Viernes, 03 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Dios ama con un amor sin límites, que ni el pecado puede frenar, proclama el Papa Francisco

Francisco dedica las audiencias públicas de los miércoles a sus catequesis sobre la misericordia de Dios
Francisco dedica las audiencias públicas de los miércoles a sus catequesis sobre la misericordia de Dios
El Papa Francisco, una semana más, se ha reunido con miles de fieles en la plaza de San Pedro en ocasión de la audiencia general. Venidos de todas las partes del mundo, los peregrinos allí congregados han manifestado su alegría y entusiasmo con la llegada del Pontífice en el papamóvil.

Este miércoles y en el contexto del Jubileo ha proseguido con las catequesis que está realizando desde hace varias semanas, sobre la misericordia.

Así, en el resumen hecho en español, ha recordado que el profeta Jeremías se dirige a los israelitas que habían sido deportados y les anuncia el regreso a su tierra.

“Esta vuelta a la patria es signo del amor infinito de Dios que no abandona a sus hijos, sino que los cuida y los salva”, ha asegurado. Además, ha señalado que “el exilio fue una experiencia muy dura para el pueblo de Israel e hizo que su fe vacilase”. También nosotros –ha añadido– podemos vivir a veces algún tipo de exilio, como la soledad, el sufrimiento, la muerte, que nos hace pensar que estamos abandonados por Dios.

A este punto, el Santo Padre ha reconocido que nos podemos preguntar ‘¿Dónde está Dios?’ A propósito ha explicado que “Jeremías nos da una respuesta: Dios está cerca de nosotros, es fiel y hace grandes obras de salvación en favor de quien espera en él”.

Dios –ha proseguido– ama con un amor sin límites, que ni el pecado puede frenar, y hace que el corazón del hombre se llene de alegría y de consolación.

Finalmente, el Papa ha precisado que “Jesús ha llevado a plenitud el anuncio del profeta. Su pasión, muerte y resurrección es la expresión definitiva y más plena del amor misericordioso de Dios, que nos devuelve del exilio, nos conforta en las adversidades y nos concede alegría, paz y vida eterna”.

A continuación, Francisco ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. A ellos les ha animado “a no desfallecer ante las dificultades y a confiar siempre en la fidelidad de Dios. Él, con su misericordia, los consolará y les hará plenamente felices”.

Para concluir la audiencia, el Santo Padre ha dedicado unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. De este modo, ha recordado que mañana jueves es la fiesta de san Patricio, apóstol de Irlanda. Por eso ha pedido que “su vigor espiritual” estimule a los jóvenes a “ser coherente con la fe”.

Igualmente ha deseado que la confianza del santo en Cristo Salvador sostenga a los enfermos “en los momentos de mayor dificultad”. Y para finalizar ha exhortado a que la dedicación misionera de san Patricio recuerde a los recién casados “la importancia de la educación cristiana de los hijos”.

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Libro del profeta Jeremías, los capítulos 30 y 31 son llamados “libro de la consolación”, porque en ellos la misericordia de Dios se presenta con toda su capacidad de confrontar y abrir el corazón de los afligidos a la esperanza. Hoy queremos también nosotros escuchar este mensaje de consolación.

Jeremías se dirige a los israelitas que han sido deportados a tierras extranjeras y pre-anuncia el regreso a la patria. Este regreso es signo del amor infinito de Dios Padre que no abandona a sus hijos, sino que los cuida y los salva.

El exilio había sido una experiencia catastrófica para Israel. La fe había vacilado porque en tierra extranjera, sin el templo, sin el culto, después de haber visto el país destruido, era difícil continuar creyendo en la bondad del Señor. Me viene a la mente la cercana Albania y como después de tantas persecuciones y destrucciones ha logrado levantarse en su dignidad y en la fe. Así había sufrido los israelitas en el exilio.

También nosotros podemos vivir a veces una especie de exilio, cuando la soledad, el sufrimiento, la muerte nos hacen pensar de haber sido abandonados por Dios. Cuántas veces hemos escuchado esta palabra: “Dios se ha olvidado de mi”.

Muchas veces personas que sufren y se sienten abandonadas. Y cuántos de nuestros hermanos en cambio están viviendo en este tiempo una real y dramática situación de exilio, lejos de su patria, en sus ojos todavía las ruinas de sus casas, en el corazón el miedo y muchas veces, lamentablemente, ¡el dolor por la pérdida de personas queridas! En estos casos uno puede preguntarse: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo es posible que tanto sufrimiento pueda golpear a hombres, mujeres y niños inocentes?

Y cuando tratan de entrar en otra parte les cierran la puerta. Y están ahí, al límite porque tantas puertas y tantos corazones están cerrados. Los migrantes de hoy que sufren el aire, sin alimentos y no pueden entrar, no reciben la acogida. ¡A mí me gusta mucho escuchar, cuando veo a las naciones, los gobernantes que abren el corazón y abren las puertas!

El profeta Jeremías nos da una primera respuesta. El pueblo exiliado podrá regresar a ver su tierra y a experimentar la misericordia del Señor. Es el gran anuncio de consolación: Dios no está ausente, ni siquiera hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de salvación para quien confía en Él.

No se debe ceder a la desesperación, sino continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos liberará de todo temor. Por eso Jeremías da su voz a las palabras del amor de Dios por su pueblo: «Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad. De nuevo te edificaré y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo te adornarás con tus tamboriles y saldrás danzando alegremente» (31,3-4).

El Señor es fiel, no abandona en la desolación. Dios ama con un amor sin fin, que ni siquiera el pecado puede frenar, y gracias a Él el corazón del hombre se llena de alegría y de consolación.

El sueño consolador del regreso a la patria continua en las palabras del profeta, que dirigiéndose a cuantos regresaran a Jerusalén dice: «Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer» (31,12).

En la alegría y en la gratitud, los exiliados retornaran a Sión, subiendo al monte santo hacia la casa de Dios, y así podrán de nuevo elevar himnos y oraciones al Señor que los ha liberado. Este regreso a Jerusalén y a sus bienes es descrito con un verbo que literalmente quiere decir “afluir, correr”. El pueblo es considerado, en un movimiento paradójico, como un río caudaloso que corre hacia la altura de Sión, subiendo hacia la cima del monte. ¡Una imagen audaz para decir cuánto es grande la misericordia del Señor!

La tierra, que el pueblo había debido abandonar, se había convertido en presa de los enemigos y desolada. Ahora, en cambio, retoma vida y florece. Y los exiliados mismos serán como un jardín irrigado, como una tierra fértil. Israel, llevado a su patria por su Señor, asiste a la victoria de la vida sobre la muerte y de la bendición sobre la maldición.

Y así el pueblo es fortificado y – esta palabra es importante: ¡consolado! – es consolado por Dios. Los repatriados reciben vida de una fuente que gratuitamente los irriga.

A este punto, el profeta anuncia la plenitud de la alegría, y siempre en nombre de Dios proclama: «Yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción» (31,13).

El salmo nos dice que cuando regresaron a su patria la boca se les llenó de sonrisa; ¡es una alegría tan grande! Es el don que el Señor quiere hacer también a cada uno de nosotros, con su perdón que convierte y reconcilia.
El profeta Jeremías nos ha dado el anuncio, presentando el regreso de los exiliados como un gran símbolo de la consolación dado al corazón que se convierte.

El Señor Jesús, por su parte, ha llevado a cumplimiento este mensaje del profeta. El verdadero y radical regreso del exilio y la confortante luz después de la oscuridad de la crisis de fe, se realiza en la Pascua, en la experiencia llena y definitiva del amor de Dios, amor misericordioso que dona alegría, paz y vida eterna. 

(Traducción del italiano por Renato Martinez, de Radio Vaticano)
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