio, a mis cuarenta años de repente tuve que aprender un nuevo idioma, escribir sermones, porque aún no lo dominaba bien. Gracias a esto, una persona se somete a una limpieza interna". Con todo, el ruso y el eslovaco son ambas lenguas eslavas, y eso ayuda a los misioneros.

El sacerdote salesiano Marosh Peciar con jóvenes en Siberia

El sacerdote salesiano Marosh Peciar (con barba, en el centro) con jóvenes en Siberia; hay más de etnia yakuta que rusa o eslava.

Entre Aldán y la capital, Yakutsk, Peciar cuenta unos cien feligreses que ven cada semana en misa. Muchos son extranjeros de diferentes rincones del mundo. Y otros muchos viven muy lejos. "Tenemos alrededor de cinco pueblos indígenas alrededor de Aldán a los que vamos todas las semanas. Conseguimos ir a otros lugares una vez al mes, y a los más lejanos solo una vez al año".

La pastoral del WhatsApp

Una novedad ya en 2019 es que "casi todo el mundo tiene WhatsApp, incluso las abuelas. Vemos una gran ayuda en cómo podemos llegar a nuestros creyentes a través de la tecnología. Les enviamos catequesis, reflexiones o felicitaciones por vacaciones. Por supuesto, no hay sustituto para el contacto personal".

"Conocimos gente que nos dijo: 'Vivimos muy lejos y en condiciones difíciles. Ya pensábamos que Dios se había olvidado de nosotros. Pero has venido a compartir la fe con nosotros, y por eso sabemos que no es así'", explica, como experiencia misionera clave.

"Con nuestra oración e interés, tratamos de motivar a aquellos que no tienen la oportunidad de recibir los sacramentos con regularidad, a vivir su fe en una relación con Dios y convertirse ellos mismos en discípulos. Este modelo de guía espiritual debe basarse en la regularidad. Esa gente nos está esperando, y cuando no venimos, es una gran decepción para ellos".

Retos clásicos en Rusia: el alcoholismo y las familias sin padre

Sobre los retos de las familias en Siberia, como en el resto de la Federación Rusa, Peciar seguía señalando los dos clásicos soviéticos y postsoviéticos: el alcoholismo y las familias rotas, sin padre.

"Muchos niños crecen en familias donde la madre, la tía o la abuela es la cabeza de familia y el padre suele estar ausente o fluctuante. Las mujeres suelen tener hijos con dos o tres parejas. El papel del padre no parece ser importante para los hombres. Los jóvenes carecen de modelo para construir una familia funcional", lamentaba.

En este vídeo, un viajero argentino cuenta sus impresiones en Yakutsk (no pasa por la parroquia).

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