Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

San Guthlac de Crowland, ermitaño.

Imagen de la Logia Masónica de Crowland.
Imagen de la Logia Masónica de Crowland.

Del eremita del pantano.

Ramón Rabre

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San Guthlac de Crowland, ermitaño.  11 de abril y 30 de agosto (traslación de las reliquias).

La leyenda cuenta que nació en 643 y era hijo de Penwahl y Tetta, nobles de Mercia, y hermano de Santa Peggy (8 de enero). De joven fue caballero al del rey San Ethelred de Mercia (4 de mayo). A los 24 años se dejó el servicio militar para ser monje en la abadía de Repton, un monasterio mixto, en el que monjes y monjas compartían solo la iglesia, y la abadesa mandaba sobre las monjas y monjes. Santa Ecgburg (3 de mayo) era la abadesa, siendo antes una princesa hija del rey Adolf de East Anglia. Pronto fue ejemplo para todos los monjes, pero pronto se cansó de tanta admiración por parte de los demás y en 669 se fue de eremita a los pantanos de Crowland. A la par, su hermana se retiraba como reclusa en Northamptonshire, a unos de 10 km de distancia. Guthlac comenzó una vida austerísima: no comía nada hasta la puesta del sol, cuando comía unas hierbas, un trozo de pan y algo de agua fangosa del pantano. Vivía en un agujero húmedo que alguien, en busca de tesoros había excavado, y al que puso solamente una cubierta de paja. Cuando se le desgastó la túnica, se tejió una de juncos y eso vistió para siempre. Su vida ascética atraía a muchos devotos, que querían imitarle, y tuvo varios discípulos como San Bettelin (9 de septiembre), San Ecgberht (24 de abril), San Tatwin (30 de julio) y San Cissa (8 de noviembre), de los que algunos serían obispos o abades. 

Otros le visitaban porque querían algún milagro o consejo. Una de esas visitas fue la del obispo San Hedda de Dorchester (7 de julio) que, admirado por vida penitente y orante, le ordenó presbítero. Otra visita, por necesidad, le hizo el príncipe Ethelbald, futuro rey de Mercia, cuando huía de su primo Ceolred. Guthlac le escondió y le predijo que sería rey. Ethelbald le prometió que si la profecía se cumplía, él se comprometía a construir una abadía para Guthlac.

La vida del pantano era difícil para nuestro santo, pues el lugar estaba, a decir de la leyenda, infestado de dragones, demonios y espíritus malignos que perturbaban la paz de Guthlac. Le hacían ruidos mientras oraba, le escondían los instrumentos de penitencia, le robaban el poco pan que tenía, y llegaron a apalearle para que se fuera de allí. Se le apareció San Bartolomé Apóstol (25 de febrero, Iglesia Armenia; 11, Iglesias Orientales, y 18 de junio, Iglesia Copta; 24, 25 y 29 de agosto, Iglesia Jacobita; 20 de noviembre, Iglesias Etíopes; 4, traslación de las reliquias, y 8 de diciembre, Iglesia Armenia) y le entregó un flagelo milagroso, para defenderse contra los demonios. Finalmente, Guthlac ganó con la ayuda del cielo, y los diablos tuvieron que dejar el pantano. A partir de entonces, los animales “buenos” regresaron y le acompañaron y sirvieron al santo toda su vida. Se cuenta que estando visitándole San Wilfrid (12 de octubre), este manifestó su admiración como dos golondrinas se posaban sobre los hombros de Guthlac. Nuestro santo le dijo: "¿No has aprendido, hermano, que con quien ha guiado su vida según la voluntad de Dios, las bestias y aves silvestres se vuelven más íntimas, al igual que a los que dejan el mundo, los ángeles se les aproximan?"

Pasaron los años y solo cuando Guthlac estaba muriendo, le dijo a un Hermano que desde tiempo atrás le acompañaba: "Cuando mi espíritu haya dejado este pobre cuerpo, irás adonde mi hermana Peggy y le dirás que elegí no verla de nuevo en este mundo para verla en la eternidad, con los ojos del Padre. Dile también que debe poner mi cuerpo en un ataúd y envolverlo en  una fina seda que le dará la abadesa". Pasó sus últimos días acompañado de ángeles, que le consolaban y animaban al paso definitivo. En el momento de su muerte, el 11 de abril de 714, un dulce olor emanó de su cuerpo y su alma se elevó como un rayo de luz. Apenas murió Guthlac, su compañero remó hasta llegar adonde Peggy, que le acompañó a amortajar a su hermano. Pasó por el monasterio y Santa Ecgburg le dio una tela que había tejido por revelación de Dios, sin saber para que. Peggy amortajó a su hermano, hizo tres días de oración junto al cuerpo, durante los cuales, el sulce olor permaneció y pudieron sentir los que la acompañaban en su velatorio. Peggy enterró a su hermano en la misma ermita donde había vivido y donde ella misma quiso quedarse como eremita. Al año quiso elevar las reliquias de su hermano y que fueran colocadas a la veneración en la iglesia del monasterio de Repton. Al ser desenterrado el santo, se le halló incorrupto, y la tela que le envolvía estaba blanquísima, sin que la tierra o la humedad la hubieran manchado lo más mínimo. El ya rey Ethelbald costeó un hermoso sepulcro para poner en un altar y, luego que se le apareciera el santo, en 716 construiría la abadía de Crowland, como había prometido, y adonde se trasladaron posteriormente las reliquias de Guthlac. Al poco tiempo, un ciego de la región de Wisburg quiso venerar las reliquias del santo, para alcanzar la curación e ignorante de la traslación, se fue al pantano. Allí, Peggy compadecida de su dolor, le alcanzó un frasco de sal que el propio santo había usado durante su vida. El pobre ciego roció sus ojos con la sal y milagrosamente recuperó la visión.

En 971 la abadía de Crowland tomaría la Regla de San Benito. En 1136 las reliquias fueron trasladadas a otro altar y el 30 de agosto de 1196 se colocaron definitivamente en el altar mayor. Los obispos y reyes concedieron grandes beneficios económicos y espirituales a los que colaborasen con la abadía y venerasen las reliquias del santo. Su “vita”, en estilo laudatorio y plagada de prodigios, la escribió Félix, un monje de Repton, contemporáneo suyo.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo IV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.

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