Viernes, 17 de mayo de 2024

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Verificación de la llamada (RB Pról. 14-21) - V

por Alfonso G. Nuño

 

 

Querer lo deseado, querer la divinización, es responder con uno mismo. Y a ése le está diciendo Dios en la Escritura: «aparta tu lengua del mal y no hablen tus labios el engaño; apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela» (Sal 34(33), 1415). ¿Y qué quiere decir esto?

 

Ciertamente cumplir los mandamientos, vivir conforme a las tablas de la Tora divina, como había hecho aquel joven (cf. Mt 19,16-22) que se acercó a Jesús con interés por saber qué había de hacer para heredar la vida eterna, la «vida verdadera y perpetua». Al menos en relación a la segunda tabla, en relación a los mandamientos que se refieren a los hombres. Pero la tabla que se remite a Dios, en ese pasaje evangélico, queda identificada con el mismo Jesús. Por eso, el deseo de vida eterna, el apetito de divinidad, se resuelve en el seguimiento de Cristo, que es nuestra paz (cf. Ef 2,14): «Busca la paz y síguela». He ahí la guía para dar en el blanco existencial.

 

Quien quiere ser perfecto, ha de dejarlo todo y seguir a Jesús (cf. Mt 19,21; Mc 1,18.20; Lc 5,11), quien quiere seguir la paz no puede andar mirando atrás (cf. Lc 9,62); el seguimiento es de una total radicalidad: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8,34).

 

Quien busca la paz, se encuentra con Cristo, pero para seguirle, para seguir la paz encontrada es preciso negarse a sí mismo y cargar con la cruz. El que hace de su «yo», de él mismo, un amén descubre que está llamado a una vida cultual, sacrificial.

 

El verdadero discípulo recibe una llamada a unirse al sacrificio de Cristo, que es culto al Padre y salvación de los hombres. Pero la víctima tiene que ser pura, de ahí la llamada a negarse a sí mismo, a purificarse de todo pecado y afecto desordenado, a desasirse  no simplemente de cosas materiales, sino de la figura de uno mismo configurada sobre los falsos dioses, moldeada desde la soberbia. Y así poder cargar con el mal del mundo, con la cruz, y subir tras Él a ser, sobre el Calvario, víctima con la única verdadera Víctima del único Sacrificio redentor.

 

 

[Foto por gentileza de una contertulia]

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