Miércoles, 17 de abril de 2024

Religión en Libertad

Tranquila, mami, todo controlado: llevo preservativo


Se trata de que una educación centrada en el preservativo no es ni eficaz ni responsable. Y mucho menos en África como algunos suelen apuntar desde la candidez

por Javier Arias Artacho

Opinión

La reciente noticia de que el Gobierno suizo ha decidido poner a la venta condones pequeños para niños de 12 a 14 años ha reavivado el interés mediático de los promotores de una educación sexual progre, satisfactoria y variada. En los últimos diez años, no ha bastado con que la propaganda oficial promoviera el uso del preservativo como única forma de formación sexual, sino que ahora se intenta emprender una cruzada perniciosa que capte a los más pequeños.
 
Más allá de cualquier observación personal, me pregunto si la minoría poderosa y lucrada que impulsa estas líneas de actuación alguna vez ha trabajado con «niños» de 12 años. ¿Acaso saben de sus intereses y necesidades? ¿Acaso tienen ideas de lo que es bueno o malo para ellos? ¿Acaso saben lo críos que son?
 
Ya sé que los detractores de una moral natural – y me refiero a una moral compartida por religiones diferentes y culturas dispares – bombardearán con improperios en contra de la «castración católica» y demás lisuras. Sin embargo, la mirada crítica a la deriva sin sentido que se está adoptando en España y en otros países occidentales, carece de fanatismo religioso y tiene mucho de sentido común y de responsabilidad.
 
Como apuntaba anteriormente, en los últimos años la política de educación sexual en nuestro país se ha ceñido especialmente al uso del preservativo. Y no es que yo me vaya a convertir aquí en el adalid de una lucha contra el uso del preservativo, porque no se trata de eso. No es eso, porque personalmente no lo creo. Se trata de que una educación centrada en el preservativo no es ni eficaz ni responsable. Y mucho menos en África como algunos suelen apuntar desde la candidez.
 
La prestigiosa psiquiatra norteamericana Miriam Grossman apuntó que en EE.UU las malas decisiones de los jóvenes no provenían de la falta de información, ni mucho menos del tamaño del preservativo. Las malas decisiones de los jóvenes bebían de la falta de criterio. Esta psiquiatra, al estudiar la precariedad de la educación sexual norteamericana descubrió la omisión de una importante información para los jóvenes.
 
¿Por qué la mayoría de los manuales omitían la mayor vulnerabilidad biológica de las chicas a las enfermedades de transmisión sexual?
 
¿Por qué nada se decía sobre el riesgo del cáncer de garganta y el sexo oral?
 
¿Acaso se buscaba una verdadera formación sexual, para que los jóvenes educasen su criterio?

Evidentemente no, porque cuando se ocultan estos detalles se debe a que la formación es más ideológica que sexual.
 
En nuestro país, por supuesto que la educación carece de esta información y de otras muchas que conformarían jóvenes responsables. Aquí se trata de saberse poner bien el preservativo, de hacer campañas publicitarias que lo promuevan e invitar a los púberes a que lo utilicen cuanto antes. ¡Cómo que no lo están deseando! De la misma forma que desean estudiar, esforzarse, ser solidarios…
 
Es sorprendente como algunas instituciones internacionales (los CDC en 1989, consenso Lancet en 2004) y nacionales (como lo hacía hace 20 años el Ministerio de Sanidad) han recomendado retrasar al máximo posible el inicio de las relaciones sexuales, evitar el contacto sexual con parejas desconocidas o de alto riesgo, y que en el caso de que no se evite este contacto se emplee el preservativo, como método de reducción de riesgos: es lo que se conoce como estrategia ABC:
 
Abstinence. Abstenerse de tener relaciones sexuales esporádicas o no seguras. (Retrasar al máximo el inicio de las relaciones sexuales)
 
Be faithful. Evitar relaciones sexuales fuera de las relaciones mutuamente monógamas con personas seronegativas. (Reducir al máximo el número de parejas).
 
Condom. Si no se cumple lo anterior, el empleo del preservativo reduce (aunque no elimina) el riesgo de transmisión.
 
En la cruzada contra las enfermedades de transmisión sexual, ¿existe algo más adecuado? ¿Acaso existe algo más lógico o más cauto? ¿Estamos, pues, educando sexualmente contra las enfermedades de transmisión sexual? ¿O acaso esta es una excusa para introducir una corriente ideológica?
 
Ustedes dirán…
 
Tan proclives que somos a importar todas las bondades europeas y occidentales – que nos convienen -, deberíamos estar atentos a las políticas de educación sexual impulsadas en los últimos años por el gobierno inglés, basadas en la abstinencia como primera forma de educación. No se trata de castrar a los jóvenes, ni siquiera se trata de que no mantengan relaciones, sino de que sepan a lo que atenerse desde cierta madurez.
Dicho esto - a lo que creo que es muy difícil oponerse desde el sentido común - he de decir que la educación – en todos los sentidos – comienza en la familia. Educar en la sexualidad también. Y, evidentemente, tal como apreciamos hoy con tan innumerables abortos, separaciones y vidas maltrechas, la educación sexual debe ser enfocada desde la familia y hacia la familia, como el núcleo más importante de nuestra sociedad.
Pero esto tan importante, lo dejaré para otro momento.
 
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