Con este sugestivo titulo la Fundación Mapfre ha organizado en su sede del madrileño Paseo de Recoletos, nº 23, una magna exposición que presenta 90 de las mejores creaciones de MANET, MONET, RENOIR, SISLEY, PISARRO y CEZANNE. Es decir lo mas selecto del impresionismo que alberga en sus muros el templo parisino del Museo d’ Orsay, actualmente en obras lo que ha permitido sacar de sus muros las grandes obras maestras que encierra. La muestra permanecerá en Madrid hasta el 22 de abril pasando luego a otras pinacotecas europeas y americanas. Los españoles tenemos la posibilidad de contemplar por primera vez un conjunto de obras de primera categoría como hasta la fecha no se había presentado en España, ni en cantidad ni en calidad. No seria exagerado afirmar que estamos ante la gran exposición del año en curso. Nos da la bienvenida a la muestra ni mas ni menos que el Pifano de Manet, la obra que supone ya en 1866 el nacimiento de un nuevo y original movimiento artístico que supone la mayor revolución en la cultura estética universal desde el renacimiento del siglo XV, y que mejor resume la complejidad artística del maestro francés , en una perfecta simbiosis entre modernidad y tradición. Manet es la puerta de entrada a una nueva manera de contemplar el mundo y es la llave e paso hacia la modernidad en el mundo de las Bellas Artes. Una vez mas el Arte con mayúscula va unido a sangrientos acontecimientos en la historia europea. Manet es contemporáneo de la guerra franco prusiana, testigo de la capitulación francesa en Sedan ante las tropas de Moltke y la ofensiva política de Bismarck que permite la creación del primer Reich. Acaba de nacer el Estado Alemán y simultáneamente un nuevo renacimiento artístico que implica un nuevo sistema de valores en la cultura europea. Francia será el epicentro de la misma, casi en exclusividad, lo que identifica una vez mas el arte y la guerra. El primer impresionismo es contemporáneo de los episodios de la Comuna de Paris, además del desastre de Sedan en 1870 y la caída del II Imperio. Los impresionistas buscan la transformación el mundo a través de sus pinceles. Entender la realidad vital desde nuevos parámetros. Esa es la alta misión de los grandes creadores. Y esa será la seña de identidad de los maestros impresionistas que hoy tenemos la posibilidad de admirar en Madrid. Insertar la creación estética en el nuevo mundo que se vislumbra. De ahí lo acertado del titulo de la Exposición. Hay un renacimiento en el mundo de creencias y valores que han presidido la cultura europea hasta este momento. Surge un nuevo lenguaje pictórico que además es plural. Junto a los novatores es decir los futuros impresionistas, la pintura académica se renueva y pone en marcha el Museo del Luxemburgo que servirá de albergue a las obras premiadas en los salones mas clásicos de la capital francesa. Es decir la renovación se da en todos los ámbitos culturales de Francia aunque sean los jóvenes impresionistas los que obtienen los mejores resultados. A destacar que a diferencia de lo que ha sucedido en otros momentos artísticos, impresionistas y academicistas viven en amigable y pacifica vecindad. El gran Manet llega a presentar sus obras en el Salón y ello no impide su reconocimiento como el padre e impulsor del nuevo estilo. El maestro francés esta muy influido por el arte español . Nuestro barroco pictórico es reverenciado por Manet que tiene a Velásquez como indiscutible referente. La influencia velazqueña en el grupo es reconocida por Whistler y esta también presente en la llamada Escuela de Batinoglles cuyos componentes conocemos en la obra de Fantin Latour de quien recientemente hemos admirado su gran exposición en el Museo Thyssen. La convivencia entre el grupo de los llamados academicistas y los nuevos impresionistas esta presente en la obra de Bazille o Puvis de Chavanne. Admitida la paternidad indiscutible de Manet en el nuevo movimiento artístico, sus continuadores lo llevarían a sus mas altas cimas. Claude Monet alcanzaría casi la perfección en sus series fluviales, junto con Auguste Renoir, aunque este ultimo denota una clara influencia de la pintura veneciana perceptible en sus sensuales pinceladas. Pisarro y Cezanne bebieron en los primeros impresionistas los rasgos fundamentales de su pintura muy sólida y constructivista. Plenitud de las pinceladas bien perceptible en sus bodegones o paisajes. Tras ellos la delicadeza de Edgar Degas con el que la renovación artística alcanza unas matizaciones especiales capaz e marcar definitivamente la superación del clasicismo. Estamos pues ante una magna exposición que recoge lo mejor del d’ Orsay que es tanto como decir de la capilla sixtina del impresionismo y que no debemos dejar de visitar.