Religión en Libertad

Roman Hrydkovets es un cura grecocatólico que levanta una parroquia casi de la nada 

«Al llegar de cura a la ciudad, sólo tenía dos feligreses: mi esposa y mi hija»; y luego, la guerra

Roman Hrydkovets es un cura grecocatólico, que llegó, casi recién casado y recién ordenado, a Chernígov 3 meses antes de la guerra

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En diciembre de 2021, un cura novato, católico de rito oriental, ordenado apenas dos meses antes, llegó a la ciudad ucraniana de Chernígov para poner en marcha una parroquia. Con su esposa y su hija, un bebé de 3 meses.

"Cuando llegué a Chernígov, tenía dos feligreses: mi esposa y mi hija. No tenía iglesia, ni tierra para ella, ni gente. Lo único que había era una parroquia legalmente registrada en 2017, y me nombraron administrador para desarrollarla", explica el padre Roman Hrydkovets a Victoria Mazur, en la web de la Iglesia Grecocatólica de Ucrania.

La "parroquia" era sólo un decreto legal del obispo que le declaraba "rector de la parroquia San Jorge el Victorioso". Un nombre, un sueño. Ni edificio, ni ubicación, ni parroquianos.

Nada más llegar, la familia (novata en tener bebés, y novata en gestionar parroquias) se dirigió al monasterio redentorista de la ciudad, que les acogió muy bien.

Y dos meses después los rusos invadieron Ucrania y ocuparon Chernígov. En los refugios subterráneos, rezando con la gente con poca luz, bajo las bombas, el padre Roman empezó a tejer los lazos que han llevado a la actual comunidad parroquial.

La ocupación en Chernígov solo duró dos meses. Fue un tiempo clave para conectar con la gente del lugar.

En estos tres años de guerra, ya puede decir que cuenta con docenas de parroquianos grecocatólicos, que ha puesto en marcha una comunidad. Pero sigue sin edificio de culto. "Todavía no tengo una iglesia, alquilo unos locales en el primer piso de un edificio alto, tengo una capilla", explica.

"Mi madre vio a un cura a 20 grados bajo cero y..."

Roman Hrydkovets sabe que la fe y la comunidad llegan a las personas de formas a veces inesperadas. Lo vivió en casa, en el ejemplo de su madre. "Mi madre fue bautizada como cristiana ortodoxa. Cuando era estudiante comenzó a ir a la Iglesia Grecocatólica. Ella vio a un sacerdote sirviendo afuera en el frío, a menos 20 grados, porque no había iglesia, y eso la conmovió. Al parecer, Dios llama a cada uno a su manera", señala.

Aquella joven conoció a un joven católico de rito latino en un encuentro para jóvenes cristianos. Se casaron en 1992 y como familia perseveraron en el rito oriental, transmitiendo la fe a sus hijos. Vivían en Kiev, donde nació Roman.

"Después de graduarme de la escuela y pensar dónde inscribirme, reconocí mi vocación", dice el padre Roman. Estudió en el seminario de Kniazhychy, cerca de Kiev. Después estudió en Roma con una beca. Al volver a Ucrania se casó y trabajó en los tribunales eclesiásticos un año y medio. En octubre de 2021 fue ordenado sacerdote (los grecocatólicos pueden ordenar a hombres casados, pero no se permite casarse a los ya ordenados). En diciembre, con su esposa y el bebé de 3 meses, llegaron a Chernígov.

Chernígov es una ciudad del norte de Ucrania con una rica historia, con impresionantes iglesias del siglo XI (la Transfiguración), XII (Santos Boris y Gleb) y XIII (Piatnytska o Santa Paraskeva, con reconstrucción del barroco ucraniano). Antes de la guera tenía unos 280.000 habitantes.

Roman conocía algo de Chernigov por historias de su antiguo párroco en Kiev, Valeriy Shkarubsky, que en los años 90, al hundirse la Unión Soviética, hizo los primeros tanteos por crear una comunidad cristiana. El otro evangelizador postsoviético de la ciudad fue el redentorista Igor Spodar, que trabajó en ella hasta morir en 2017. El catolicismo en la ciudad, forzosamente postsoviético, se fue tejiendo alrededor de la comunidad redentorista.

El refugio de bombardeos, primer "templo"

"Mi primer templo estaba en un refugio. Allí comencé a conocer gente y a comunicarme", explica el joven párroco. "Cuando comenzó la invasión a gran escala, recuerdo haber salido y haber visto pánico. Hubo gente que tuvo la oportunidad de irse, y un gran porcentaje lo hizo, pero aún así la mayoría se quedó. Mientras hablaba con la gente, sugerí orar. En aquella época yo siempre vestía sotana para que la gente pudiera ver que era sacerdote y, en caso de necesidad, pudieran recurrir a mí", recuerda.

"La gente dijo que sabían dónde esconderse, que había un gran refugio. Todos los días iba a verlos, orábamos juntos y me enteraba de cómo estaban", explica. "Más tarde, cuando mi esposa y mi hija abandonaron Chernígov, fui a pasar la noche con esas personas en un refugio. Les contaba historias de la Biblia a los niños. A partir de ese momento nació nuestra comunidad grecocatólica. Nos reuníamos en nombre de Jesús y oramos juntos para que Dios nos ayudara a liberarnos".

Al mismo tiempo, explica, en el convento redentorista construyeron toda una cocina para que la gente llevara comida, horneara pan y lo repartieran entre los necesitados durante la invasión. El convento alojó a muchos desplazados. Las religiosas redentoristas, la rama femenina, también hace un gran trabajo acogiendo niños y jóvenes. 

Tras dos meses de ocupación, en abril las tropas rusas se retiraron de Chernígov y el norte de Ucrania. Cáritas abrió entonces un centro en la región, con un diácono al frente, Roman Pushka. "A través de Cáritas trabajamos con los niños, damos clase y trabajamos la psicología. Y varias organizaciones con las que trabajé brindan asistencia psicológica gratuita tanto a niños como a adultos".

El padre Roman, grecocatólico, bendice pasteles y bizcochos de Pascua en 2025 en Chernígov

Espiritualidad para reconstruir el país

La vida espiritual, constata el sacerdote, ayuda a la gente, y hace que unos ayuden a otros. "Está claro que la espiritualidad debe ser la base para la generación más joven", apunta. Organiza campamentos infantiles y juveniles y a los jóvenes les encanta. También intenta llevarlos a encuentros de jóvenes cristianos en Kiev u otros retiros. "Cuando ven que no están solos, que hay muchos jóvenes [cristianos] en Kiev o en otras ciudades, se forma la conciencia de que la juventud cristiana existe y está viva".

Para tener una parroquia grecocatólica, antes se necesitará un terreno. Rezan para conseguirlo.

Sobre la vida después de la guerra, recuerda una frase que oyó en una película sobre San Juan Pablo II: "Si el mal no es derrotado, regresará bajo otra forma". 

Inauguración de la parroquia de San Jorge Victorioso en un local en Chernígov en julio de 2022, tres meses después de retirarse las tropas rusas

"Debemos cambiar, hacer de los valores la máxima prioridad. La corrupción, el problema del aborto y varios problemas sociales están en un nivel terrible y necesitan ser abordados", va enumerando el padre Roman, citando temas comunes en toda la órbita postsoviética.

"El papel de la Iglesia grecocatólica es ayudar al país a cambiar y hacerle ver sus pecados, porque si no los ve, no trabajará en mejorar. Hay que hablar de esos problemas. La Iglesia está para dar testimonio de la verdad. Me gustaría también desear que los ucranianos se esfuercen por mejorar, que busquen a Dios, que lo conozcan. En cuanto a la región de Chernígov, rezaré para que la Iglesia crezca aquí". 

Se puede ayudar a las víctimas de la guerra en Ucrania a través de Cáritas Española (web aquí), Bizum 00089 o SMS con la palabra Cáritas al 38014 (seis euros).