Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Altozano, en el convento de Buenafuente del Sistal

Sor Teresita, 104 años: «Vivo en el corazón de la Virgen y no puedo vivir sin ella»

Jesús García, su «descubridor», la ve como una novicia: «Cuando una persona crece hacia Dios, no envejece».

Carmelo López-Arias / ReL

Sor Teresita, 104 años, 85 en clausura.
Sor Teresita, 104 años, 85 en clausura.

El 20 de agosto del año pasado, en plena Jornada Mundial de la Juventud, la protagonista fue una religiosa cisterciense de 104 años. El mundo entero vio cómo Benedicto XVI recibía en la nunciatura apostólica de Madrid a la monja que más tiempo lleva en clausura: tantos años como tiene el Papa, pues ingresó en el convento de Buenafuente del Sistal (Guadalajara) el mismo día, 16 de abril de 1927, en que nació Joseph Ratzinger.

Gonzalo Altozano la convirtió este domingo el protagonista por segunda vez, al dedicar a Sor Teresita su programa No es bueno que Dios esté solo (Intereconomía TV). Y de la mano de un buen cicerone, su "descubridor" para el gran público, el joven periodista Jesús García, quien explicó la intrahistoria de ese "descubrimiento".

Una grabadora, un libro... y Benedicto XVI
"Hace dos años me habló de ella mi amigo Jesús Gajate. Me dijo que había una persona a la que tenía que conocer, una religiosa de más de cien años y más de ochenta en clausura. Al día siguiente estábamos aquí con una cámara de fotos y una grabadora", dice Jesús por el convento (donde se rodó el programa), un edificio de ochocientos años donde siempre ha habido comunidad y hoy viven doce monjas.

Jesús García.

De ahí salió la idea que ha hecho célebre a Sor Teresita: un libro, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?, donde se recogen, además del suyo, los testimonios de nueve religiosas más. Cuando lo concluyó, García tenía claro que había escrito "un libro de monjas, sino un libro de amor. Porque lo que le pasó a estas mujeres no es que no tuviesen nada que hacer (tenían sus carreras, su vida, algunas su novio), sino que se enamoraron de un Dios vivo, de un Cristo vivo".

Además la obra está sirviendo como "un pasito en el discernimiento de la vocación" de muchas chicas: "Le ha dado a sus padres una explicación de lo que le estaba pasando a sus hijas".

En cuanto a Sor Teresita, Jesús la ve como una novicia: "Cuando una persona crece hacia Dios, no envejece", concluye.

En el corazón de la Virgen

Y es lo que pudieron comprobar los espectadores de No es bueno que Dios esté solo: en un cuerpo anciano, un alma plena de vitalidad. "¿Cómo está?", empieza Gonzalo. "Con gana de marcharme", responde jovial, pero con franqueza: nada que la distraiga de su regla monástica le agrada.

Fue el 20 de agosto de 2011, en la nunciatura apostólica de Madrid, durante la visita del Papa a la JMJ.

Ni siquiera para ir a Madrid a ver al Papa quería salir, aunque por supuesto "mereció la pena": "Me cogió las manos tres veces, me hizo la señal de la Cruz..." En la nunciatura madrileña todos se desvivieron: "Habíamos llevado un aparato para estar de pie, pero los colaboradores del Papa me dijeron que de ninguna manera, que estaría sentada".

Sor Teresita nació en Foronda (Álava) en 1907, e ingresó en el convento de Buenafuente del Sistal el mismo día en que nació Benedicto XVI. Su padre había decidido enviarla allí, y ella no tenía al principio vocación. "Le pedí a Dios: para darle gusto a mi padre, dame vocación religiosa", explica.

Pasó un proceso de discernimiento, incluido el consejo de un jesuita al que llamaban por ello el monjero: "Él quería que fuese a una comunidad de vida activa, pero yo decía que no, que quería la clausura. Al principo sentí no quedarme en Vitoria, pero hubiera sido un inconveniente para mi vida interior, habría sido un impedimento, porque habría venido toda la familia a contarme cosas".

"Soy muy feliz. No se puede imaginar la felicidad que siento", responde a preguntas de Altozano. Ha habido crisis, sí, y baches también, pero "si la vida es una gracia, la perseverancia es otra".

"Yo vivo en el corazón de la Virgen y no puedo vivir sin ella", confiesa. Lo ha sido todo en el convento, desde pinche de cocina a abadesa. Ahora mantiene los horarios de las demás (lo que incluye levantarse a las 5.30 de la madrugada), pero ya sólo reza, pasea y come: "No hago más que pedir por todo el mundo. Me llegan tantas peticiones que se las mando a los ángeles para que se ocupen ellos", ríe.

Y no teme a la muerte: "No me fío de mi misma, pero vivo en el corazón de la Virgen y de ahí no salgo, quiero vivir y morir en su corazón. Así que, cuando me llame, ya estaré ahí".

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