Jueves, 28 de marzo de 2024

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¡Salva a España, Virgen mía! (A la Virgen del Prado de Talavera)

por Victor in vínculis


Talavera es una ciudad mariana por excelencia. Desde hace siglos lleva en su alma una entrañable devoción a la Madre de Dios, se puede decir que existe un pacto de amor entre la Virgen del Prado y el pueblo de Talavera. Sin exageración puede afirmarse que ante la Virgen han desfilado, a lo largo de la historia, todas las ansias, anhelos, aspiraciones y proyectos del pueblo talaverano. La devoción a su Virgen ha forjado el alma de este pueblo y lo ha marcado para siempre. Estamos seguros de que todas las empresas nobles, todos los hechos gloriosos de los que nos habla la historia de esta ciudad, son perlas que se formaron, flores que crecieron en este Prado. Si hay algo que los talaveranos no cuestionan es su devoción a la Virgen del Prado.
 

60 años de la coronación de la Virgen del Prado
Hoy, volveremos a traer al recuerdo aquel 30 de mayo de 1957, cuando el arzobispo de Toledo, el cardenal Enrique Plá y Deniel, ante las autoridades del momento y un sinfín de talaveranos y personas llegadas de otros lugares, coronó canónicamente la imagen de Nuestra Señora del Prado, patrona de la Ciudad de la Cerámica, y tal vez, la más antigua de las devociones marianas de toda la provincia. El cardenal Plá colocó la corona sobre la cabeza de la Virgen del Prado, pronunciando las siguientes palabras: “Como eres en tu imagen, oh María, coronada por nuestras manos en la tierra, así merezcamos ser coronados por tu Hijo Divino en los cielos con corona de honor y gloria”.

Pedro Jiménez de Castro (18861938) publicó hace 85 años este poema. Bueno, faltan unos meses todavía. Apareció en El Castellano de Toledo para la fiesta del Virgen del Prado, el 8 de septiembre, de 1932.
 

A su temprana muerte diversos diarios de la época lo reseñaron en sus páginas: “Las letras talaveranas están de luto: ha muerto el poeta Jiménez de Castro, que durante más de un cuarto de siglo fue primerísima figura de los escritores, no sólo talaveranos, sino toledanos, como demuestra la admiración y la aureola de que se vio rodeado sobre todo en los años de su mayor actividad literaria".
 
 
¡¡SALVA A ESPAÑA, VIRGEN MÍA!!

Flor la más bella del Prado, Virgen Santa entre las santas;
muchas veces he venido a postrarme ante tus plantas
y te he dicho las endechas de mi laúd trovador;
y siempre mis ideas te han rendido vasallaje
hoy, Señora, que mi pueblo te dedica su homenaje
a ofrecerte vengo, humilde, lo más puro de mi amor.
 
¡Reina y Sol de Talavera!; yo recuerdo con cariño,
con ternuras inefables, de aquel día cuando niño,
a tu templo me llevaron y tu imagen contemplé;
yo recuerdo que la madre de mi vida me ordenaba:
-Reza y dile que te haga bueno-, y yo, Virgen, te rezaba
la oración casta, inocente de mi limpia y sana fe.
 
Desde entonces yo te amo como el pájaro su nido;
cual la perla ama su concha y la cítara el sonido
y el guerrero su bandera y su musa el trovador;
y te sigo consagrado mis pensares y quereres,
porque vi que Tú la Madre más piadosa y noble eres
al saber que no es mentira la grandeza de tu amor.
 
Y si alguna vez, ingrato, me alejé de Ti, Señora,
arrastrado por los vientos de pasión arrolladora
que pusieron en mis ojos de las sombras el capuz,
fuiste Tú la que cuidando, compasiva de mi alma
al furor de mis sentidos diste paz y diste calma
y a mi mente devolviste su perdida hermosa luz.

¡Que en las horas de amargura, de mortal melancolía,
eres iris de esperanza, y eres norte y eres guía,
y eres playa salvadora del que náufrago se ve;
y le amparas y le curas las heridas de su pecho,
que está triste y dolorido, y sangrando está y deshecho,
y le prestas, bondadosa, los consuelos de la fe!
 
¿Cómo, pues, Virgen excelsa de mi Prado, no adorarte
y por Madre, la más buena bendecirte y aclamarte
y ofrecerte de mi lira la más dúlcida canción,
si del mágico perfume de tus célicos favores,
de la miel sabrosa y grata de tus cálidos amores
que subyugan y encadenan, está lleno el corazón?
 
¿Cómo, Reina, en este día en que ves a Talavera,
-que te quiere y que te ama, que rendida te venera-
tributarte su homenaje más ardiente y más cordial,
yo, que sabes que te adoro, Virgen mía, desde niño,
no dejar en tus altares, con fervor y con cariño,
la sencilla, humilde ofrenda de mi espíritu inmortal?
 

Que te ofrezcan mis hermanos de la tierra los tesoros,
y las músicas sublimes de los órganos sonoros,
y los cánticos augustos de la Santa Religión;
que derramen en tu trono azucenas, lirios, rosas,
y te cubran, Sol del Prado, con las vestes primorosas
que te envuelven en un halo de cerúlea radiación.
 
Yo no tengo más tesoros, yo no tengo más preseas
que las míseras y pobres del caudal de mis ideas…
y esta vida oscura y pobre que de tu Hijo recibí…
Todo, Madre, te lo ofrezco con la fe más honda y pura,
y será eterno mi gozo, será eterna mi ventura
si algo encuentras que te place y que sea digno de Ti.
 
Pero a cambio de mi vida, yo te pido por España;
por la tierra que es la tierra más querida de tu entraña,
y es la hija más dilecta de tu amante corazón…
A los pies de tus altares, prosternado, yo te ruego
que en su noble pecho avives el ardiente y santo fuego
de su excelsa fe cristiana, que fue siempre su blasón.
 
Hoy, Flor gaya de mi Prado, va su nave a la deriva;
pero Tú has de hacer, mi Virgen, generosa y compasiva,
que se salve de las olas que la quieren envolver;
porque sé que para ella fuiste siempre luz de faro
que amorosa la condujo a feliz, seguro amparo
y trocó sus desventuras en dulcísimo placer.

Y has de hacerlo; porque España, a pesar de los pesares,
te consagra como antaño, sus cariños y pensares
y su fe en Ti, Virgen mía, se acrecienta más y más;
esa ardiente fe sublime, sacrosanta, noble, augusta,
que, del odio del sectario, ni se espanta ni se asusta
por tener la firme idea de que Tú la salvarás.
 
¿Cómo siendo Tú la Madre, de las madres la más buena,
y de amor y de ternura tu alma toda hallarse llena
no salvar a tu hija amada que en peligro ahora se ve?
Yo que hoy, Reina idolatrada, tu favor divino imploro
sé que nunca, pues lo quieres, perderá España el tesoro,
el caudal inagotable de sus creencias y su fe.
 
Flor del Prado de mi pueblo; Virgen santa entre las santas;
yo he venido muchas veces a postrarme ante tus plantas
en mis horas de alegría y en mis horas de dolor;
y si siempre te he ofrecido pleitesía y vasallaje
al rendirte en este día Talavera su homenaje,
yo te rezo, yo te canto las endechas de mi amor.
 
 
De Pedro Jiménez de Castro es también la letra del Himno oficial a la Virgen del Prado. Podéis escucharlo en este enlace:
 


Aquí su vida:
https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Jim%C3%A9nez_de_Castro
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