Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

Una gigantesca estafa


Aunque mi conciencia sea mi criterio último de moralidad, yo no puedo hacer con ella lo que me dé la gana, sino debo intentar hacer lo que de buena fe, creo que Dios me pide y por tanto, debo formarla bien.

por Pedro Trevijano

Opinión

A lo largo de la Historia, la Iglesia se ha visto siempre atacada y amenazada por las herejías, siendo esto una constante en la Historia de la Iglesia, por lo que no es difícil que uno se pregunte cuáles son las herejías actualmente en boga.
 
Pienso que actualmente en España el problema más grave de la Iglesia es el de la descristianización. Por ello en la oración de los fieles suelo rezar: “Por España y su recristianización”.
 
Y es que hasta hace poco, la transmisión de la fe contaba con un gran apoyo sociológico. El ambiente social, la escuela y las tradiciones populares eran transmisores de una visión creyente de la vida. Pero hoy nuestra sociedad es indudable que ha vuelto la espalda a Dios. Relativismo e ideología de género, aunque sean anticientíficos, aberrantes y faltos de sentido común campan a sus anchas, apoyándose en lo políticamente correcto. El totalitarismo del pensamiento único es lo que impera y como mucha gente lo que no quiere son líos, se calla, tanto más cuanto que es el Partido el que me pone en las listas electorales y yo vivo de ello.
 
Pienso que lo que está haciendo estragos en nuestro catolicismo son frases del tipo: “Creo en Jesucristo, pero no en la Iglesia”; “Soy católico, pero no practicante”. Yendo a la primera frase, el creer en la Iglesia católica es una verdad de fe que encontramos en el Credo. Quien no crea en la Iglesia católica, por supuesto no es católico y desde luego no podemos tener una Religión a la Carta  O creemos en el Credo y en cada una de sus verdades de fe, o simplemente no, somos católicos. Otra cosa es que podamos tener dudas, que es uno de los instrumentos de los que Dios se sirve para que maduremos en nuestra fe. En cuanto a la segunda frase: “Soy católico, pero no practicante”, no es para sentirse orgulloso, pues indica vanagloriarse de la incoherencia personal.
 
Pero queda pendiente una pregunta: ¿se puede creer en Jesucristo sin creer en la Iglesia? Jesucristo dice claramente a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18), así como “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20). En su homilía de Cuatro Vientos, Benedicto XVI dijo: “En su respuesta a la confesión de Pedro (Mt 16,16), Jesús habla de la Iglesia: “Y yo a mi vez, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como su Iglesia (cf. Mt 16,18). No se puede separar a Cristo de la Iglesia”… Seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión con la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad individualista que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo”.
 
Algo parecido pasa con los preceptos morales. No hay que olvidar que, aunque mi conciencia sea mi criterio último de moralidad, yo no puedo hacer con ella lo que me dé la gana, sino debo intentar hacer lo que de buena fe, creo que Dios me pide y por tanto, debo formarla bien. Y así aunque el quinto mandamiento dice: “No matarás” (Ex 20,13), hoy se presenta el aborto no como un crimen horrible (Gaudium et Spes nº 51), sino como un derecho, mintiendo descaradamente y ocultando información sobre lo terrible del síndrome postaborto. San Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium vitae, afirma: “El absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente es una verdad moral explícitamente enseñada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la tradición de la Iglesia y propuesta de forma unánime por su Magisterio” (nº 57).
 
En estos momentos se discute en España la criminal propuesta del PSOE de legalizar la eutanasia. Los precedentes de Holanda y Bélgica indican que se empieza así, con leyes aparentemente restrictivas, pero enseguida, como ha sucedido con el aborto en España, al poco tiempo se asesina incluso a quien tiene apego a su vida. Como no quiero llevar una tarjeta, como muchos holandeses: “si caigo enfermo que no me lleven a un hospital” denuncio ya a los políticos y a los médicos que defienden la eutanasia como auténticos criminales, simplemente porque veo mi vida amenazada por ellos y la quiero defender.
 
Pero no nos engañemos: la gran herejía es volver la espalda a Dios. Si Dios no existe el Ser Supremo soy yo y como nos muestra la Historia con las ideologías totalitarias relativistas, marxistas y de género, somos capaces de las mayores atrocidades. Y me gustaría que alguien me explique, dado que Dios no existe, cuál es el sentido de la vida y como voy a poder realizar mi máxima aspiración, que es ser feliz siempre. ¿O es que este Universo no es sino una gigantesca estafa?
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