Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Una nueva Iglesia está brotando

por Juan García Inza

 

                He  contemplado con verdadero gozo la jornada de Benedicto XVI con los jóvenes en la Puerta de Alcalá y en Cibeles. Un verdadero hervidero de chicos y chicas aclamando con entusiasmo al Papa, un venerable anciano poco amigo de aspavientos y gestos llamativos. Un hombre de Dios que apenas levanta la vista del suelo, que no tiene nada de actor, sino de hombre de oración y estudio. De profesor humilde y sabio. Y los jóvenes se le han entregado por completo como era de esperar.

                Y yo pensaba en mi interior: una nueva Iglesia está naciendo desde el alma de esta intrépida juventud. No me interpreten mal. La Iglesia es la misma, pero de su viejo tronco han comenzado a brotar ramas verdes que prometen una primavera cargada de frutos frescos. Y no pensemos que esta novedad nos viene por la vía de la relajación, de la rebaja de las exigencias, de la poda de los Mandamientos, del folclore popular, del abandono de los carismas fundacionales, de la negación o relativización de los medios tradicionales de santificación. Se equivocan los que piensan que la nueva Iglesia es seguir a un Cristo sin cruz, a un perdón sin sacramento de la Penitencia, a una Misa asamblearia sin alma y sin Dios, a una doctrina más sociológica que teológica, a una eucaristía más símbolo que presencia real, a un sacerdocio sin compromisos…

                Se equivocan las monjas que pretenden hacer su camino más atractivo eliminando los hábitos y las exigencias espirituales. La prueba está en los conventos vacíos de espíritu y de vocaciones. Se equivocan los religiosos que dejan de lado los votos para entregarse en los brazos de una vida relajada. Ello está provocando el éxodo de muchas de las vocaciones que un día dijeron sí a Dios con entusiasmo, pero los compañeros de camino les han defraudado. Se equivocan igualmente los curas que piensan que estar más cerca de los fieles consiste en imitar sus costumbres, en seguir su ritmo de vida.  La nueva Iglesia no entiende de oposición a la Jerarquía, de adulteración de la Verdad, de abandono de la vida interior, de una fe descafeinada y sin garra.

                Pienso que la nueva Iglesia empieza a brotar de las parroquias fieles a su misión, de los movimientos comprometidos y exigentes con los suyos, de las instituciones eclesiales que ofrezcan un Evangelio sin rebajas y unos compromisos valiosos, de unas congregaciones fieles a los  carismas fundacionales que no den “gato por liebre”. A los jóvenes no se les puede engañar. Esa Iglesia que ofrece “mercancía adulterada”, “marcas falsificadas”, evangelios trucados, doctrina con rebajas, esa no es la Iglesia de Cristo. Y, por tanto, no convence, no arrastra a nadie. Los fieles pueden tener todo tipo de tentaciones y buscar lo barato, pero no son tontos y saben distinguir el trigo de la paja.

                Puedo comprender que los ateos militantes pretendan neutralizar a la Iglesia auténtica porque les fastidia, pero nunca entenderé que se hagan compañeros de comparsa curas que dicen representar a la Iglesia de la base. ¿Qué son los jóvenes de la JMJ? ¿No son la base de la Iglesia? ¡Cuando dejarán de ser inmaduros en la fe tantos que pretenden convertirse en maestros de la caridad! La Iglesia no es una ONG, es el Pueblo de Dios, pero sin desterrar a Dios de su pueblo. Es ridículo que algunos creyentes, incluso sacerdotes, vayan de la mano con marxistas trasnochados y ridículos, con los ateos enemigos de la democracia, con los que no entienden más que de libertad sexual, con toda su retahíla de  degeneración y vulgaridad.

                Veo en esos jóvenes amigos del Papa los verdes retoños de una nueva Iglesia que solo entiende la radicalidad del Evangelio, y que no admite medias tintas a la hora de invertir la vida en una propuesta divina. Es verdad que no es oro todo lo que reluce, y que la vida se encarga de rebajar las aspiraciones. Pero Dios no las rebaja. Ya dijo Jesucristo: El que quiera seguirme que tome su cruz cada día y que me siga… El que de la vida por mí la encontrará… El Evangelio, como el algodón,  no engaña, ¿por qué nos atrevemos nosotros a rectificar al Señor?  Como dice Camino, estas crisis del mundo son crisis de santos. Solo es auténtica la Iglesia que santifica.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

 

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