Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

En su catequesis semanal, Francisco ora por Tierra Santa y pide al Espíritu que una a los cristianos

Como cada miércoles, Francisco quiso pasear entre los peregrinos de la Plaza de San Pedro
Como cada miércoles, Francisco quiso pasear entre los peregrinos de la Plaza de San Pedro
Han pasado menos de 48 horas desde que el Santo Padre Francisco llegó a Roma de vuelta de su intensa peregrinación en Tierra Santa. Y parece que han sido suficientes para que Francisco retome su actividad con total normalidad.

En la mañana del miércoles el papa Francisco salió a la plaza de San Pedro en el jeep descubierto para su ya tradicional paseo entre los fieles, para poder saludar y especialmente dar un beso y una bendición a los niños.

La plaza estaba repleta de peregrinos venidos de todas partes del mundo que con gran entusiasmo gritaban ¡viva el Papa! al paso del pontífice latinoamericano. Las banderas ondeaban y los carteles y pancartas recordaban a Santo Padre.

El Papa no predicó sobre los dones del Espíritu Santo como venía haciendo en sus últimas audiencias de los miércoles, sino que dedicó sus saludos y catequesis a reflexionar sobre su reciente viaje a Amán, Belén y Jerusalén.

Palabras que el Papa pronunció en español

Queridos hermanos y hermanas:
Como saben, he ido como peregrino a Tierra Santa. Doy gracias a Dios y a cuantos lo han hecho posible. Esta peregrinación tenía tres propósitos:

El primero, conmemorar el encuentro del papa Pablo VI y del patriarca Atenágoras hace 50 años, un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad de los cristianos. Con tal motivo, junto al actual patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, hemos rezado pidiendo al Buen Pastor la fuerza necesaria para proseguir con tesón hacia la plena comunión.

El segundo propósito ha sido animar el proceso de paz en Oriente Medio. He querido llevar a todos en el corazón, exhortándolos a ser artesanos de la paz y agradeciendo a las autoridades los esfuerzos a favor de los refugiados y su compromiso por apaciguar los conflictos.

Además, he invitado a los presidentes de Israel y de Palestina a venir al Vaticano, para rezar juntos por la paz.

El tercer propósito ha sido confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresarles la gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de esperanza y caridad".

A continuación ha saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, "en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a pedir al Señor por nuestros hermanos de Tierra Santa, por la paz en Oriente Medio y por la unidad de los cristianos. Muchas gracias".

Al finalizar los saludos a los fieles de diversos países, el Papa ha dirigido un pensamiento especial "a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados". Ha recordado que estamos a punto de finalizar el mes mariano, por eso ha pedido que "la Madre de Dios, queridos jóvenes, sea vuestro refugio en los momentos más díficiles; sostenga a vosotros, queridos enfermos, en el afrontar con valentía vuestra cruz cotidiana y sea vuestra referencia, queridos recién casados, para que vuestra familia sea un hogar doméstico de oración y recíproca comprensión".

Catequesis completa del Papa Francisco (traducida del italiano)

Queridos hermanos y hermanas,
en los días pasados, como saben, he realizado una peregrinación a Tierra Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le agradezo a Dios. Él me ha guiado en aquella tierra bendita, tierra bendita, que ha visto la presencia histórica de Jesús, y donde se verificaron eventos fundamentales para el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Deseo renovar mi cordial reconocimiento a su beatitud el patriarca Fouad Tual, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes, a los franciscanos de la Custodia del Tierra Santa. Estos franciscanos son buenos, su trabajo es realmente bueno y todo lo que hacen.

Mi pensamiento agradecido va también a las autoridades jordanas, israelíes y palestinas, que me acogieron con tanta cortesía. Y añado, también con amistad, como a todos los que han cooperado para la realización de la visita.

La finalidad principal de esta peregrinación fue conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras. Fue la primera vez que un sucesor de Pedro visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así, durante el Concilio Vaticano II, los viajes de los papas fuera de Italia, en la época contemporánea.

Aquel gesto profético del obispo de Roma y del patriarca de Constantinopla ha puesto una piedra angular en el camino, sufrido pero prometedor, de la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha cumplido pasos importantes. Por lo tanto mi encuenetro con su santidad Bartolomeo, amado hermano en Cristo, ha sido el momento culminante de la visita. Juntos hemos rezado ante el sepulcro de Jesús, y con nosotros estaban el patriarca griego-ortodoxo de Jerusalén Theophilos III, y el patriarca armenio apostólico Nourhan, además de arzobispos y obispos de diversas Iglesias y comunidades, autoridades civiles y muchos fieles.

En aquel lugar en donde resonó el anuncio de la Resurrección, hemos visto toda la amargura y el sufrimiento de las divisiones que todavía existen entre los discípulos de Cristo. Y verdaderamente ésto hace tanto mal, estamos todavía divididos, en esos lugares en donde resonó la voz de la Resurrección, en donde Jesús nos dio la vida, estamos todavía un poco divididos.

Pero sobre todo, en aquella celebración cargada de recíproca fraternidad, de estima y de afecto, hemos sentido fuerte la voz del Buen Pastor Resucitado, que quiere hacer de todas su ovejas un solo rebaño. Hemos sentido el deseo de sanar las heridas todavía abiertas y seguir de forma tenaz el camino hacia la plena comunión.

Nuevamente, como hicieron los papas anteriores, yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y le pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que hemos causado a nuestros hermanos.

Todos somos hermanos en Cristo y con el patriarca Bartolomeo somos amigos y hermanos, y hemos compartido las ganas de caminar juntos, hacer todo lo que juntos podemos hacer: rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación y como hermanos tenemos que ir adelante.

Otra finalidad de esta peregrinación ha sido animar en aquella región el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo don de Dios y empeño de los hombres. Lo he hecho en Jordania, Palestina e Israel. Y lo he hecho siempre en cuanto peregrino, en el nombre de Dios y del hombre, llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra que desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y tienen el derecho de conocer finalmente días de paz.

Por este motivo he exhortado a los fieles cristianos a dejarse ´ungir´ con corazón abierto y dócil, por el Espíritu Santo, para ser siempre más capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. Humildad, hermandad, reconciliación...

El Espíritu permite asumir estas actitudes en la vida cotidiana, con personas de diversas culturas y religiones, y así volverse ´artesanos´ de la paz. La paz se contruye artesanalmente, no hay industrias de paz, se hace cada día, artesanalmente y con el corazón abierto para que venga el don de Dios. Por ello he exhortado a los cristianos de dejarse ungir.

En Jordania he agradecido a las autoridades y al pueblo por su empeño, al acoger numerosos prófugos provenientes desde las zonas de guerra, que merecen y necesitan el apoyo constante de la comunidad internacional. He quedado impresionado por la generosidad del pueblo jordano al acoger a los prófugos. Tantos que huyen de la guerra en esa zona. Y que el Señor bendiga a este pueblo acogedor. Y tenemos que rezar para que el Señor bendiga a este pueblo, en este trabajo de acogida que realiza.

Durante la peregrinación también en otros lugares he animado a las debidas autoridades para que sigan en sus esfuerzos para relajar las tensiones en el área de Oriente medio, especialmente en la martirizada Siria, como seguir buscando una solución equitativa al conflicto palestino-israelí.

Por esto he invitado al presidente de Israel y al presidente de Palestina, ambos hombres de paz y artífices de paz, para que vengan al Vaticano a rezar juntos conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen solos, recen mucho para que el Señor nos dé la paz en aquella tierra bendita. Cuento con estas oraciones, recen mucho para que llegue la paz.

Esta peregrinación en Tierra Santa ha sido también la ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresar la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en esta zona y en todo Oriente Medio. Estos hermanos nuestros son valientes testigos de la esperanza y caridad, ´sal y luz´ en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con su preciosa actividad educativa y asistencial, ellos trabajan por la reconciliación y el perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad.

Con esta peregrinación que ha sido una verdadera gracia del Señor, he querido llevar una palabra de esperanza, si bien al mismo tiempo la he recibido. La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan ´contra toda esperanza´, a través de tantos sufrimientos, como las de quien se escapó del propio país debido a los conflictos. Como la de aquellos que en diversas partes del mundo sufren discriminación y desprecio por causa de su fe en Cristo.

Sigamos estando cerca de ellos. Recemos por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo el Medio Oriente. La oración de toda la Iglesia sea de apoyo también del camino hacia la plena unidad entre los cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo vino a vivir en medio de nosotros.

E invito a todos a que recemos juntos, a la Virgen, Reina de la paz, Reina de la unidad, la mamá de todos los cristianos, que Ella nos dé la paz en todo el mundo y que nos acompañe en este camino de unidad. (Ave María).
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