Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Leyó un libro infantil sobre Jesús, «con muñequitos»

Vladimiro Roca, hijo del fundador del comunismo cubano, se bautizó en prisión: «Sólo Dios da amor»

Fernando de Navascués / ReL

Vladimiro Roca no era un joven comunista más. Su padre, Blas Roca, fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba y uno de sus dirigentes hasta su muerte. 

De hecho su mismo nombre, Vladimiro, se lo pusieron sus padres en recuerdo de Vladimir Illitch, "Lenin".

Vladimiro fue educado en el marxismo más ortodoxo. Su padre había participado en sublevaciones, había pasado por la cárcel, había escrito multitud de artículos y panfletos… Con la revolución y la llegada de la dictadura alcanzó puestos políticos.

Su padre, el más marxista

Blas Roca fue fiel a su ideología hasta la muerte y Fidel Castro lo alabó en su funeral:  "Fue un revolucionario ejemplar que dedicó por entero su vida a la causa de los humildes, maestro y conductor de comunistas por más de medio siglo, combatiente indoblegable que durante casi tres décadas dirigió el primer partido marxista-leninista de Cuba”.

Blas Roca, padre de Vladimir, con el carcelero de Cuba Fidel Castro

Vladimiro, piloto de caza soviético

Creciendo en ese ambiente familiar y social, a Vladimiro se le abría un futuro prometedor en la Cuba de Castro: en 1961, con 18 años, fue seleccionado para ingresar en la élite de pilotos de combate entrenados por la Unión Soviética. Vladimiro estaba allí, pilotando un MIG15, durante la crisis de los misiles de octubre de 1962. Volvió a Cuba en 1963, a la base aérea militar de Holguín. 

Ese año se produjo "una depuración al mejor estilo estalinista", con "juicios sumarios que condenaron a pena de muerte a 19 personas, fusiladas veinte minutos después de una apelación relámpago", recuerda Vladimir. "La ilegalidad y el irrespeto por la vida humana me marcó".

Vladimir pasó diez años en el ejército y volvió a la vida civil como economista al servicio del gobierno.

Corrupción y doble moral, a la vista

Este puesto de funcionario era una atalaya privilegiada para descubrir cómo se manipulaba al pueblo con absoluta impunidad, algo que Vladimir explica en una entrevista al semanario de Miami, La voz católica.

“Yo trabajaba en el Comité Estatal de Colaboración Económica, y tuve acceso a escritos que llegaban de la Unión Soviética sobre la glasnost y la perestroika. Allí se hablaba claramente de la violencia que se había producido en el país desde que Lenin tomó el poder hasta pocos años antes del gobierno de Gorbachev. Entonces me di cuenta de que se nos decía una cosa y hacían otra. Y esto me llevó al análisis de la situación cubana, de la doble moral. Nunca he podido pensar de una forma y actuar de otra”.

Y denuncia: “Entonces me empecé a sentir mal aquí en Cuba. Vi los métodos que se usan para controlar a la gente; que se ejercía la violencia, pero no tanto física como psicológica. Se compulsa al miedo para que la gente actúe con esa doble moral”.

Una esposa que volvió a la fe

El Estado cubano, que de todo acaba enterándose -o de casi todo-, despidió Vladimir Roca de su trabajo por defender la democracia y la libertad en Cuba.

Pero sus conflictos no era sólo políticos: “Yo estaba atravesando una crisis muy grande. Mi padre había muerto en 1987. Al poco tiempo murió mi esposa, Gudelia Piñeiro. Ella se había criado en un ambiente católico. Me contaba algunas cosas de las que le habían enseñado y aspectos de la vida de Cristo, aunque después de la revolución abandonó la Iglesia. Pero había contradicciones en ella. Tenía un rosario y al final de su vida se arrepintió de haberse apartado de la Iglesia y pidió que la velaran en una capilla”.

Vladimir tenía una lucha interior muy fuerte debido a lo que pensaba y a lo que tenía hacer. Tenía que buscar un camino evitando cualquier violencia que en sí misma es mala y “te lleva a hacer cosas que después te arrepientes”. Comenzó a encaminarse espiritualmente ya que en un momento dado vino a su mente algo que le dijo un antiguo amigo de Gudelia: “El único que da amor es Dios”.

Y Vladimir se puso en marcha: “Me di cuenta de que la violencia no se puede combatir con la violencia. Había leído un folleto que es para personas que no tienen conocimiento de Dios, como era el caso mío. Era un librito ilustrado para niños que se llama La historia más bonita del mundo. Es la vida de Cristo con muñequitos”.

En la iglesia y con obispos

Dios continuó moviendo los hilos y envió a un amigo católico a verle a su casa. Éste le hablaba de Dios, y cuando vio que ya estaba preparado le invitó a una celebración religiosa en la parroquia de Santa Rita.

Aquello debió impresionarle, pues poco después llegó a conocer a Manuel de Céspedes, actualmente obispo de la diócesis de Matanzas, con quien pudo conversar durante horas: “Me llevó a hacer un análisis retrospectivo de mi vida”.

Y al que siguió otro encuentro, esta vez con monseñor Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana. Éste le hizo ver la importancia de leer la Biblia y de contemplar cómo Dios había dirigido sus pasos por la vida aún sin saberlo él: “Cuántas veces había estado Dios en mi vida para salvarme de cosas muy concretas, que se me quedaron grabadas. Vi que Dios estaba conmigo, Cristo está en mí. Y empecé a ir a la iglesia para prepararme para hacer la comunión, pero primero tenía que recibir el bautismo”.

Con el Grupo de los Cuatro, a prisión

Sus inquietudes sociales le llevaron a unirse con otros disidentes más, formando el conocido “Grupo de los cuatro”: la economista Marta Beatriz Roque, el ingeniero Félix Bonne y el abogado René Gómez.

Publicó un artículo titulado “La Patria es de Todos” en el que denuncia la situación de los derechos humanos en Cuba y exige reformas políticas y económicas.

Como era más que previsible, Vladimir y el resto del equipo (Marta Beatriz Roque, Felix Bonne y René Gómez) fueron detenidos el 16 de julio de 1997 y procesados por sedición en marzo de 1999. Roca fue condenado a cinco años de prisión. Sus compañeros fueron puestos en libertad algún tiempo después, pero no así Vladimir, que cumplió prácticamente su condena.

Huelga de hambre de Vladimiro Roca y sus compañeros

Dureza contra el hijo del camarada

A juicio del Comité de Derechos Humanos de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. debido a que fue “objeto de un tratamiento particularmente grave porque había sido miembro del Partido Comunista de Cuba y su padre había sido uno de sus miembros fundadores”. Es decir, se ensañaron con él.

El hijo del gran prohombre del marxismo en Cuba ingresó en la cárcel sin bautizar y salió católico bautizado y convencido. En efecto, el 24 de septiembre de 1999, en una celebración sencilla y discreta, pero emocionante, dentro de la cárcel, Vladimir Roca fue bautizado.

Leer la Pasión en una cárcel cubana

La experiencia constante de Dios me permitió soportar el tiempo en prisión. Cuando entré en la cárcel de Ariza yo creí que no resistiría. Pero Dios nunca nos pone pruebas que sean superiores a la fuerza que necesitamos para soportarlas. La celda –explica- era de 1,50 metros de ancho por 1,86 de largo. Me levantaba temprano y hacía las oraciones. Leía las lecturas de la Biblia de ese día. Cada vez que me sentía muy deprimido leía la Pasión del Señor. Fue una experiencia que me ha permitido reconciliarme en un medio violento. He podido vivir en paz con los presos y las autoridades”.

Vladimir Roca estuvo en prisión cinco años: de 1997 a 2002. Cuando salió de la cárcel (era en vísperas de una visita del ex presidente de EEUU Jimmy Carter), lo primero que expresó fue su deseo de prepararse para la Primera Comunión y la Confirmación. A lo que añadió: “El único camino es Cristo, y es quien me impulsa a buscar que nos reconciliemos. Nuestra solución, nuestra libertad sólo es posible a través del amor”.

Desde entonces se ha destacado por su constante y pacífica lucha por los derechos humanos en la isla caribeña.

Asediados y en huelga de hambre

No es tarea fácil, incluso bien entrado el siglo XXI. En 2009, por ejemplo, fue sometido a un asedio con acoso, violencia, allanamiento de morada, cerco policial y de activistas del régimen en su residencia, que tiraban piedras a los disidentes. Estaba acompañado de militantes de la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios: la periodista Georgina Noa Montes, Lázaro Yuri Valle, Eriberto Liranza Romero, Yunier Reina Hernández y Zoila Hernández Díaz. Respondieron con una huelga de hambre.

El diario de ese asedio, con vídeos, fotos y un recuerdo de lo que significó, incluso en esta época de Internet, puede consultarse en www.sitiadoscubanos.com .

Con más de 70 años, Vladimiro Roca, hijo del camarada y presidente Blas, hijo también de Dios por el bautismo, sigue luchando, rezando y esperando ver una Cuba libre.


Artículo publicado en ReL el 23 de abril de 2013

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