Respondiendo al artículo «El reciente auge de lo carismático en la Iglesia» de Tote Barreda
La fidelidad al deber de la oración
Hace poco más de un año, el papa Francisco nos regalaba esta catequesis:
Audiencia general del 21 de abril de 2021 - Catequesis 30. La oración vocal | Francisco (vatican.va)
En ella el Papa nos dejaba perlas de este calibre:
1.- La Palabra divina se ha hecho carne, y en la carne de cada hombre la palabra vuelve a Dios en la oración.
2.- Las palabras esconden sentimientos, pero existe también el camino inverso: ese en el que las palabras modelan los sentimientos.
3.- La primera oración humana es siempre una recitación vocal. En primer lugar, se mueven siempre los labios.
4.- Aunque como todos sabemos, rezar no significa repetir palabras, sin embargo, la oración vocal es la más segura y siempre es posible ejercerla.
5.- La oración de los labios, la que se susurra o se recita en coro, sin embargo, está siempre disponible, y es necesaria como el trabajo manual.
6.- Todos deberíamos tener la humildad de ciertos ancianos que, en la iglesia, quizá porque su oído ya no está bien, recitan a media voz las oraciones que aprendieron de niños, llenando el pasillo de susurros.
7.- Esa oración no molesta el silencio, sino que testimonia la fidelidad al deber de la oración, practicada durante toda la vida, sin fallar nunca. Estos orantes de la oración humilde son a menudo los grandes intercesores de las parroquias.
8.- Solo Dios sabe cuánto y cuándo su corazón está unido a esas oraciones recitadas: seguramente también estas personas han tenido que afrontar noches y momentos de vacío.
9.- Pero a la oración vocal se puede permanecer siempre fiel. Es como un ancla: aferrarse a la cuerda para quedarse ahí, fiel, suceda lo que suceda.
10.- Todos tenemos que aprender de la constancia de ese peregrino ruso, del que habla una célebre obra de espiritualidad, el cual aprendió el arte de la oración repitiendo infinitas veces la misma invocación: ¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de nosotros, pecadores! (cfr. CIC, 2616; 2667).
EL RECIENTE AUGE DE LO CARISMÁTICO EN LA IGLESIA
Tote Barreda escribía por su parte hace unos días este artículo. Es evidente el auge de lo carismático. En nuestra archidiócesis de Toledo ha sido asombroso. PERO.
Sin ánimo de hacer antagonismos, ni de expedir certificados de experiencias auténticas de Dios, está claro que cuando la gente busca fuera de sus realidades, lo hace porque su sed no se ha saciado donde están.
¿Y los que seguimos en esa realidad?
Para bien o para mal, venimos de una Iglesia muy cartesiana, donde la experiencia de Dios está muy estipulada -cuando no, acartonada- y en la cual hay poco lugar para la espontaneidad y el desbordamiento propios de la experiencia de la brisa suave que trae el Espíritu Santo.
No ser carismático no tiene porque llevar el carnet de lo estipulado y acartonado… El mismo padre Cantalamessa decía el pasado Adviento que bastaba invocar al Espíritu Santo cada mañana [en el Colegio lo hacemos cada mañana con el ofrecimiento del Apostolado de la Oración. Una fórmula y unas palabras… ¡pero, hechas oración!
«Ven, Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo. Señor mío y Dios mío Jesucristo: Por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu corazón, y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino. Te pido en especial: por el papa y sus intenciones, por nuestro obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones».
Y claro, como pasa lo que nos decía un director de ejercicios ignaciano (lo afectivo es lo efectivo), en una época de experiencias y sentimientos, la sobriedad de la oración mental y la meditación saben a poco.
Creo que son afirmaciones muy tajantes. Las 50 monjas de la comunidad que atiendo, no piensan NI VIVEN eso. Las MM. Bernardas que confieso, están recitando el Oficio a las 05:30 de la madrugada en el coro…
Y la meditación NO SABE A POCO.
Me dirán que no todo es cuestión de sabor, o de sentimientos. Y ciertamente, se trata de mucho más que eso. Pero cuando nuestra práctica diaria no produce emoción, cuando vivimos de chupar banco y aguantar tediosas homilías, repitiendo maquinalmente oraciones requetesabidas, cuando hace años que no vemos un milagro (ni se le espera), no nos extrañemos de que la gente busque un algo más, allá donde se lo ofrezcan.
La práctica diaria, la recitación de los salmos. El invitatorio , las laudes, la hora intermedia, las vísperas y el oficio… cuando se recitan despacio y se saborean las expresiones rezadas por el mismo Jesús (que después de más de 30 años “de rezos” nos las que requetesabemos) SÍ QUE SIGUEN PRODUCIENDO EMOCIÓN.
Otro artículo podríamos dedicarlo a las conversiones de la gente que se acerca al rezo del rosario (Historias del Rosario. Ahora y en la hora de la muerte. Goya Producciones – 2018), a la coronilla de la Divina Misericordia (El Rostro de la Misericordia – 2016) o al asombroso trabajo que sigue haciendo desde el cielo, san Luis María Grignion de Monfort con su Consagración total a María: el método de los 33 días.
A la gente le atrae el sentimiento, pero anhela mucho más. Anhela comunidad, presencia y vida. No le basta con que teológicamente seamos comunidad, sacramentalmente tengamos la presencia, y nominalmente tengamos la vida. Quiere palpar la salvación y empaparse de ella hasta los tuétanos, como quien se baña en un río de agua viva. Quiere un Jesús vivo, en una Iglesia vibrante, y eso solo lo da la experiencia de la vida en el Espíritu, la cual no es patrimonio exclusivo de ningún grupo de la Iglesia.
Lo que dices que se alcanza por esos otros LEGÍTIMOS CAMINOS, yo lo tengo y quien sigue por estas veredas… lo tiene y vive.
¿Y eso solo lo da la experiencia de la vida en el Espíritu?
El Espíritu es Señor, y cuando sopla, sopla por donde quiere. San Pablo nos dice que donde hay Espíritu y este es Señor, hay libertad. ¡Qué mayor libertad que la de poder vivir con toda la intensidad nuestro bautismo que nos hace hijos, amigos y familia de Dios!
Pues a san Ignacio le sopló a base de bien y lo que sirvió hace cuatro siglos… sigue valiendo a día de hoy. Te lo aseguro. Yo no dudo de lo que vivís en el Espíritu… no dudes de lo que viven los demás… los que también vivimos con toda la intensidad nuestro bautismo que nos hace hijos, amigos y familia de Dios.
PD. Hablando de todo esto con un compañero de seminario y presbiterio, que hace poco perdió a su padre, y que ha hecho el Seminario de Vida en el Espíritu (y no deja de reconocer la fuerza y valor de la oración vocal, como estoy seguro les pasará a muchos sacerdotes y seglares), me decía:
Me ha ocurrido varias veces (y, en concreto, lo experimenté con mi padre) que he visto como ancianos que han perdido sus facultades mentales por el alzhéimer o la demencia senil , se olvidan de todo, hasta del nombre de sus hijos. Pero casualmente o por “obra del Espíritu”, resulta que les invitas a rezar y sorprendentemente dicen el padre nuestro y el avemaría sin titubear, es decir esa oración vocal que de niños aprendieron no han desaparecido de su memoria… o cómo otras personas en los últimos momentos de su vida se santiguan constantemente o rezan jaculatorias de manera mecánica… Y yo me pregunto: si esas personas no hubiesen aprendido a rezar, ¿dónde acudirían en eso últimos momentos de su vida? o, dicho de otro modo: las generaciones jóvenes actuales si no han aprendido a rezar, en los últimos momentos de su vida ¡qué van a tener!... ¡NADA! A veces solo queda rezar esas oraciones de la infancia, pero si no las sabemos, nos quedaremos mudos y sin la poca memoria que nos puede dar la oración.