Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

¿Cuál es el sentido del Año Santo? Francisco lo explica: reconocerse pecador y pedir Su misericordia

Zenit

El Papa Francisco explica que la misericordia que el mundo necesita nace de Dios y su piedad
El Papa Francisco explica que la misericordia que el mundo necesita nace de Dios y su piedad
¿Qué significa el Año Santo? Esta es la pregunta a la que el papa Francisco ha querido responder esta mañana en la audiencia general en la plaza de San Pedro, un día después de abrir la Puerta Santa de la Basílica y dar inicio al Año Jubilar de la Misericordia.

Fieles venidos de todas las partes del mundo, han acudido a la plaza para escuchar las palabras del Santo Padre. Previamente, ha realizado el paseo habitual en el papamóvil para saludar a la multitud allí reunida. Los niños, como es costumbre, eran acercados hasta el jeep y el Pontífice les daba su bendición.

En el resumen de la catequesis que el Papa ha hecho en español, ha explicado que “ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿Qué significa este Año Santo?”

De este modo, el Santo Padre ha precisado que “celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios”.

Se trata pues --ha observado-- de una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su presencia y cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad. Además, ha añadido, “significa aprender que el perdón y la misericordia es lo que más desea Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia”.

Pero, frente a tantas necesidades en el mundo, ha preguntado Francisco, “¿es suficiente con contemplar la misericordia de Dios?” A lo que ha respondido que “ciertamente, hay mucho que hacer. Pero, hay que tener en cuenta que la raíz de la falta de misericordia está en el amor propio, que se reviste bajo el manto de la búsqueda del propio interés, de los placeres, los honores y las riquezas”.

Y ha añadido que también en la vida de los cristianos está presente bajo el aspecto de la hipocresía y la mundanidad. Por eso, ha concluido el Pontífice, “necesitamos reconocer que somos pecadores, para que se fortalezca en nosotros la certeza de la misericordia de Dios”.

A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Y ha deseado que “la Virgen María, Madre del Salvador y madre nuestra, nos ayude para que en este Año Santo podamos experimentar la misericordia de Dios y manifestarla a los demás”.

En la conclusión de la audiencia, después de los saludos en todas las lenguas, el Papa ha pedido que “la Virgen María interceda por nosotros, para que este Año Santo sea rico de copiosos frutos y, todos experimentemos el cuidado de Dios por nosotros, guíe nuestro actuar según las obras de misericordia corporales y espirituales, que todos estamos llamados a vivir”.

Finalmente, ha dirigido un saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. De este modo ha deseado que “la Madre de Jesús os enseñe, queridos jóvenes, a acoger en vuestro corazón el nacimiento del Salvador”.

Para los enfermos ha pedido que “les ayude a confiarse siempre a los brazos de la Divina Providencia”. Y que conceda a los recién casados, “hacer de la misericordia el criterio de vuestra vida matrimonial”.

Texto completo de la catequesis del miércoles

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Ayer he abierto aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, después de haberla abierta ya en la Catedral de Bangui en República Centroafricana. Hoy quisiera reflexionar junto a ustedes sobre el significado de este Año Santo, respondiendo a la pregunta: ¿Por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto?

La Iglesia necesita de este momento extraordinario. No digo es bueno para la Iglesia este tiempo extraordinario, no, no, digo la Iglesia necesita de este momento extraordinario. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución peculiar, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera cada límite humano y resplandece sobre la obscuridad del pecado, podamos transformarnos en testigos más convencidos y eficaces.

Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención sobre el contenido esencial del Evangelio: Jesús la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios. Celebrar un Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo al centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades lo específico de la fe cristiana, es decir, Jesucristo, Dios misericordioso.

Un Año Santo, por lo tanto, para vivir la misericordia. Si, queridos hermanos y hermanas, este Año Santo nos es ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia al lado de nosotros y su cercanía, sobre todo en los momentos de mayor necesidad.

Este Jubileo, en resumen, es un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente “aquello que a Dios le gusta más”. Y, ¿qué cosa es lo que “a Dios le gusta más”? Perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, de modo que también ellos puedan a su vez perdonar a los hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo.

Esto es aquello que a Dios le gusta más. San Ambrosio en un libro de teología que había escrito sobre Adán toma la historia de la creación del mundo y dice que Dios, cada día después de haber creado la luna, el sol o los animales, el libro, la Biblia dice “y Dios dijo que esto era bueno” pero cuando ha creado al hombre y a la mujer la Biblia dice “Dios dijo que esto era muy bueno” y San Ambrosio se pregunta por qué dice “muy bueno” por qué -dice- está tan contento Dios después de la creación del hombre y de la mujer, porque finalmente tenía a alguno para perdonar. Es bello, eh.

La alegría de Dios es perdonar, el ser de Dios es misericordia, por esto este año debemos abrir el corazón, para que este amor, esta alegría de Dios nos llene, nos llene a todos nosotros de esta misericordia.

El Jubileo será un “tiempo favorable” para la Iglesia si aprendemos a elegir “aquello que a Dios le gusta más”, sin ceder a la tentación de pensar que haya algo más importante o prioritario. Nada es más importante que elegir “aquello que a Dios le gusta más”, ¡su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias!

También la necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia es un medio que debe conducirnos a hacer la experiencia viva y vivificante de la misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la Iglesia de ser aquella ciudad puesta sobre un monte que no puede permanecer escondida (cfr Mt 5,14). Solamente resplandece una Iglesia misericordiosa. Si debiéramos, aún solo por un momento, olvidar que la misericordia es “aquello que a Dios le gusta más”, cada esfuerzo nuestro sería en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de nuestras instituciones y de nuestras estructuras, por más renovadas que puedan ser, pero siempre seríamos esclavos.

«Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber estado reencontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos» (Homilía en las Primeras vísperas del domingo de la Divina Misericordia, 11 abril 2015): este es el objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo. Así reforzaremos en nosotros la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo más humano. Especialmente en estos nuestros tiempos, en que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente, y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia.

Cierto, alguno podría objetar: “Pero, Padre, la Iglesia, en este Año, ¿no debería hacer algo más? Es justo contemplar la misericordia de Dios, pero ¡hay muchas necesidades urgentes!”. Es verdad, hay mucho por hacer, y yo en primer lugar no me canso de recordarlo. Pero es necesario tener en cuenta que, a la raíz del olvido de la misericordia, está siempre el amor proprio. En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses, de placeres, de honores unidos al querer acumular riquezas, mientras que en la vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y de mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia.

Los lemas del amor propio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son totalmente tantos y numerosos que frecuentemente no estamos ni siquiera en grado de reconocerlos como límites y como pecado. He aquí por qué es necesario reconocer el ser pecadores, para reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina. “Señor, yo soy un pecador, Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia” y esta es una oración bellísima, es fácil eh, es una oración fácil para decirla todos los días, todos los días: “Señor yo soy un pecador, Señor yo soy una pecadora, ven con tu misericordia”.

Queridos hermanos y hermanas, deseo que en este Año Santo, cada uno de nosotros tenga experiencia de la misericordia de Dios, para ser testigos de “aquello que a Dios le gusta más”. ¿Es de ingenuos creer que esto pueda cambiar el mundo? Si, humanamente hablando es de locos, pero «porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres» (1 Cor 1,25). Gracias.

(Traducción de la catequesis del italiano por Mercedes De La Torre, Radio Vaticano)
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