Viernes, 19 de abril de 2024

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Santa Hildegarda y el miedo

por Casa Santa Hildegarda

 Ahora que estamos en el tiempo pascual, celebrando que Jesús murió y resucitó por nosotros, es un buen momento para recordar que los cristianos no debemos tener miedo porque nuestras vidas están en manos de Dios que nos quiere con locura.

Santa Hildegarda sabía que el miedo se manifiesta de muchas maneras. Miedo a los otros, a lo desconocido, a  Dios, a la propia vida, a los animales, miedo a las enfermedades, miedo al cáncer, miedo a perder la cabeza, a la vejez, etc. Siempre hay un miedo rondando, que nos puede someter o no.

Esta manera de ver las cosas implica una sumisión a un pensamiento basado en el  determinismo, como si cada ser humano no fuese un hijo de Dios del cual Él se ocupa amorosamente en la medida que nosotros le dejemos actuar. Ella nos da unas claves para superar ese primer peldaño de falta de esperanza y de fe. 

Santa  Hildegarda de Bingen nos decía que hemos de considerar la salud en su totalidad —con sus componentes físicos, mentales y espirituales—. La salud depende del estilo de vida que llevemos, incluyendo el manejo de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y de cómo nos alimentemos.

Como ya sabemos Santa Hildegarda propone seis reglas –que llama de oro– para conducirnos bien en la  vida y que, por ahora, no me voy a cansar de repetir :

1. Que tu comida sea tu medicina.

2. Utiliza  para conservar y recuperar tu salud los  remedios que te proporciona  la naturaleza.

3. Procúrate  una alternancia natural de sueño reparador  con el ejercicio adecuado.

4. Consigue  un equilibrio  razonable entre el  trabajo y el  descanso, en el sentido de "Ora et labora”.  Que el Dr. Strehlow traduce así ora, lee y trabaja.

5.Purifica tu cuerpo de sus toxinas mediante baños, sauna y otros procesos de desintoxicación.

6. Transforma  tus rasgos  psicosociales negativos  en actos generosos y de amor  que te llenen  de alegría espiritual, vitalidad y  humanidad.

Por lo tanto, el objetivo de cualquier verdadera medicina humanista debe  ser  la prevención de las enfermedades, incluso antes de que se manifiesten y, si caemos enfermos,  aprovechar  en lo posible los métodos naturales para restaurar la salud.

Lo que te estoy diciendo querido lector es que abras tu corazón al poder curativo divino. Las causas reales de la mayoría de las enfermedades están en nosotros,  se originan  en nuestra esfera emocional y espiritual. Por lo tanto, tratar de  afrontar una enfermedad grave ( por ejemplo un cáncer) con un planteamiento terapéutico (que únicamente contemple el aspecto físico) con cirugía, radiación y quimioterapia sin eliminar bloqueos o heridas  emocionales, y sin tener en cuenta la dimensión espiritual del ser humano, a medio y largo plazo, será  muchas veces infructuoso.

Los  seres humanos tenemos  un profundo anhelo de tener una vida llena de  sentido, nos sabemos creados para el amor y la inmortalidad, y tenemos  un fuerte sentimiento  de ser seres únicos  y valiosos. Muchas personas, por desgracia, llevan una vida muy chata, vacía de sentido, sin trascendencia, sin Dios. Muchos sufren porque nunca han hecho algo significativo en su vida. Otras personas se quejan de que nadie se preocupa por ellas y del hecho que a nadie le importe si viven o si se mueren.

La sensación de ser inútil, prescindible y sin amor, debilita a las personas  y las enferma. Algunos no pueden  soportar el vacío de  su vida e intentan llenarlo con sucedáneos : la adicción al trabajo, el alcohol, las drogas, la obsesión sexual etc.

Todos hemos experimentado alguna vez que sentirse amado y amar a los demás, tiene fuerza suficiente como para  cambiar toda una  vida.

Practicando los consejos de santa Hildegarda, cambiando nuestro estilo de vida, que incluye también nuestra forma de alimentarnos, podemos mantener o recuperar nuestra salud de manera  muy eficaz.

Podemos descubrir en nosotros (todos los bautizados, que estamos en gracia de Dios,  somos templos del Espíritu Santo) la fuerza que nos permite dejar atrás una vida chata y mirar el futuro con esperanza y experimentar que la vida vale la pena de ser vivida.

Me permito insistir, porque hoy en muchos ambientes está muy olvidado,  en la importancia de la regla número cuatro ya que, de la misma forma que el alimento es necesario para mantener sano y en vida nuestro cuerpo físico, de manera semejante, la oración es imprescindible para mantener la vida y la salud de la parte espiritual del hombre.

Si seguimos este plan de vida, seremos capaces de amar sin límites, de relacionarnos con la gente de manera positiva y de vivir  en armonía con nosotros mismos  y con el mundo. Un foco de amor y armonía irradiará  de esa forma  a nuestro alrededor y contribuirá a  crear una verdadera “ecología” en lo personal, lo social, el universo y el mundo espiritual. Santa  Hildegarda  nos  ilumina y nos brinda la oportunidad de  vivir una vida digna y llena de sentido.

Juan Antonio Timor



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