Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Vivir la fe

por Juan del Carmelo

Para vivir la fe cada uno tiene su camino, camino este, que puede ser diametralmente opuesto al de otro y el camino de cada uno siempre será bueno, mientras que no se salga de los cauces marcados por el Señor, por medio del sucesor de San Pedro que tiene la facultad de atar y desatar.

 

Acabo de leer en el blog del P. Garcia Inza, una glosa titulada “Carta abierta de Kiko Arguello, iniciador del Camino Neocatecumenal”. La carta es fenomenal y muy respetuosamente, resalta tanto las partes positivas de este movimiento como las que a su juicio estima negativas. Como era de esperar, se ha formado un guirigay de comentarios en todos los sentidos positivos y negativos. Como síntesis acerca de ellos, observo que media una falta de humildad en asimilar la crítica, y es que la soberbia humana la tenemos todos a flor de piel.

 

Corporal y espiritualmente somos personas creadas distintamente, aunque todos hemos sido creados a imagen y semejanza divina. Pero semejanza no es igualdad, y esta falta de igualdad que tenemos con nuestro Creador, también la tenemos todos entre sí, tanto en relación a nuestros cuerpos como en relación a nuestras almas. Este hecho de desigualdad, corporalmente es muy fácil constatarlo no hay nada más que salir a la calle y veremos que todos tenemos un rostro distinto, excepto los chinos naturalmente, que aunque sean también diferentes, nosotros los vemos a todos iguales y lo que es curioso, es que ellos a su vez nos ven a todos nosotros iguales. Pero dejando a un lado la broma y esta cuestión de la igualdad entre las personas, también existe la desigualdad entre los animales, y aunque a casi todo el mundo le parezca que son iguales, tenemos por ejemplo, a los caballos que para casi todo el mundo tienen la misma cara, y sin embargo son diferentes, al igual que los árboles o las plantas. Toda esta desigualdad, no es más que una de las muchas expresiones, que la naturaleza nos ofrece sobre la grandeza de Dios. Dios es ilimitado en todo por ello tiende en sus acciones a la desigualdad a diferencia del hombre que es limitado también en todo y su inteligencia no le permite crear nada más que en series, se trate del producto que se trate y que él realiza. El hombre si no crea en serie, nunca puede crear en cantidad. 

 

El tema que nos interesa aquí, es el de las  desigualdades del alma humana, pues también todos tenemos un alma distinta de los demás y un nombre que solo Dios conoce. Se puede leer en el Apocalipsis “El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré maná escondido; y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe” (Ap 2,17). Esta distinta clase de alma que cada uno tenemos, nos lleva a vivir la fe de forma diferente, nos lleva a que existan determinadas corrientes de orden espiritual, a que no existan dos santos que hayan alcanzado su santidad de idéntica forma, a que existan distintas órdenes y movimientos religiosos, creados con un distinto carisma fundacional. Todo es positivo, si al final cumple con la voluntad de Dios. Hemos sido creados para vivir inmersos en el amor de Dios y glorificarle eternamente, y ahí se encontrará nuestra eterna y verdadera felicidad y por lo tanto todo lo que tienda y nos lleve a ese fin, es laudable.

 

Unos se sienten con fuerzas, y Dios se las da para que recorran el camino por su cuenta y riesgo, a otros les parece conveniente asociarse a un movimiento eclesial, de los muchos que hay para ayudar a sostener a los demás y que estos le ayuden a él. Estos movimientos han surgidos muy recientemente en la historia de la Iglesia. Antiguamente solo existían órdenes religiosas, en las que sus miembros, salvo los hermanos legos, eran siempre personas ordenadas sacramentalmente. En la actualidad, los más conocidos de estos movimientos son: Opus Dei, Regnum Christi, Comunión y liberación, Schoensttat, Comunidad de San Egidio, Focolares, Renovación carismática, Camino neocatecumenal y otros varios, sin que esta lista pretenda ser exhaustiva ni relevante en relación con la importancia de cada uno de estos movimientos, que son los que mi memoria recuerda en este momento. Por falta de conocimiento, o por otras razones menos justificativas, todos estos movimientos han tenido y tiene  muchas voces críticas. Unas provienen de personas de buena fe y otras, de personas con no tanta buena fe. En el primer caso estas críticas, más hacen referencia a una determinada actitud de un miembro del movimiento que realizó o hizo algo incorrecto y se le juzga al movimiento por la conducta de este miembro, o también por la idea de que todos debemos de estar uniformados, para alcanzar la salvación y el movimiento de que se trate no tiene o no usa el uniforme, que al que critica le parece correcto.

 

Pero volviendo al tema de las desigualdades, estas lo mismo que se dan en nuestro cuerpos, también se dan en nuestras almas, y nuestro Creador lo que quiere es que lleguemos a Él por el camino que creamos más idóneo, pues en esto también nos ha dado libertad de escoger. Podemos escoger un camino u otro, según nos parezca, pero siempre que este camino se atenga a las normas que marca el Vicario de Cristo en la tierra que es el papa, cualesquiera que este sea, que ha heredado de San Pedro la facultad que el Señor le dio cuando le dijo en Cesárea de Filipo al pie del Monte Hermón: Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que  desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,18-19).

Existe la nefasta costumbre de catalogar estos movimientos eclesiales en “progres” o “carcas”. Si partimos de las forzadas interpretaciones, que muchas veces se han hecho de los textos del Vaticano II, vemos que estas interpretaciones, nos han traído estos pretendidos enfrentamientos, que continuamente están azuzando desde fuera de la Iglesia, personas que muchas veces en su vida han pisado una iglesia. No existen movimientos “progres ni “carcas”, sino solo movimientos creados al amparo de un carisma divino, que no es igual al de otro carisma igualmente de creación divina. Pensemos que aunque no nos gusten algunas manifestaciones de alguno de estos movimientos, todos tienen la bendición del Vicario de Cristo en la tierra.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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