Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Toledo, 12 de agosto de 1936. En el Paseo del Tránsito

por Victor in vínculis

Con la muerte martirial del capellán de las Carmelitas descalzas de la ciudad de Toledo suman 75 sacerdotes y religiosos asesinados. El mártir de hoy está vinculado a la beata María de Jesús López Rivas, cuya fiesta celebrábamos ayer, 12 de septiembre.

El siervo de Dios Manuel Quesada Martínez nació el 9 de mayo de 1876 en Almagro (Ciudad Real). Durante los últimos años de sus estudios en el Seminario de Toledo, regían la Archidiócesis dos ciudadrealeños: el cardenal Antolín Monescillo y Viso (18111897), de Carrión de Calatrava, y su obispo auxiliar, monseñor José Ramón Quesada y Gascón (18451900), de Almagro. Siendo Quesada arcipreste de Daimiel fue llamado por Monescillo a Valencia para hacerle directo colaborador suyo. Después, nombrado éste para la sede Primada, se lo llevó para hacerle su obispo auxiliar en Toledo. Además queremos recordar que el doctor Quesada fue alumno del seminario de Toledo: desde muy joven se reveló orador elocuente y persuasivo, unido a una inteligencia clarísima.

El cardenal Monescillo falleció a los 81 años, el 11 de agosto de 1897. Monseñor Quesada todavía regiría la Archidiócesis hasta la llegada del beato Ciriaco Mª Sancha, el 5 de junio de 1898. Nombrado obispo de Segovia, entró en dicha diócesis el 17 de junio de 1898. Don Manuel Quesada fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1900.

El Castellano del 8 de noviembre de 1917 dice que “Don Manuel, capellán del Convento de MM. Carmelitas, se encuentra enfermo, aunque no de gran importancia, por fortuna”.

Al siervo de Dios le toca vivir uno de los momentos más intenso de la vida del convento de Madres Carmelitas, conocido por ser la quinta fundación de Santa Teresa de Jesús. El tribunal diocesano de la Archidiócesis de Toledo inició el proceso canonización de María de Jesús López Rivas, conocida como el Letradillo de Santa Teresa, sobrenombre que la misma santa le puso, el 15 de enero de 1914.

El 20 de febrero de 1929, el beato Narciso de Estenaga, obispo de Ciudad Real, que había sido deán de la Catedral de Toledo, viajó a la ciudad Imperial para declarar en el proceso. Pero, sin duda, al momento que me refiero es a la tercera vez en que se reconocía el cuerpo de la santa. Como se sabe, el cuerpo se exhumó en dos ocasiones anteriores: en 1642 y en 1914. La cuarta sería el 28 de mayo de 1976, en presencia del cardenal Marcelo González Martín, con motivo de la beatificación meses después, el 14 de noviembre.

Nos lo cuenta El Castellano del 30 de abril de 1929:
“Ayer a las dos y media de la tarde, se celebró en el convento de Carmelitas Descalzas de Toledo, la sesión solemne, en la que se exhumó el cadáver de la sierva de Dios Sor María de Jesús.
 
Bajo la presidencia de su eminencia reverendísima el Cardenal Primado (monseñor Pedro Segura), el tribunal que tramita el proceso apostólico sobre virtudes y milagros de la venerable religiosa, cuatro médicos, señor Delgado, Rivera, Arroba y Orúe; el señor superintendente de las Comunidades de la Diócesis; el capellán del convento (siervo de Dios Manuel Quesada) y los reverendos padres provincial y prior de Carmelitas, en representación de la Orden, personados todos en el coro bajo, donde está el sepulcro, se dio lectura a la excomunión que la Sagrada Congregación de Ritos impone en este caso, a fin de que nadie se atreva a tomar reliquias de los restos, vestidos, féretro o cualquier otro objeto en contacto con los mismos.
 
Luego se abrió el sepulcro, se extrajo el féretro y de éste el cadáver de la Sierva de Dios, percibiéndose entonces un aroma extraordinario y agradable. Colocado el cadáver sobre una mesa y despojado de sus vestidos carmelitanos de raso, aparece íntegro, flexible, incorrupto al cabo de 289 años que dejó de vivir. Los médicos hicieron el reconocimiento con toda escrupulosidad como lo exigía el juramente que antes habían prestado.
 
Entre tanto, sentíanse oleadas de olor a rosas que exhalaba el mismo cadáver, habiéndose prohibido el día anterior poner flores y esencias, tanto en la iglesia como en convento.
 
Hecho el reconocimiento y colocados los restos en el féretro, volvió s cerrarse en el mismo sepulcro nuevamente lacrado y sellado, donde permanecerá hasta el día feliz y tan deseado de la beatificación de la Sierva de Dios”.



Hemos querido recoger esta crónica cuando se cumplen 375 años de la muerte de la beata María de Jesús López Rivas y, por lo que nos cuenta Manola Herrejón, referido a la actitud de nuestro protagonista.

Manola Herrejón en su opúsculo Los conventos de clausura femeninos de Toledo (publicado por el Instituto provincial de Investigadores y Estudios Toledanos, en 1990) afirma en la página 43: «bajando por la toledana calle del Ángel y antes de llegar a la Puerta del Cambrón, torcemos por la última calle a la derecha… llegamos al convento de las MM. Carmelitas Descalzas donde reposa, incorrupto, el cuerpo menudo de la beata María de Jesús López de Rivas, la famosa “letradillo” de Santa Teresa. Fue beatificada por el papa Pablo VI en el año 1976… De la guerra quedan pocas (dice en la página 47, al final de este artículo). Dicen que las echaron del convento los Guardias de Asalto y se fueron a sus casas vestidas de “calle”. Mataron al capellán, don Manuel Quesada, porque se quiso quedar para que no profanaran a la beata incorrupta».

Jesús Fernández-Gallardo López en su obra Los conventos toledanos en 1936. Sus azares y avatares (Toledo, 1999) publica esto mismo por labios de la Priora (pág. 132): “el capellán fue mártir por no querer huir y permanecer custodiando el sepulcro… el 2 de agosto las religiosas fueron obligadas a abandonar el Convento. El edificio no sufrió mucho deterioro, ni tampoco la iglesia, donde se encontraba el sepulcro de la beata María de Jesús”.

Fue detenido el 12 de agosto de 1936, y conducido hacia la cárcel provincial. Pero cuando los milicianos se disponían a atravesar el Paseo del Tránsito, decidieron que no valía la pena proseguir y allí mismo lo mataron.
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