Miércoles, 24 de abril de 2024

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Tomás de Aquino y las grandes preguntas

Tomás de Aquino y las grandes preguntas

por Duc in altum!

 Podemos llegar a pensar que la fe se opone sistemáticamente a la ciencia, haciéndonos renunciar a nuestra propia capacidad intelectual; sin embargo, la realidad es muy distinta. Para demostrarlo, basta traer a colación la vida y obra de Sto. Tomás de Aquino O.P. (12241274). El conocido autor de la “Summa Theologiae” -en la que propuso las cinco vías para comprobar la existencia de Dios[1]- fue un fraile que retomó las enseñanzas de Aristóteles, encontrando que eran compatibles con la teología cristiana. A través de la filosofía, aprendió a estudiar, buscar, argumentar, debatir y, desde ahí, responder a las grandes preguntas que todo ser humano tendría que hacerse: ¿existe Dios?, ¿de dónde vengo?, ¿quién soy? y, por supuesto, ¿hacia dónde voy? Si no nos detenemos en todas estas cuestiones, es fácil quedarnos varados a medio camino. Los avances de la ciencia y de la tecnología forman parte indiscutible del progreso humano; sin embargo, sobrevalorarlos nos deja encerrados en nuestra zona de confort, mientras perdemos el gusto e interés por la verdad. No es casualidad que los niños y las niñas estén llenos de preguntas, pues la naturaleza humana tiende a buscar respuestas. Si no fuera así, sería imposible adquirir nuevas experiencias y conocimientos. En este sentido, Tomás de Aquino supo cuestionar las raíces de su fe, despejando cuántas dudas aparecían en su itinerario espiritual e intelectual. ¿Cómo lo hacía? A través del estudio y de la oración. Cada descubrimiento lo llevaba a reconocer a Dios como la causa primera de todo lo que existe. ¿Ignorancia u oscurantismo? No es el caso, pues Tomás tenía un horizonte de pensamiento tan amplio que le permitía ir más allá de los libros o manuales de teología, para explorar terrenos relacionados con las ciencias sociales y exactas. Muchas de las analogías que empleó en su vasta obra literaria tienen que ver con la física del universo. Por lo tanto, nos encontramos ante un dominico que fue capaz de fortalecer la relación entre la fe y la razón, abriéndose al diálogo con sus detractores. Por ejemplo, «en Paris tuvo que ejercitarse en el debate, en la confrontación con los llamados “maestros seculares”»[2]. Lo hacía sin complejos; es decir, públicamente. ¡Cuánta falta nos hace esa actitud! Tenemos que superar el miedo de argumentar nuestras posiciones. Lejos de “cortar” con los ateos y los agnósticos, nos toca hablar de frente con ellos, dejándonos interpelar y, sobre todo, viéndolo como una forma de ahondar en lo que afirmamos.

Tomás de Aquino, sin perder el contacto con la realidad circundante, se atrevió a hacerse preguntas a sí mismo, dejándose acompañar por maestros de la talla de San Alberto Magno (11931280)[3]. Esto es un dato histórico importante, pues el aprendizaje incluye dejarse enseñar por los demás. La verdad se comparte y eso aporta nuevas luces. Pretender que nacemos sabiéndolo todo, es ilógico, una mentira en toda regla. Platicar sobre temas profundos de vez en cuando, ayuda a cambiar el mundo. El método de caminar juntos y plantear los diferentes puntos de vista, hunde sus raíces en Santo Domingo de Guzmán (11701221), nada más y nada menos que el fundador de la orden a la que pertenecía Tomás. Domingo –otro de los grandes maestros españoles- tenía claro que Cristo es la verdad; sin embargo, en lugar de imponerla, la proponía a través del diálogo, debatiendo con palabras y, sobre todo, valiéndose de la coherencia con la que vivió hasta el final.

Lo valioso del método tomista es que parte de la investigación y del diálogo sincero con Dios. Un estudioso que se abre a la trascendencia, tiene una mejor visión de las cosas que investiga, pues sus horizontes no se encuentran condicionados únicamente a lo que puede pasar por el laboratorio. Hay una perspectiva cuantitativa y, al mismo tiempo, cualitativa. Así fue el trabajo de Tomás de Aquino.  

¿Cuál es la raíz de la crisis antropológica del siglo XXI? La falta de interés por las grandes preguntas de todos los tiempos. En este sentido, la espiritualidad dominicana –expuesta de forma admirable por Sto. Tomás de Aquino- nos propone retomar la reflexión teológica para poder aplicarla a la vida. El estudio –cuando hay oración de por medio- constituye una herramienta clave para mantener viva la humanidad del propio ser humano. Si bien es cierto que la fe no es un concepto o fórmula matemática, pues se trata de una experiencia vital, puede llegar a diluirse cuando falta pasión por la verdad. De ahí la relevancia del pensamiento aristotélico-tomista.

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[1] Cf. Suma Teológica 1, q2, a3.

[2] MARTÍNEZ, Felicísimo, Tomás de Aquino: buscador de la verdad, España, Equipo PJV de la Familia Dominicana, 2006, pp. 1517.

[3] Fraile alemán que perteneció a la Orden de Predicadores. Fue un notable obispo, teólogo, filósofo, geógrafo, matemático y exponente de la química. En 1250, descubrió el arsénico. Destacó por su humildad y congruencia con los valores cristianos. 

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