Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Beata Juana Scopelli, virgen carmelita

Beata Juana Scopelli, virgen carmelita

Beata Juana de Reggio.
Beata Juana de Reggio.

Coronada por Cristo y adornada de virtudes.

Ramón Rabre

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Beata Juana Scopelli, virgen carmelita. 9 de julio

La mejor referencia sobre Juana es la biografía escrita por el P. Benito Mutti y que nos ha llegado íntegra. Según esta, Juana nació en 1428 en Reggio, en la modesta familia de Simón y Catalina Scopelli, siendo la menor de tres hijas. Desde niña mostró piedad, caridad y ansias de entrega a Dios. Era modesta, obediente, amante de la religión y el culto. Llegó a la adolescencia y quiso ser carmelita, por su amor a la Virgen María, a la que tanto ama la Orden del Carmen. Pero sus padres se opusieron, pues eran pobres, no podían darle la dote, además de ser la tercera y estar sin casar sus hermanas. Darle la dote para irse al monasterio, implicaría que las otras quedarían sin dote más tiempo para casarse. Pero ocurrió un milagro: Aparecieron dos nobles caballeros que, sin conocer apenas a las hermanas, las pidieron en matrimonio. Los padres se opusieron en un principio, por lo extraño del hecho y por la evidente desigualdad social, aunque al fin, viendo era providencia de Dios, aceptaron los matrimonios. Vencido este escollo, se encontró Juana con el impedimento de la salud y vejez de sus padres, y le pareció injusto darse gusto entrando en religión dejándolos solos. Así pues, determinó sacrificar sus deseos de ser esposa de Cristo, para ser buena hija de sus padres. Pero ni llegó a decidirse: sus padres enfermaron y murieron con poca diferencia de tiempo.

Libre de ataduras, dejó todos sus bienes, y quedándose solo un crucifijo se fue en compañía de una amiga a una humilde casita, donde llevaban vida de beatas. Preguntándole su compañera si tenía con qué iniciar el monasterio, Juana le señaló el crucifijo, su única hacienda y propiedad. Al poco tiempo, una devota señora quiso donar una casa que tenía junto a la iglesia de San Pedro para una obra piadosa, y no hallando mejor obra, se decidió, junto a sus hijas, a tomar el hábito del Carmen y fundar un monasterio. Se pusieron bajo la dirección de Juana, como otras que ya habían acudido junto a ella atraídas por su piedad. En 1452 tomaron todas el hábito carmelita, y se fundó el monasterio del que Juana quedó como priora.

Era dada a la oración, al ayuno y las penitencias. Tenía acierto para el gobierno, siendo inflexible con las faltas, pero amorosa con quien las cometía. Mantuvo la pobreza propia del Carmelo. No faltaron milagros y conversiones, como la del joven Agustín, hereje albigense. Juana le habló tan profundamente, y oró tan intensamente por él, que alcanzó de Dios la gracia de cambiar el corazón del joven. Con su oración sanó a varias personas y multiplicó los alimentos del monasterio. Sufrió grandes tentaciones de desesperación por parte del demonio, que le aumentaba sus pecados y le mostraba el infierno diciéndole que estaba condenada sin falta. Redoblaba sus oraciones y Dios le iluminaba una y otra vez, hasta que finalmente un día, se le apareció Cristo triunfante y le confirmó que se salvaría, que no había de temer más al demonio, al tiempo que le ponía una corona de flores hermosísima. En forma de carnero salvaje se le presentó el demonio en medio del claustro, pero Juana, sabiendo quien era en realidad, pasó por su lado, despreciándole, con lo que desapareció el demonio. 

En 1456 trasladó el monasterio, que se había quedado pequeño, a la iglesia de San Bernardo, que pertenecía a los Humiliatti (que serían suprimidos en 1571, por su corrupción) y la tenían casi abandonada. Aunque tuvo pleitos, en 1457 finalmente pudo fundar oficialmente el monasterio, dependiente de la Congregación Mantuana, al que puso el nombre de Nuestra Señora del Pópulo. Fue devotísima de la Virgen María, y en las vísperas de las fiestas marianas tenía éxtasis en los que contemplaba los misterios a celebrar. La Virgen le premió con un milagro esta dedicación a Ella: Estando las religiosas en el coro, entró una paloma con una filacteria dorada con el texto de la Salve, oración que la Orden Carmelita venera con especial cuidado, haciéndola, junto al "Flos Carmeli" su oración mariana predilecta. Una de sus devociones preferidas y eficaces se llamó "la Túnica de la Virgen", que consistía en rezar quince mil avemarías, intercalando una Salve cada cien. Decía que todo lo alcanzaba de Dios con esta devoción, que terminaba cantando siete veces el "Ave Maris Stella".

Un día de Navidad la Virgen María le dejó al Niño Jesús en sus brazos, para que le manifestara todo su amor. Un Domingo de Pascua se le apareció el Redentor triunfante, en medio de ángeles que cantaban el Aleluya, y tomando Cristo flores celestiales que le ofrecían los ángeles, la fue coronando como esposa predilecta. Tuvo los dones de profecía y de conciencias. Fue devota de socorrer a las almas del purgatorio, de las que tuvo varias revelaciones.

En 1491, el Señor le avisó se la llevaría pronto para gozar de la vida eterna, revelándole la fecha y hora exactas, y así lo comunicó a sus religiosas. Juana se preparó a la muerte, redoblando la oración, las penitencias, la observancia religiosa y la caridad. El día señañado, cayó enferma, reunió a las religiosas, exhortándolas a ser fieles a la Regla. Llegada la hora, expiró dulcemente el 9 de junio de 1491, a los 63 años. Aún después de muerta, siguió su oficio de priora, pues apareció a algunas religiosas para aconsejarlas y guiarlas. 

En 1493, las religiosas, viendo la devoción creciente del pueblo a Juana, quisieron elevar sus reliquias, y al abrir el ataúd, la encontraron incorrupta flexible, y emanando un suave olor que inundó el convento y más allá, algunos sitios de la ciudad. La priora, Jerónima Lanci, le cortó el brazo derecho para su devoción privada, pero Juana se le apareció pidiéndole lo restituyera a su sitio. Estando el cuerpo expuesto, comenzaron a fluir las gentes y los prodigios, por lo que los superiores carmelitas y el obispo consideraron dejarla a la vista, permitiendo el culto. Se decidió colocarlo en una urna visible junto al altar mayor, para lo cual se organizó una procesión con el cuerpo por toda la ciudad. 

Se le da el título de santa o de beata, aunque no ha sido proclamada oficialmente ni una cosa ni otra por la Iglesia. Su culto se considera inmemorial y está permitido desde su confirmación en 1771, año en que se presentó la positio a Roma. Actualmente el cuerpo incorrupto yace en la catedral de Reggio, desde que los conventos de la Congregación Mantuana fueron suprimidos. En 2009 se hizo un reconocimiento de los restos, que se hallaron en buen estado de conservación. Su fiesta en origen fue el 9 de junio, luego trasladada, como memoria libre, al 9 de julio.

A 9 de julio además se celebra a
Santos Patermucio, Copretes y Alejandro, mártires.
San Juan de Colonia, dominico mártir
Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, virgen fundadora

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